"Christmas is a time when you get homesick - even when you're home." ~Carol Nelson
"Aren't we forgetting the true meaning of Christmas? You know… the birth of Santa."
- Bart Simpson
"I once bought my kids a set of batteries for Christmas with a note on it saying: toys not included."
-Bernard Manning
En una de esas fútiles reflexiones a las que me lanzo cuando tengo cosas más importantes que hacer, como terminar mi tesina o limpiar el cajón de arena de mis gatos (nótese que encuentro las dos tareas a un nivel de amenidad muy semejante), andaba yo pensando, con mi poderoso intelecto que un día (no sé muy bien cuándo) revolucionará el mundo de la lingüística, que la Navidad es, efectivamente, un sustantivo (o nombre, yo es que ya estoy un poco mayor) propio femenino. Y no es mera casualidad.
Tras diez navidades en compañía de mi bigfoot de marido, (por lo robusto y legendario, no por lo simiesco, eh, chéri?), en este gran congelador que es el Quebec, empiezo a sospechar que la Navidad tiene que ser a la fuerza femenina, porque de lo contrario, toda la maldita fiesta se hundiría. (Bueno, vale, igual exagero. Pero si no exagero, no hay historia.)
Antes de que los caballeros que me leen (y me consta que hay alguno que otro) se rasguen las vestiduras y se suban por las paredes (por ese orden, porque hacer todo al mismo tiempo es casi imposible) ante mi afirmación, permítanme exponerles en qué me baso para soltar una afirmación así de sexista. Primo, y aunque parezca que desbarro, tiene relación con el tema: hace ya tiempo que mencioné que monsieur M. es profundamente alérgico a ir de tiendas. Secundo, la puesta en contexto: una semana antes de Navidad. El salón de la barraquita montrealesa. La autora de este blog anda desenredando las luces del árbol.
Al mismo tiempo, vigilo las galletas en el horno (para la merendola comunitaria anual del trabajo), mientras intento que el gato Alfonso (de Alfonso X, más conocido en esta casa como Alfonso X el Gordo) no muera asfixiado -o peor, vomite- tragándose el lazo de los regalos que están a medio envolver encima de la mesa, mientras una colada de ropa -para llevar a casa del cuñado, en la expedición campestre anual por Nochebuena- da vueltas en la secadora (esto no es porque mi legítimo no sepa poner lavadoras, sino porque piensa que una camiseta de promoción de cerveza Boréale es de lo más elegante para la cena de Nochebuena, así que en las ocasiones importantes, oh-dios-mío-me-he-transformado-en-mi-madre: sí, lo hago, le preparo la ropa en kit, porque él es zen y no está al corriente de mundanos detalles como calcetín blanco con rayas azul y roja + elegante pantalón gris marengo = nononono). Simultáneamente, escribo la lista de cosas (y de comida que toca preparar) para llevar a dicha velada, mientras subo unas fotos para que la familia española pueda verlas en Flickr y aliviar a Santa Madre su nostalgia navideña. Tooooma multitarea. Golpes vigorosos en la entrada (en Quebec, uno se sacude las botas de nieve antes de entrar, es un gesto de quebequés de "pura lana"). Monsieur M. entra, con una vaharada de frío, y se quita las botas dejándolas en la bandeja de la entrada. Mientras cuelga la parka, el gorro y los guantes, veo que ha depositado una minúscula bolsa de papel encima del banco del pasillo.
Esposa Irritable (servidora), sale al pasillo arrastrando una ristra de bombillas cual bata de cola, y con Alfonso tironeando del cable con los dientes (si esta casa arde durante las vacaciones, ya sabemos de quién es la culpa) : -"¿Ya estás de vuelta? Has batido récords de velocidad en compras navideñas."
Monsieur M. (de buen talante, grandote, afable cual Papá Noel de la Salvation Army, pero un poco más sexy, caramba): -"He terminado, así que estoy de vuelta. Y tengo hambre."
Esposa Irritable (luchando con una mano para que Alfonso suelte el cable, y con la otra levantando la diminuta bolsita de papel): -"No me digas que esto es todo."
Monsieur M., metiendo la parka en el armario, con su acostumbrado buen humor inalterable, que puede volver irrazonable a cualquiera: -"Ahá."
Esposa Irritable, ahora con una pizca de incredulidad en la voz: -"Has tardado exactamente una hora y treinta y cinco minutos para hacer tus compras navideñas. Incluyendo la media hora de ida y la media hora de vuelta al centro. Y los diez minutos de ida y vuelta a pie al metro."
Monsieur M., asintiendo con la cabeza, con aire satisfecho de sí mismo: -"A-há."
Esposa Irritable, con tono ligeramente acusador: -"Has tardado veinticinco minutos en hacer las compras de Navidad."
Monsieur M., abombando un poco el pecho, orgulloso: -"Yesssss, madame. De hecho, han sido veinte minutos, porque he parado en el Tim Hortons para comprarme un café. Y había cola."
Esposa Irritable, sintiéndose ligeramente más irritable, mientras desengancha las afiladas garritas de Alfonso -que no distingue bien dónde termina el cable y dónde empieza mi pierna- del pantalón : -"Imposible que te haya dado tiempo a comprar todo. No con la estampida que tiene que haber recorriendo las tiendas una semana antes de Navidad. Porque estaremos en crisis, pero ayer pasé por el centro comercial y la gente compraba como si se acabara el mundo. ¿Le has comprado el regalo a tu madre?"
