lunes, 30 de junio de 2008

Nos vamos de "chóping"

(Ciertas partes de esta historia son verídicas. ¿Cuáles? Vosotros decidís.) (Y está dedicada a Ana, como parte de su tratamiento ;-) Espero que le haga reír).

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Voy a hablaros de un teoría mía en lo que concierne a la moda : creo que la mayoría de la gente, tanto hombres como mujeres, se quedan atascados en un cierto estilo que adoptaron en una época de sus vidas, estilo que creyeron (en algunos casos justificadamente y en otros no) que les iba bien y en el que se quedaron congelados, en una fashion glaciación.

Esto le ocurre normalmente a la gente de mediana edad, aunque en los peores casos la congelación del estilo ocurre en la treintena. Sospecho que esto ya le ha ocurrido a monsieur M., cuyo estilo ha sufrido una calcificación progresiva, hasta fosilizarse en algún punto de los 80. Concretamente, en el punto de los vaqueros lavados a la piedra. Muy lavados.

Monsieur M. podría calificarse de hombre de mediana edad, aunque en su caso personal, me cuesta mucho aplicar el adjetivo "mediano" a nada que le concierna: físicamente es bastante colosal, con un torso -y un carácter, en ciertos momentos- que me recuerda mucho al de "Shrek", y su personalidad no podría ser tachada de nada inferior a "homérica". Mi marido es un mítico hombretón, un John Wayne quebequés, un increíble Hulk con mejor color y menos mal genio. Salvo cuando toca ir de compras. Algo que para él es el equivalente de una agradable sesión de tortura. Si se le da a elegir entre ir de tiendas o clavarle palillos encendidos entre las uñas, estoy casi segura de lo que eligiría...


Como hoy. Tras haber hecho unas cuantas piruetas, mi mejor demostración de danza del vientre, un par de pases de masaje tailandés y haber pedido porfavorporfavorporfavor a mi quebequés de marido que me acompañe al centro comercial, ha accedido graciosamente, con el cuello un tanto agarrotado por mis intentos de seductor masaje. Y la amenaza de volver a utilizar mi bata en polar a ositos durante tiempo indefinido. Y de volver a comprar calabacines (aún no se le ha olvidado el Infausto Incidente de los Calabacines). Lo de la bata se ve que no le ha gustado un pelo, pero cuando he mencionado los calabacines, el efecto ha sido instantáneo.

Así que hemos saltado en el coche, yo alegremente, hasta sentarme encima de una peladura de plátano que ha fermentado un par de días sobre el asiento del copiloto. Él se ha sentado en el del conductor, con un sonoro "crunch", tras el cual ha habido un breve momento de silencio. Nosotros somos así, intensos.

Mientras intentaba buscar algo donde meter la piel de plátano, le he dicho:

Yo: "-Mon choux à la crème chéri, vale lo de que utilices tu coche para producir compost orgánico, pero lo de que empiece a ponerse crujiente me inquieta un poco."

Monsieur M., con gesto de fastidio: -"Vaya, pues parece que al final yo también voy a necesitar ir de compras."

Yo (en pleno momento de éxtasis): -"¡¡¡Woooohoooouuu!!!!! ¡Has decidido tirar los calzoncillos patrióticos!"

(Monsieur M. y yo tenemos un delicado contencioso desde hace tiempo, acerca de unos calzoncillos -slips, para ser exactos, altos de cadera como los trajes de baño de los peores momentos de la princesa Estefanía de Mónaco- estampados con flores de lis -la bandera quebequesa-. Tras reírme abundantemente de semejante impulso nacionalista, se compró unos con hojas de arce -la bandera canadiense-, según él, "para equilibrar"; personalmente, sospecho que para fastidiar.)

Monsieur M.: -"No, acabo de sentarme encima de las gafas de leer". (Ya he dicho que mi hombre es madurito. Cuando elige su ropa interior, no. Pero cronológicamente, sí. Lo suficiente para la presbicia.)

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(Un cuarto de hora y varias vueltas al aparcamiento más tarde).

Yo (frotándome las manos ante la perspectiva de nueva montura de gafas sexy): -"Ya que tienes que encargar gafas nuevas, podrías cambiar de estilo, mon beignet d'amour. Porque hace lustros que llevabas las mismas. Una década, para ser exactos."

Monsieur M. (sin rastro de ironía y con sincera sorpresa en la voz): -"¿Y?... Eran cómodas."

Yo (pelín exasperada, lanzando golpe bajo): "...la bata de ositos también es muy cómoda."

Monsieur M., cabizbajo: -"Vale. Ayúdame a elegir."

Aquí es cuando empezamos a constatar nuestras diferencias lingüísticas y semióticas. Para mi legítimo consorte "ayúdame a elegir" quiere decir que yo permanezco discretamente a su lado, cual delicada flor de loto, dando mi asentimiento o disentimiento con discretos y elegantes movimientos de cabeza, mi grácil cuello cual tallo de bambú balanceado por el viento, mi comportamiento el de una geisha enamorada. Para mí, "ayudar a elegir" quiere decir reprimirme el ansia de hacerle a un lado de un empellón, agarrar una docena de monturas que me gustan, plantarle delante de un espejo y hacer que se las pruebe, repetidas veces. Tras lo cual las descartaría todas, eligiría otras, y vuelta a empezar. Durante el tiempo que dure este proceso, él debería mantener la compostura, sonrisa y silencio plastificado de un muñeco "Ken", dentro de lo posible.


Podéis imaginaros que con semejantes discrepancias semánticas, los dos juntos de tiendas es como King Kong contra Godzilla. Es mejor no acercarse a nosotros. Porque nos falta una miaja para ponernos a destruir Tokyo.
Lo de las gafas me ha presionado mucho, porque es como la ropa pero peor, nadie se pone lo mismo durante diez años, (... un momento ...ahora que lo pienso, monsieur M. sí), pero las gafas cuestan una pasta y se llevan durante muucho tiempo. Una buena elección es crucial.


