Hace un par de veranos, en mi última visita a las Europas, una ciudad del norte de España, un cuarto de baño en el piso fuertemente hipotecado de Estoico Hermano: me cepillo los dientes con la puerta cerrada, con la vana esperanza de procurarme unos muy necesarios minutos de soledad. La puerta se abre bruscamente. Dada la falta generalizada de pestillos que padecen los domicilios de mi familia española y el exotismo de esa extraña costumbre de llamar a las puertas cerradas, practicada tan poco por mi tribu, no me sorprendo mucho.
Sobrino Espitoso entra corriendo, llevando unicamente unos diminutos (porque él es flacucho, incluso para un niño de cuatro años) slips morados y verdes del increíble Hulk, slips que, por cierto, le compré yo en un ataque de "tíitis" aguda.
Sobrino Espitoso, bajándose los minúsculos calzoncillos y sentándose en el retrete a toda velocidad : -"¡Me meo! ¡Me meo!"
Eso de hacer pis sentado debe de ser producto de su educación. Estoico Hermano -o Recia Cuñada- no confían en lo certero de su puntería. ¿Será genético?
Mi momento de soledad fue breve. Cierro la puerta (conociendo a mi familia, y teniendo en cuenta que el cuarto de baño es un clásico aseo español, dotado de bidé, aún hay espacio para que Estoico Hermano venga a ducharse y Recia Cuñada entre con Bebé a darle un baño de asiento): -"Vale, vale, ¿quieres que llame a la abuela por teléfono? Debe de ser la única que no te ha oído."
Ruidito de tierno pipí infantil. Mientras me enjuago la boca, mirando pensativa mi reflejo, Sobrino Espitoso, igualmente pensativo, apoyando el mentón en una mano, me lanza esta pregunta: -"Tía Arantza, ¿tú tienes tetas?".
Lo miro, la boca ligeramente abierta y las comisuras aún llenas de pasta de dientes, un poco descolocada y ligeramente ofendida, y no precisamente en mi sentido del recato, sino más bien en el pundonor. Que vale que no posea un escote amuebladísimo y voluptuoso, pero coño, lo que se dice tener tetas, tengo.
Yo (abombando un poco el tórax): -"Pues claro que tengo."
Nos ha jodido, el niño. Pero no lo digo, porque estoy intentando no cargarme toda su educación en una semana de visita, y hoy ya me ha oído decir -y repetido en la mesa con gran regocijo - tres "joder" y un "hostias".
Sobrino Espitoso, aún sentado en el retrete, los calzoncillos en torno a los flacuchos tobillos, escrutándome el área pectoral sin ningún disimulo, se permite dudar: -"¿De verdad?". Hay que decir que su madre, Recia Cuñada, está equipada con un escote que provocaría la envidia de Sofía Loren. Hace treinta años también hubiera provocado su envidia (hay que precisar, porque cuando vi a Sofía en la entrega de los Oscar de este año, daba bastante miedo).
Jolín, vale lo de que esta generación está siendo criada sin toda esa horrible culpabilidad católica en lo tocante al sexo, pero caray, este niño tiene cuatro años. Según Freud, tiene que estar como mucho al principio de la fase de latencia, y no interesándose por las tetas de nadie.
Yo: -"Claro. Soy una chica. Las chicas tenemos tet--- pechos."
Sobrino Espitoso: -"Ya le había dicho yo a Iñigo Borja que tú eras una chica. Y no me creía. Me dijo que si fueras una chica, tendrías tetas y pelo largo."
Bonjour, ideas reductoras a los cuatro años.
Yo, cerrando el grifo: -"¿Iñigo B---?" (¿En qué demonios estarían pensando sus padres al bautizarlo así? ¿Estarían borrachos? ¿Qué ha pasado con nombres clásicos como Juan, Pablo?)
-"¿Tu amigo no sabe que las chicas también llevan el pelo corto? ¿Y los chicos el pelo largo? ¿Y que no todas las mujeres tienen tet--- pechos grandes?"
(Probablemente los padres son de la Falange, y le dejan ver reposiciones de "Los vigilantes de la playa". Eso explicaría el nombre. Y el modelo femenino reductor.) -"¿Tú no tienes amigas con el pelo corto en la ikastola ?"
Sobrino Espitoso, ligeramente escéptico: -"Mmh. Karmele tiene el pelo corto, pero yo creo que es un chico. No tiene tetas, y escupe más lejos que nadie."
Yo, secándome las manos con la toalla, lista para destruir prejuicios sexistas a tan tierna edad, toda triunfante de lógica adulta: -"Pero, a ver, tu amiga Karmele, cuando tiene que hacer pis, ¿a qué baño va? ¿Al de los chicos o al de las chicas?"
Sobrino Espitoso, aún no completamente convencido por mi lógica irrefutable: -"Uhm." Se rasca la cabeza, pensativo. Pausa larga. -"Tía, ¿me enseñas las tetas?", dice al fin, sentado en la taza, con expresión seria y científica.
Yo, mirándolo con asombro -adiós, fase de latencia-, me debato en cinco segundos con todos mis principios:
a) Los educativos (deformación profesional): la sana curiosidad científica debe de ser satisfecha con respuestas.
b) Los psico-comportamentales: más allá de la intención pedagógico-anatómica, está el problema de los tabús. Si digo no, y muestro incomodidad, voy a traumatizarlo de por vida, pobriño, va a pensar que la desnudez es algo vergonzoso, su vida sexual será un asco y todo por culpa de su tía, que no quiso enseñarle las tetas en su tierna infancia. Bueno, igual la relación de causa-efecto no funciona exactamente así, pero qué responsabilidad, madre.
c) Por otra parte, mis nobles propósitos pedagógicos van a parecer difíciles de explicar si alguien abre la puerta y me ve en el baño, enseñándole las tetas a mi sobrino.
d) Y lo de satisfacer la sana curiosidad científica tiene sus límites, leche. Que primero es "enséñame las tetas" y a los 15 igual va y me dice que tiene mucha curiosidad por saber en qué consiste la sodomía con un vibrador a cabeza triple -esto del acceso ilimitado a internet es terrible-, y yo en algunas cosas aún soy muy judeocristiana. Y mis instintos pedagógicos tienen sus límites.
Ahí le ando, debatiéndome, cuando en toda su aplastante lógica infantil me suelta: -"Cuando vas a la playa las enseñas, ¿no? Mamá las enseña. Como todas las chicas. Si eres una chica, claro..."
No sabiendo aún si es su lógica la que me ha convencido, o mi orgullo ligeramente picado, me levanto brevemente la camiseta, con expresión resignada. Sobrino Espitoso observa desapasionadamente, con interés taxonómico.
Yo, bajándome la camiseta, con tono concluyente: -"¿Ves? Tengo el pelo corto y soy una chica."
Sobrino Espitoso: -"Es verdad. Son más pequeñas que las de mamá. Pero tienes. Y son un poco más grandes que las de Conchi."
(Conchi es la canguro que va a buscarlo a la salida del cole. Veo que ella también ha caído. Este niño tiene su talento.) -"Pero las de la abuela son diferentes. Como más planitas."
Santa Madre es tan incauta como yo. Debe de ser de familia.
Dicho esto, se levanta, se sube el calzoncillo, tira de la cadena y sale corriendo del cuarto de baño, gritando: -"¡MAMA! ¡MAMAAAAAAA! ¡Tenías razón, tía Arantza es una chica, me ha enseñado las tetas!"
Recia Cuñada, desde la cocina, con tono cansado: -"¿Ella también?"