Tras intentar atraer a monsieur M. hacia el siglo XXI, con el resto de nosotros, y de convencerle vigorosamente de que no elija una montura igualita a la del tío Junior de "The Sopranos" -qué gran serie- (he terminado diciéndole que eran unas gafas "antisexo", y parece haber pillado la idea, porque las ha depositado rápidamente en su soporte); tras numerosos forcejeos y tras contradecir a la chica que trabajaba en la óptica y que, maldita sea, no me estaba siendo de gran ayuda, he conseguido que elija una montura bastante coquetona. Cuando salíamos de la óptica, una hora más tarde, me ha dicho, orgulloso:

-"¿Ves? Soy perfectamente capaz de elegir solo. Tengo buen gusto, después de todo."

Criatura. Él todavía cree que los pijamas de poliéster que llevan los personajes de "Star Trek" son el no va más de la modernidad.

Y tirándome del brazo, me ha arrastrado a "Réno Dépôt".

sábado, 28 de junio de 2008

¡Prrrreeeeeemioooooooo!

Con ojitos húmedos de emoción y de alergia a las gramíneas (y nuca húmeda también, pero no de emoción, sino del 80% de humedad y los 30 grados con los que nos hemos levantado esta mañana), le agradezco a Cris el premio otorgado. Yo que nunca gané el pan, chorizo y vino de la tómbola durante las fiestas, ni el jamón, ni siquiera la muñeca chochona, al fin he ganado algo.

Como no hace mucho que empecé este blog, al principio, mientras aprendía cómo funcionaba esto, cuando leía los de otros blogueros y veía los premios, me daba la impresión de ser un mundo cerrado, una especie de "secta" en la que todos se conocen. Este premio me ha hecho darme cuenta de que... yo también he integrado la secta ;-) Secta en la que, por otra parte, he conocido virtualmente -que no carnalmente, calma- a gente encantadora, a los que voy inmediatamente pasarles la bola (¡je! estos premios me retrotraen a la época en la que intercambiaba pegatinas en el patio del colegio) :
  • Marona, especialista marmotil, cuya prima lejana ha hecho una madriguera en mi parterre, por sus fotos estupendas y la frescura de sus recetas y de su forma de contar. (Sé que tienes un empachillo de premios, prenda, éste va sin obligación ninguna).

  • Vega, porque siempre me interesa todo lo que cuenta (bueno, vale, una parte de la canción italiana un poco menos, esta chica me ha hecho escuchar cosas que nunca me hubiera creído capaz de escuchar sin estar bajo la influencia de estupefacientes)

  • y Violeta, alias Sumire, barriendo descaradamente para casa, porque es mi más vieja amiga (no quiere decir que seas vieja, reina mora, sólo que nos conocemos desde siempre), y porque escribe maravillosamente y también propone una música... peculiarrrrr.
... pues eso, daos por premiadas. Eah, terminemos el bombo y platillo, que me va a salir una urticaria.

The queen and I

"La princesa Ana es una chica muy activa. Le gusta el aire libre. Adora la naturaleza a pesar de lo que la naturaleza le hizo."
Bette Midler
Me preparo un tecito Earl Grey, y no me hace falta más para sentirme cercana a la familia real británica, ya veis, tengo la alucinación bastante fácil y asequible. Y anglófila, of course.

A pesar de ser republicana convencida y olé (para los amigos de este lado del atlántico, este republicanismo del que hablo no tiene nada que ver con la política de los USA, es el otro republicanismo), tengo un punto débil: Elizabeth, Liz para los amigos.

(Imagen de Ed Polish y Darren Wotz)

La reina Elizabeth me cae bien, aunque no haya tenido el gusto de conocerla (todo se andará...). Me gusta la familia real británica, como me gusta casi todo lo británico. Mejor dicho: me gusta que existan, que no es lo mismo. Me gustan su flemática compostura y su falta de vergüenza (pensad en las famosas conversaciones telefónicas de Camilla y Charles...). Me gustan sus escándalos, buenas maneras, titánicos sombreros, meteduras de pata y atuendos de caza (entre otros, el kilt del príncipe Charles y las sempiternas botas Wellington o wellies, que llevan todos en Balmoral), todo ello me proporciona gratos momentos de solaz y entretenimiento.

Por alguna razón que no llego a determinar, la familia real española no me permite el mismo esparcimiento y diversión. Curioso. Debe de ser que, con tanto matrimonio consanguíneo, la familia Borbón ya no tiene la genética muy fresca, que se diga. Y son unos sosos de tomo y lomo. Las lecturas de discursos del rey... yo despidiría a su profe de declamación ya mismo. He oído a gente recuperándose de un derrame cerebral en pleno reaprendizaje de la lectura con un logopeda leer con más dinamismo.

Cuando obtuve la nacionalidad canadiense, tuve que jurar fidelidad a Lizzy, ya que Canadá es un país que pertenece a la Commonwealth. Así que soy oficialmente su súbdita. Menos mal que me cae bien.

Esta simpática familia inglesa ha inspirado historias fantásticas, entre otras la estupenda novela de Sue Townsend, "The queen and I". Sue Townsend es la autora de los muy populares en mi juventud "Diarios de Adrian Mole".

En la Inglaterra de "The queen and I", el partido republicano gana las elecciones, con lo que el Reino Unido se convierte en una república y la familia real británica es enviada ipso facto a una casa de protección oficial, su nueva residencia. La reina Elizabeth comienza a cobrar su pensión de jubilada y a aprender a vivir con medios, er, ligeramente limitados. Y se las arregla bastante bien. El príncipe Philip, con menos capacidad de adaptación, termina con una depresión de caballo, deja de afeitarse y de ducharse y se pasa el día viendo la tele.

La idea de base de este libro da origen a situaciones de lo más pintorescas. Os lo recomiendo, vais a pasar un buen rato leyéndolo.

Esta semana acabo de terminar otro libro de la misma autora, "Number ten", en el que parte de una idea similar. Edward Clare, primer ministro británico, jefe del partido laborista, es cada vez más impopular y se le acusa de haber olvidado las condiciones en las que vive el pueblo llano inglés. Esto le motiva a salir de su cómoda residencia en el número diez de Downing Street, y a lanzarse en un viaje de incógnito por Gran Bretaña, disfrazado de mujer. Por supuesto, siendo humor británico, lo de travestirse va a terminar gustándole. En este viaje peculiar, el primer ministro descubre cosas como el programa de tele "Who wants to be a millionaire?", el cream tea y lo desastrosamente mal que funciona el sistema de salud pública. También descubre cómo aplicarse el colorete.
En mi opinión, (y es sólo eso, mi modesta opinión), este libro no es tan divertido como "The queen and I". Pero me he reído bastante con algunas de las escenas de la historia.


Y para terminar, algo sólo para auténticos anglófilos: "The queen". Si aún no la habéis visto, alquiladla, preparaos una tacita de té con galletas y disfrutad de la dirección de Stephen Frears y de la soberbia interpretación de Helen Mirren. Creo que si Liz fallece, podría remplazarla sin problema.

A mí este tipo de post siempre me da ganas de comerme unos scones con mantequilla y mermelada. Y sándwiches de pepino. ... os dejo, y por cierto,

God save the queen. Eso.

jueves, 26 de junio de 2008

Hacia rutas salvajes / Into the wild


Si hay algo que me gusta de Canadá y de Quebec en particular, es su gran amor por la naturaleza, la manera en que ésta forma parte de las vidas de los canadienses, como si aún quedara en esta gente un poquito del patrimonio de esos primeros colonos, que con una valentía y una voluntad admirables, vinieron a instalarse en tierras completamente salvajes y desconocidas, partiendo de cero.

Y cuando digo partir de cero, no es sólo una expresión: la "época de la colonización", como la llaman aquí, no está tan lejos en las memorias quebequesas, aún hay gente que recuerda los relatos del bisabuelo que participó en los trabajos para desbrozar Abitibi, por ejemplo. Dejando a un lado toda la culpabilidad história y la corrección política sobre los efectos de esa colonización en la población amerindia autóctona, efectos devastadores que aún perduran, siento una gran admiración por esa gente (a veces familias enteras) que dio el salto transatlántico buscando una vida mejor.

Si uno se pone a pensar en las condiciones de vida en las que sobrevivieron y prosperaron esos colonos, le entra una vergüenza terrible cuando piensa que para nosotros, niños mimados de Occidente, un corte temporal de electricidad o de agua potable nos parece penoso. Paco tiene razón cuando dice que cualquier abuela de hace 60 a 80 años sabía arreglárselas mejor que nosotros.

Ésa es una de las razones por las que los quebequeses me llenan de admiración: han conservado un espíritu pragmático que me parece a un tiempo muy norteamericano y la herencia de sus antepasados. Un ejemplo: aquí una gran mayoría de la gente sabe construir y hacer todo tipo de bricolaje y trabajos en casa. Por bricolaje no quiero decir colgar un cuadro, sino construirse una casa desde los cimientos, montar la electricidad y la fontanería solitos. Monsieur M. no es una rara avis, él se ha construído tres casas y ésta la está reconstruyendo prácticamente entera. Pero eso es algo que muchos quebequeses -y quebequesas- son capaces de hacer. A mis ojos, ese saber práctico les da un aura de autosuficiencia que envidio. Y yo que para impedir que la cisterna del retrete gotee, pido auxilio...

No es una casualidad que el símbolo del Canadá sea el castor, animal mañoso y espabilado donde los haya. Hasta aparece en las monedas.

Aparte de que la población de castores es muy importante en Quebec, causando a veces grandes problemas con sus presas a prueba de bomba (literalmente, a veces los de Obras Públicas tienen que dinamitarlas, por lo sólidamente construídas). En esta foto, una de las presas construidas por castores (tomada en nuestro paseíto campestre del sábado):


El árbol cortado de la orilla es uno de los muchos "masticados" por los castores. Industriosos animalitos...

En la caminata también vimos setas con aspecto peligrosísimo...

...y culebrillas.

Toda esta reflexión del principio sobre lo de sobrevivir en la naturaleza , fue provocada por una película que vi hace poco, "Hacia rutas salvajes" ("Into the wild"), de Sean Penn. Es la historia (basada en hechos reales) de un joven americano, Chris McCandless, que partió a la aventura en Alaska con la romántica idea de vivir sin ningún tipo de atadura material, cual animalillo silvestre, vaya. Comiendo las bayas y raíces que pudiera recolectar y los animales que pudiera cazar. He conocido gente aquí que ha acampado en pleno invierno quebequés en el bosque, que saben cazar y sobrevivir, y he escuchado un número suficiente de historias lamentables como para saber que una gran parte de la gente que muere en la montaña o en el bosque lo hacen por falta de conocimientos, de preparación y, sobre todo, de respeto por la naturaleza; por esa arrogancia que nos hace pensar que controlamos nuestro entorno, cuando la gran mayoría de nosotros no es capaz de hacer fuego con un mechero, ni os cuento ya sin él. En fin, todo lo que pienso sobre el tema se refleja muy bien en el blog de Paco, leed la entrada "La alternativa McCandless", muy recomendable.

La película de Sean Penn es una película muy decente, pero si el tema os interesa, un must sería leer los cuentos de Jack London, uno de mis clásicos preferidos, especialmente "To build a fire". Os hará ganar un nuevo respeto por la gente que es capaz de arreglárselas lejos de la civilización.

martes, 24 de junio de 2008

Vamos de paseo... en un auto nuevo (o casi)

Últimamente he iniciado a monsieur M. a un concepto que en Quebec es desconocido: el puente. El 24 es la St. Jean, la fiesta nacional de Quebec, mi quebequés de marido ha decidido tomarse el lunes libre y este sábado pasado nos fuimos de excursión, con el ánimo ligero, producto de saber que teníamos cuatro días por delante y que si los pasábamos en casa claveteando maderos yo pido el divorcio pero ya.

El auto no era nuevo, como en la canción, pero casi. Aún huele a nuevo, situación a la que rápidamente pondrá remedio monsieur M., que es el que lo conduce habitualmente (yo odio conducir, y soy una gran usuaria del transporte público) cuando se le olvide, como de costumbre, una manzana, que rodará debajo de un asiento y se pudrirá ahí, silenciosamente, durante un par de meses hasta que en un inusual ataque de limpieza alguien acabe metiendo el dedo dentro (gran sensación, no os la recomiendo). Tampoco es que yo mantenga mi vetusto coche (que uso raramente) mucho más limpio que mi legítimo consorte, pero al menos yo mantengo el límite en "desechos orgánicos no". Yo el compost prefiero hacerlo en el jardín, no en un vehículo utilitario.

Como soy una chica de costumbres, y de nuevo nos levantamos a una hora infame, la paradita en el Tim Hortons era obligatoria. Por lo de la dosis de café intravenosa.

Ya que estoy muy integrada, y las cartucheras no perdonan la fritura (los doughnuts, en este caso), me animé con otro desayuno típico: tostada de mantequilla de cacahuete y mermelada. Si me lo hubieran dicho hace nueve años, no me lo creo: yo que me levanto con la boca seca cual suela de alpargata, y que necesito tres vasos de agua antes de poder considerar la idea de comer algo, ahí ando, masticando una tostada de mantequilla de cacahuete, probablemente la combinación más pastosa del mundo. No probé a decir "Pamplona", ni "psicopedagogía", por si acaso me ahogaba. Pero con abundante café y muchas palmaditas en la espalda, todo acaba por pasar.

Nuestra primera intención era pasar a Vermont, pero nos dio miedo la cola en la aduana, porque aquí las fronteras existen, y vaya si existen... la más mínima broma al aduanero US, y se ponen los guantes de látex en un tristrás, qué gente, no tienen sentido del humor... monsieur M. ya ha pensado en amordazarme antes de pasar; en fin de semana festivo siempre hay mucha más gente que pasa a los Estados Unidos, así que nos quedamos en los Cantones del Este, al sur de Quebec, cerquita de la frontera pero sin atravesarla. Bordeamos el lac d'Argent (lago de plata). Ésta es tierra de lagos.

Me encantan los graneros de por aquí. Siempre les saco fotos.
El cielo tenía unas nubes de esas de verano, llenas, barrigonas, perezosas y blanditas... (mi cámara tiene una mancha distintiva especial, sospecho que producto de haberla expuesto al vapor de mis cacerolas...)


Paramos en el parque del monte Orford, para darnos una caminata, de la que ya os mostraré fotos. Está situado a orillas del lago Memphremagog, en la foto. Ese nombre tan raro es amerindio.

Cuando se han andado unas cuantas horas, una siente que se ha ganado un muy merecido helado en Magog, el pueblo más cercano. Modismo local divertido: aquí las heladerías se llaman "bar laitier" (literalmente, "bar lechero o lácteo").

En una parada para comprar algo para beber, descubrí un refresco mexicano, de la marca "Jarritos". Sabor de pomelo. La botella era enorme y me gustó.

Entrada a la isla de Montreal por el puente Champlain...

...y vista de la ciudad con fondo de "Rhapsody in blue", de Gershwin. Siempre pongo ese disco cuando entramos en la ciudad. Os dejo con esta vista: Montreal en esa brumilla característica suya de calor y humedad (smog para los menos románticos), y Gershwin en una tarde de verano.

lunes, 23 de junio de 2008

¡¡Arriba, arriba!! ¡¡Ándele, ándele!!

Este blog es bastante viciosillo, lo confieso. (¡Ajá! Estoy segura de que ya he captado vuestra atención. No hay como escribir "sexo" o "vicio" al principio de un texto, para que la gente se despierte. Años de experiencia en enseñanza... :-)

Desengañaros, no voy a desplegar un catálogo de fotos de ropa interior de látex y cilicios de cuero. Voy a hablar de libros. Y de lugares comunes

Ya os hablado un par de veces de uno de mis vicios culpables, la chick lit, o "chica lit", como les ha dado por llamar a este tipo de novelas a nuestros vecinos, los chicos del Tío Sam. "Chica lit" es la versión latina de la "chick lit" o literatura femenina. Precisamente, un artículo del New York Times me dio ganas de leer uno de estos libros (en inglés, aunque la autora sea latina, si léeis el artículo comprenderéis por qué). La autora, Alisa Valdés-Rodríguez, es de un combativo contra los clichés a los que se aferra Norteamérica en lo tocante a los latinos, que me dio instantáneamente ganas de leerla.

Lamentablemente, el título y la portada no producen el mismo efecto (a mí que me gustan los libros con buenos títulos...). Su portada estilo Barbie casi hizo que no la comprara (no sé en qué piensan cuando diseñan estas portadas supuestamente "femeninas". ¿En atraer lectoras de nueve años?), pero un artículo del "Times" siempre es una buena referencia, así que lo compré, lo leí y tengo ganas de prestárselo a mis amigas mexicanas, para que me den su punto de vista. El título con el que se publicó en España es mucho más recatado, pero no es mucho mejor : "El club de las chicas temerarias".

Una vez más, esta es una de esas novelas que no recibirán el premio Nobel de literatura, pero no está mal , tiene garra, algunas reflexiones inteligentes sobre el hecho de pertenecer a una minoría y engancha desde el principio hasta el final.

Desde que llegué a Quebec, he tenido que vivir con los estereotipos latinos que pululan en la mente colectiva de los quebequeses, cuyo contacto con países hispanohablantes se suele limitar a vacaciones en Varadero, Cayo Coco o Cancún. Como ir a hacer la crèpe y tostarse en una playa de un complejo turístico con guardias de seguridad en la playa no suele ser la mejor manera de conocer un país y sus gentes, la idea que tienen de los mexicanos -o de los cubanos, que les deben parecer casi iguales- es un híbrido entre los sonrientes y amables camareros del hotel, y los mariachis que tocan canciones durante la cena. Aunque mis amigos mexicanos podrán comentar más sobre el tema, ya que son los que lo sufren directamente.

Yo me suelo librar de esta ducha de tópicos mientras cierre la boca, porque como no soy una "minoría visible" -os lo juro, es el término políticamente correcto que se usa aquí, ahora podéis reíros hasta que se os desencaje la mandíbula-, con esto quiero decir que soy blanca, con ojitos un tanto nórdicos, mientras no hable -raro en mí- y no se escuche mi acento hispánico que me traiciona, nadie me pregunta de qué parte de México vengo. Porque (y de nuevo esto es una generalización, que hay quebequeses que viajan y tienen atlas en casa) el mundo hispanohablante aquí normalmente se termina en América Latina, y América Latina se limita a México y Cuba.

En cuanto abro el buzón, empieza el desconcierto. Hay como un desfase entre mi color y rasgos étnicos y mi acento. A menudo se me pregunta si vengo del sur de Francia, de Marsella. Eso preguntado por gente que nunca ha estado en Francia, claro. Porque mi forma de hablar francés no tiene gran cosa que ver con el acento marsellés.

Cuando digo "Soy española", la situación suele volverse embarazosa. Empieza el baile de los tópicos. Si me siento especialmente sádica ese día, al tentativo "¿Y tú, eres...?" respondo, inmutable: "Canadiense". Porque tras casi una década viviendo aquí, lo soy en el alma, tanto como española (esto no tiene nada que ver con un nacionalismo de ninguna especie, hablo más de usos y costumbres). Y porque me gusta recordar a los "de pura lana", como se dice aquí, que canadienses (o quebequeses) los hay de todos los colores y con todos los acentos, y son tan canadienses de pleno derecho como cualquiera.

Pero suelo ser buena chica y responder con mi país natal. La pregunta inmediata suele ser: "¿Española? ¿De qué país? No tienes aspecto de mexicana." Explicación: en lenguaje popular de Quebec, "español" es un concepto vago, una especie de metonimia que engloba a todos los hispanohablantes. Pero Quebec tampoco se puede comparar a los USA. Afortunadamente, la mayoría de esta buena gente es muy capaz de situar más o menos los países europeos en un mapa, algo de lo que no pueden jactarse sus vecinos del sur.

Por el contrario, los tópicos raciales y culturales son duros de pelar, y de eliminar. Así, nadie piensa que también existen latinoamericanos rubios, judíos, asiáticos o negros. Que no todos los inmigrantes latinos son trabajadores temporeros que vienen a trabajar en los campos quebequeses en verano, porque en América Latina existen las universidades y hay gente con estudios superiores que decide venir a vivir a Quebec.

Aunque ese tipo de clichés no me afecte directamente, hay otros que sí que terminan hartando un poco con los años, a saber:


El hecho de tener un acento hispano no quiere decir:
  • que venga de un lugar cálido (Bilbao tropical, claro, todo el mundo sabe que Bilbao se distingue por su clima caribeño)

  • que posea en mi patrimonio genético un cromosoma que hace que sepa bailar perfectamente la salsa, el merengue, el tango o el flamenco, (que sepa bailar en general, punto. Bastantes problemas tengo ya con andar sin tropezarme con los muebles, suelo tener las caderas llenas de moratones)

  • que me guste la FIESTA, como dicen ellos, con el acento tónico mal situado (pero con un entusiasmo conmovedor)
  • que sea especialmente alegre, apasionada o efusiva

  • que me guste comer picante

  • que sea una bomba sexual (¡pfff!, risa ahogada) o sssennsualllllll (pronunciado así, con mucha ele al final, sobre todo si estamos en una fiesta, el tipo en cuestión ha bebido lo suficiente como para ponerse babosón y entrarle a todo lo que respire y monsieur M. -que es bastante grande- no me acompaña).

  • que me guste discutir a gritos

  • que tenga una tendencia natural a ser irresponsable, caótica, ilógica y a dejarme llevar por mis emociones, cuando en realidad soy una cartesiana patológica, una maníaca de la organización y una máquina en el trabajo

  • que sea incapaz de liderazgo, je, yo, que soy un maldito sargento (mis alumnos de secundaria se choteaban de mi estilo militar respondiendo "¡señora, sí, señora!" cuando daba instrucciones, instrucciones que después del choteo se apresuraban a seguir, por la cuenta que les traía)

... aunque los dos últimos puntos también podrían aplicarse a los clichés que perjudican a las mujeres en el mundo laboral.

Hay otras amigas blogueras que sufren los efectos de otros topicazos también muy extendidos por aquí.

Mi situación es más bien curiosa: estoy en medio de la nada étnica y cultural. No soy una quebequesa "de pura lana", pero para los latinos soy también una marciana (no hay precisamente mucho español suelto por Montreal, ni en Quebec). Ya véis, es mi sino: soy una lone rider, siempre seré una latina para los canadienses, y una gringa para los latinos.

Cuando trabajo de intérprete, traduzco siempre para gente de América Latina, y los pobres siempre se muestran un poco desorientados al oírme hablar. Hasta recibo calurosas felicitaciones de lo bien que hablo español para ser una "gringuita", que me dijo una amable abuela mexicana la semana pasada, dándome palmaditas orgullosas en el brazo. Le dí las gracias muy seria y le confesé que hace muchos años que practico el idioma.

viernes, 20 de junio de 2008

Lista para el verano

“It’s not summer if your tongue isn’t purple.”
Calvin & Hobbes

"Weekends don't count unless you spend them doing something completely pointless."
Calvin & Hobbes


Wow, look at the grass stains on my skin. I say, if you knees aren’t green by the end of the day, you ought to seriously re-examine your life.”
Calvin & Hobbes

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Si echáis un vistazo a los enlaces a la izquierda de este blog, podréis constatar que soy una gran fan del cómic. Entre mis preferidos, está "Calvin & Hobbes" de Bill Watterson, obra cumbre de la filosofía gráfica de todos los tiempos. Calvin & Hobbes saben apreciar el verano como se debe, he ahí la razón por la que la entrada de hoy intenta hacerles honor.

Un poquito de sabiduría Trivial Pursuit: el verano meteorológico en el hemisferio norte empieza el 1 de junio (la primavera, el 1 de marzo; el otoño, el 1 de septiembre; el invierno, el 1 de diciembre). Esto se decide principalmente por medio de estadísticas, ya que todas las estaciones duran lo mismo según el calendario. Una excepción: el invierno, que cada cuatro años tiene un día más.

El verano astronómico empieza en el preciso momento en el que el Sol está en su punto más alto en el cielo (esa es la razón por la que oímos en las noticias "el verano empezó ayer a las 14:27...").

A la inversa, el invierno comienza cuando el Sol está en su punto más bajo y la primavera y el otoño están en pleno centro. Las fechas cambian todos los años porque la órbita de la Tierra es elíptica y no gira exactamente sobre el mismo eje. Todo esto era para refrescar esos cursos de EGB (primaria) que se nos han quedado en el olvido, que ya nos vamos haciendo mayores.

Hoy, 20 de junio, empieza el verano astronómico. Los indicios son inconfundibles: monsieur M. en camisa de manga corta, ligeramente desabotonada (ligeramente, ¿eh? que en esta casa imperan el glamour y el buen gusto), lo justo para mostrar un poco de viril y peludo pecho, con, eehm, viril polo de naranja en la mano.

Es oficial: me declaro lista para el verano.

jueves, 19 de junio de 2008

Fresas de junio

Monsieur M., que viaja muy a menudo por todo Québec, de vuelta a casa ha parado hoy en uno de esos puestillos que ponen los cultivadores al borde de la carretera, delante de sus granjas, y me ha comprado algo estupendo: las primeras fresas de junio.
En Québec hay dos tipos de fresas en los mercados: las grandes, gordas como si estuvieran hinchadas con esteroides, fotogénicas fresas de California, que son todo apariencia y luego decepcionan cuando se les da el primer mordisco porque son secas e insípidas; y las fresas de Québec, pequeñas, modestas, una auténtica sorpresa para el paladar, no son muy dulces porque el poco tiempo en el que maduran no lo permite, son frescas, jugosas, pura primavera que explota en boca. Me recuerdan mucho a las fresas silvestres, si las habéis probado alguna vez estoy segura de que no habréis olvidado el sabor (ni el olor).
Imagino que las fresas de Salzburgo deben de parecerse un poco. También son fresas del norte.

Y con nata montada... no hace falta nada más para ser feliz.

miércoles, 18 de junio de 2008

Curry rojo de pescado a la tailandesa

Ayer preparé un curry rojo a la tailandesa , compré la pasta de curry ya preparada, así que este plato se hace en un periquete (esta medida, el periquete, ¿será sistema métrico, o imperial? Curiosidad del día : se ve que sólo los países más "avanzados" han mantenido este sistema contra viento y marea: el Reino Unido, insulares hasta el final, los Estados Unidos, Liberia y Birmania. Revelador).

Como yo tengo muchas escamas (es una expresión de mi madre que siempre me ha parecido muy graciosa), es bastante lógico que en lugar de con pollo me apeteciera más cocinarlo con pescado. No era la primera vez que lo hacía así, ya lo he preparado alguna vez con pangasius (una subespecie de catfish o bagre, un pescado asiático que no conocía antes de vivir aquí, de carne y sabor muy delicados) pero sí la primera que lo hacía con aiglefin.

Normalmente no me paseo por el super con el diccionario, y aunque me considero bilingüe, los nombres de pescados siempre me dan quebraderos de cabeza. Dentro del mismo país ya cambian, según la región, y los diccionarios de francés, normalmente editados en Francia, no están siempre al día en lo que a las variantes quebequesas se refiere. Así que nunca tengo una idea muy exacta de lo que estoy comiendo.

Eso me pasa por no buscar en el diccionario : aiglefin es abadejo, el único pescado que detesto por insípido, se diría que su insulsez se contagia a todo el plato, absorbiendo los demás sabores.

El plato no fue un fracaso total, porque el curry rojo tiene un sabor tan pronunciado que podría despertar a un muerto (o al menos, darle muy buen sabor :-). Aquí va la receta.

lunes, 16 de junio de 2008

"Sex & the City"

Este viernes pasado finalmente pudimos coincidir al menos tres amigas e ir al cine a ver "Sex & The City". Personalmente, no creo que "Sex & the City" sea exclusivamente "para chicas", pero en la sala de cine era evidente que la mayoría del público era femenino. De ahí lo de que ya me lance y escriba esta entrada en rosa Barbie.

Descubrí esta serie bastante tarde, en el canal ABC, en el que echan un capítulo todas las noches entre semana a las once (hora muy tardía por estos lares) desde hace años. La descubrí en una época en la que echaba muchísimo de menos a mis amigos españoles, así que este programa se convirtió en una especie de amigo sustituto. Patético, pero cierto. Me enganché casi instantáneamente, por los diálogos agudos, el humor inteligente y el tipo de personaje femenino, hasta ahora nunca visto en televisión.

Las protagonistas en esta serie son las mujeres, y por una vez son mujeres fuertes e independientes, y no ejercen de meras comparsas del héroe masculino. Tampoco voy a desbarrar y decir que la serie es muy realista y pinta un retrato de la mujer contemporánea, la mujer contemporánea media suele tener un sueldo inferior al hombre contemporáneo medio por el mismo trabajo, y es raro que dicho sueldo le dé como para comprarse zapatos a 500$ (USA o CA); la mujer contemporánea tiene suficiente con conseguir que le den un curro obviando el hecho de que puede concebir, y las pasa canutas intentando que el hombre contemporáneo recuerde que el retrete no tiene aún un chip electrónico que lo mantiene limpio automáticamente, y que tampoco tiene el nombre de la mujer contemporánea en cuestión grabado en la taza como indicativo de que ella es el único ser humano de la casa capaz de limpiarlo.
En fin, que en Montreal o cualquier otra gran ciudad norteamericana o europea, quizás sí que algunas privilegiadas se reconozcan en este nivel de vida, pero la mayoría de la población femenina del planeta no puede decirse que se vea reflejada en estos personajes. Pero una buena parte de la población femenina de Occidente, de menos de 50 años sí, dinero aparte, de ahí el inmenso éxito de la serie.

No sé si la peli se ha estrenado en España, y no quiero reventársela a los que no la han visto todavía. Sólo diré que, aparte de unos cuantos golpes divertidos y una trama argumental que toca la fibrilla sensible, esta película es una versión muy inferior de la serie. Los diálogos han sido deslavados de la mordacidad y la falta de pudor de los de la serie, imagino que para permitir una clasificación "para mayores de 13" en USA y Canadá. Y los personajes son de un vacío y un superficial que consterna, mientras que en la serie, a pesar del tono frívolo, se mantenía un fondo de humanidad y reflexión sobre las relaciones entre hombres y mujeres. En la peli los zapatos se han vuelto más importantes que las ideas, y es una pena.

Y que conste que yo no tengo nada contra los trapitos, es más, la moda que aparecía en la serie me chiflaba. Pero para mantenerme pegada a la pantalla necesito algo más de sustancia que un vestido de Vivienne Westwood. Por muy fantástico que sea.

Tampoco quiero aguaros la fiesta. Si habéis sido fans de la serie, como yo (figura en mi podio de series preferidas de todos los tiempos, junto con "Doctor en Alaska" y "Twin Peaks"), disfrutaréis del espectáculo, porque no es otra cosa. Si no habéis visto nunca la serie, os recomiendo gastaros el dinero que pensabáis gastaros en el cine alquilando una temporada o dos.


En cuanto al libro de Candace Bushnell en el que está basada la serie, lo leí, y francamente, no se lo recomiendo a nadie. Ésta es una de esas raras veces en las que el arte de los guionistas ha superado con creces al del novelista inicial.

Os dejo con unos cuantos extractos de diálogos de la serie. Y ya que esto va un poco en plan fan club, os animo a contarme cuál de las cuatro chicas es vuestro personaje preferido, y por qué (mm, ¿identificación? :-): ¿La desvergonzada y sin complejos Samantha? ¿La ingeniosa Carrie? ¿La conservadora e inocente Charlotte? ¿O la cínica Miranda?. Y a adivinar cuál es el mío. Lo del por qué... me temo que no es asunto vuestro ;-) Pero siempre podéis hacer conjeturas...



Duncan: "I'm just one of those weird male aberrations who prefers to be married. I like stability, I like routine. I like knowing there's people waiting for me at home. I guess that makes me sound pretty dull."

Miranda: "Are you kidding? You're the heterosexual holy grail."


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Samantha (to the girls): "I think I have monogamy. I caught it from you."

Carrie: "Yes, it's airborne."


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Charlotte: "Oh my god."

Samantha: "Well at least you weren't stood up."

Miranda: "35 and they're dying. We should just give up now."

Carrie: "Well, on the bright side, this could explain why they don't call back."

Samantha: "Hmm."

Charlotte: "How did he... ?"

Miranda: "Heart attack."

Samantha: "Oh."

Miranda: "At the gym."

Carrie: "See, this is why I don't work out."


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Charlotte: "I just know no matter how good I feel about myself, if I see Christy Turlington, I just wanna give up."

Miranda: "Well, I just want to tie her down and force feed her lard, but that's the difference between you and me."

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sábado, 14 de junio de 2008

Ensalada de pasta

Acerca de las sobras se ha dicho:
"Mi esposa hace cosas maravillosas con las sobras de comida. Las tira."
Herb Shriner
"¿Tiro estos tomates picados que han sobrado, o los meto en un tupper para tirarlos más tarde?"
Monsieur M.
Cuando el calor y la pereza aprietan, miro todo lo que sobra por el frigo, pongo dos o tres huevos a cocer, monsieur M. a picar, y nos salen esas ensaladas "a-todo-lo-que-había-por-la-nevera", como ésta. Con queso bocconcini, tomates, pimiento rojo asado, pimiento naranja (no sé si se encuentra en España, aquí hay pimientos de todos los colores), atún, aceitunas, alcachofas, alubias -judías- blancas, huevo duro y vinagreta de ajo, vinagre de vino, pesto de tomates secos y el aceite infusado de tomate que me quedó de hacer mis espaguetis con tomates confitados. Todo eso. Porque empieza a hacer calorcito. Yeah.

viernes, 13 de junio de 2008

Día Internacional del Tejido (...en público)

Siempre me entero de estas cosas oyendo las noticias por la radio, pena porque a los lectores españoles no os deja mucho tiempo para celebrarlo, dada la diferencia horaria.
Hoy es un día internacional especial, en el que una actividad muy íntima, que normalmente practico en casa a escondidas, procurando que no me vea nadie, va a ser practicada en público, en pleno día... ya estoy oyendo desde aquí los engranajes de vuestras mentes obsesas y poco imaginativas... hablo de tejer. Hoy es el Día Internacional del Tejido en Público. Aún estáis a tiempo de llamar a un grupo de amigos (sí, sí, también hay hombres que hacen punto), agarrar una botellita de agua y una manta e ir a sentaros al parque a darle a las agujas y al ovillo. En Francia, Estados Unidos y Canadá se han organizado sentadas en los parques, y esta tarde me voy a dar una vuelta para mostrar al mundo que tejer no es solamente una actividad de abuelas.
Ya os contaré en otro momento como llegué a aficionarme a esto. de todas formas la historia no es apasionante, que se diga.

Por el momento, os hablaré sólo de que en el Canadá anglófono, tejer se ha convertido en una actividad in y "buen rollito" para chicas jóvenes, se comprende que en este país haga furor por aquello del clima. No vayáis a creer que tejer sigue siendo una actividad trivial y solamente femenina, hay hombres que se lo toman muy en serio. Hasta los personajes más conocidos ha sucumbido al calorcito de la lana. En el Canadá francófono es quizás un poco menos popular, no hay grupos organizados. Aunque no hace tanto tiempo que las familias numerosísimas del Quebec ultracatólico de los años 40 y 50 enseñaban a tejer a todos los retoños de la familia, sin distinción de sexos. La ropa de abrigo era necesaria, el dinero no abundaba y toda contribución era útil.

Ojo, tejer ya no es hacer aquel jersey deforme que te regaló tu tía Carmela con muy buena intención, aquel que para poder ponértelo había que untarse la cabeza de vaselina porque tu tía no pensó en dejar una abertura suficiente; tampoco es hacer aquella bufanda que picaba torturadoramente y que tu madre te obligaba a ponerte porque la abuela te la había hecho con mucho amor. Los aficionados al teje-teje hoy son diferentes, así que tejen cosas diferentes. Como pelucas de la princesa Leia, o marionetas de dedo de Audrey Hepburn.

Lejos quedan aquellos días de la Segunda Guerra Mundial, en los que las mujeres voluntarias en la Cruz Roja americana tejían calcetines para los soldados utilizando lana reciclada, para la campaña "Knit your bit". El sitio web del Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial de Nueva Orleans habla de esta popularización del tejido en tiempos de guerra:

"Knitting during World War II On the Home Front during World War II, knitting served as one more way Americans could support the war effort. The November 24, 1941 cover story of the popular weekly magazine Life explained “How To Knit.” Along with basic instructions and a pattern for a simple knitted vest, the article advised, “To the great American question ‘What can I do to help the war effort?’ the commonest answer yet found is ‘Knit.’” Thousands of Americans picked up their needles to knit socks, mufflers, and sweaters to keep American soldiers warm and provide them with a home-made reminder of home.

Many of those knitting items for soldiers during World War II had Knit for Victory as children or young adults during World War I. Knitting provided warmth and comfort for the soldier and therapeutic distraction and a sense of civic participation for the knitters. First Lady Eleanor Roosevelt was often photographed knitting for the war effort or at least carrying her voluminous knitting bag. In the evening listening to war news on the radio, idle hands were turned to service as Americans once again knit for victory.

The Red Cross supplied patterns for sweaters, socks, mufflers, fingerless mitts (which allowed soldiers to keep their hands warm while shooting), toe covers (for use with a cast), stump covers, and other garments. Cold, wet, sore feet were the enemy as surely as German or Japanese troops. Socks wore out much faster than sweaters, and needed changing many times more frequently. These were to be knitted in olive drab or navy blue wool yarn. Surviving patterns show that these knitting patterns were typed and retyped with carbon-paper copies and shared among the knitters. Many knitters chose to knit the same item in the same size again and again so that they could memorize the pattern and produce pieces more quickly.

“The Navy needs men, but it also needs knitters” newspapers cried. Church basements, school lunchrooms, and members-only societies all had knitters busily clicking their needles. Their handiwork was destined to warm and protect, and fated to suffer with the soldiers. After the war, some knitters dropped their needles for good. Others kept on knitting throughout their lives in a wide variety of colors – any color, many swore but Army-issued khaki or olive drab!"

Hala, a vuestras labores.

jueves, 12 de junio de 2008

Están locos, estos romanos (II)

"Yo, personalmente, me mantengo alejado de los alimentos naturales. A mi edad necesito todos los conservantes que pueda conseguir."

George Burns
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Un misterio quebequés que me intriga:

¿Por qué uno de los refrescos "nacionales" de Quebec, la bière d'épinette o spruce beer (literalmente, cerveza de pícea, o como se dice en España, de abeto) sabe y huele de una forma que me recuerda mucho al "Vim limpiahogar"? (No, no le he dado un tiento al bote de Vim, pero sólo por el olor, me imagino cómo sabe).

Sé que el origen de este refresco es una bebida elaborada por los indios, bebida que salvó a los primeros franceses llegados a Québec del escorbuto. Se preparaba fermentando agujas de abeto. Si queréis saber cómo se prepara en casa (la receta está en francés), pinchad aquí. Os advierto que creo que el tipo de abeto utilizado, la pícea, no existe en España, no tengo ni idea de si el abeto común de allí es comestible. Así que, una vez más, no me hago responsable de posibles intoxicaciones. Que no se diga que este blog es una incitación al envenenamiento.

El sabor y aroma artificiales del refresco industrial actual deben de ser los mismos que utiliza la marca Vim, si no, no me explico el parecido. Por eso soy incapaz de apreciar esta delicacy de las bebidas quebequesas... un refresco con sabor a pino.

Están locos, estos romanos.

martes, 10 de junio de 2008

Rhubarb crisp / Croustade à la rhubarbe

Esta semana, impaciente por empezar a hacer recetas que suenen a buen tiempo, a calor y a tarde de verano, he preparado un rhubarb and strawberry crisp, o croustade à la rhubarbe et fraises. "Ruibarbo y fresas en costra", vaya. En inglés europeo también se suele llamar a estos postres con costra de avena crumbles.

Las fresas eran de California, y tenían una pinta tan bonita que me mandaron mi habitual boicot USA a tomar vientos. Y es que ya sabéis que yo tengo la ortodoxia bastante anémica, y la filosofía bastante fofa. Un cesto de fresas bien rojas, y olvido todas mis convicciones. Menos mal que no ejerzo ningún cargo público, se me podría corromper con una buena caja de bombones. Como decía Groucho Marx, "Éstos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros".

He aquí la receta. Su pasmosa facilidad es aún más pasmosa cuando se prueba el resultado, delicioso. Espero que sirva para reconciliar a una amiga con esta planta tan rica.

El ruibarbo era congelado (la temporada aquí es hacia el final del verano, en agosto). Esta verdura (porque es una verdura, aunque se cocine como fruta), se congela muy bien, ya cortada. También es muy fácil de cultivar, para los amigos españoles que tengan dificultades para encontrarla. Sólo debéis recordar que la única parte comestible es el tallo, -que se parece bastante al del apio, pero con un color rosa espectacular-, las hojas son tóxicas.

Utilicé muy poca azúcar, éste es uno de esos raros postres en los que cambiar bastante las cantidades de azúcar no afecta demasiado a la textura. Y en lugar de mantequilla, hice los "grumos" de avena con aceite de canola. La acidez natural del ruibarbo, y el hecho de que las fresas son primaverales y no veraniegas, hicieron que casi tuve que añadirle un chorrito de sirope de arce al servirlo.

A mí me gusta servirlo caliente, con una bola de buen helado de vainilla. El helado se funde al mismo ritmo que el corazoncito de mi quebequés de marido cuando le sirvo este postre. Si un día necesito pedirle algo terrible, como que me done un riñón o que cambie el color de las puertas de armario que se ha tirado dos días repintando, le plantaré primero un plato delante.

Monsieur M. recibió este postre con ovación. Y vuelta al ruedo.