Monsieur M., distraído, dirigiéndose a la cocina: -"Mais oui. Hey, huele bien."
Esposa Irritable, en pleno modo interrogatorio: -"¿Y a tu hija?
Monsieur M. se palmea sonriente el bolsillo de la camisa, con aire de deber cumplido: -"Ouais. Cheque regalo. El regalo que nunca defrauda. Sobre todo cuando tus hijos son mayores de 25. En la oficina de información del mall, justo a la entrada. Dos minutos. Y no pesa."
Esposa Irritable, aún escéptica: -"¿Qué le has comprado a tu madre? ¿Unos palos de golf? Porque la tienda de artículos de golf es la primera tienda que hay al bajar del metro en el centro. Que nos conocemos. Y ya sé que soy poco delicada, pero tu madre está en silla de ruedas. "
Monsieur M. tararea "Mon beau sapin" mientras mete la cabeza en el frigorífico : -"La primera tienda es una tienda de zapatillas de deporte. Así que le he comprado unas Nike. Por si los milagros navideños. Quién sabe, a lo mejor después de ver la misa del gallo por la tele se levanta y se pone a esprintar por todo el pasillo de la residencia."
Esposa Irritable, sacando la lengua: -"Ja. Ja."
Empiezo a fisgar en la bolsita de regalo. Retiro el papel de seda y saco una bufanda. -"¿Esto es el regalo de tu madre?"
Monsieur M., volviendo la cabeza del frigo, con expresión ligeramente ofendida: -"Sí. Le gusta ponerse bufandas, o chales, o, euh, cosas en el cuello. ¿Qué pasa? ¿Te parece fea?"
Esposa Irritable, patinando (en el sentido metafórico en el que se utiliza en Quebec, es decir, intentando arreglar la falta de tacto lo mejor que se puede): -"No, no. Es, ehm, original." (con tono que rezuma, a mi pesar, "espero que hayas guardado el recibo") "¿No había de otro color en la tienda?"
Monsieur M., mirándome como si estuviera hablándole en un idioma desconocido: -"¿Otro color? No sé."
Esposa Irritable, con la incredulidad aumentando de nuevo en la voz: -"¿Otro estampado?"
Monsieur M., pedazo de queso en ristre: -"No sé, no he mirado si había estampados diferentes."
Esposa Irritable, con una pizca de desesperación en la voz, que vale lo de ser zen, y haber eliminado el apego, y vivir sin dar prioridad a lo material, pero coño, un poco de sano sufrimiento navideño: -"¿Otros modelos de bufandas? ¿O de chales que pudieran gustarle más? ¿Otra cosa?"
Monsieur M. la incomprensión manifiesta en la cara: -"No sé. No he mirado otras cosas."
Esto es lo que pasa cuando una tiene como compañero a un hombre que ha crecido en una cultura protestante, y que desconoce el "ganarás el paraíso navideño con el sudor de tu frente -y del resto de tu cuerpo, cubierto por una parka pensada para estar fuera, a 30 bajo cero- en las tiendas abarrotadas, con una peregrinación absurda y malhumorada en horribles centros comerciales y con el maltrato de tu tarjeta de crédito". Y es que, aunque de tradición católica, los quebequeses han vivido durante siglos lo bastante cerca del protestantismo como para no creerse ese camelo de que hay que sufrir para ganarse el cielo.
Esposa Irritable, la incredulidad rayando el 8 en la escala de Richter: -"¿En otras tiendas?"
Monsieur M. : -"No he entrado en ninguna otra tienda."
Esposa Irritable, la voz ligeramente estridente: -"¿Quieres decir que realmente le has comprado el regalo en la primera tienda en la que has entrado?"
Monsieur M., cortando pan: -"La segunda. Recuerda el café. El cheque regalo no cuenta, no era una tienda. Eficaz, ¿eh? He entrado en la tienda, he visto una bufanda bonita, la he agarrado, he ido a la caja y he pagado. Pim, pam. Hecho. No sé por qué la gente se complica tanto la vida en Navidad. " Muy ufano.
Esposa Irritable, los ojos saliéndoseme ligeramente de las órbitas, enrollándome la ristra de bombillas al cuello para poder abrir el horno: -"Pim. Pam. Ya." " ---." "E imagino que lo tendré que envolver yo."
Monsieur M. mordisqueando el bocata con buen apetito, apoyado contra el mostrador: -"Me han ofrecido envolverlo y he dicho que no, porque sé que a tí te gustan esas cosas. ¿Tenemos tarjetas de Navidad por ahí? Para acompañar al cheque regalo. Y para mandar algunas."
Esposa Irritable, sobresaltada, enderezando la bandeja a tiempo antes de que se caigan todas las galletas: -"¿Todavía no has mandado tus tarjetas? Socio, creo que a estas alturas tienen más garantías de llegar a tiempo a lomos de reno."
Monsieur M., con la boca llena de bocata de queso: -"Mmpfbgrf. De todas maneras, la gente no se fija en esos detalles. La intención es lo que cuenta."
Esposa Irritable (ahora soy yo la que lo mira como si hablara en un dialecto desconocido): -"Regálale a tu madre un juego de palos de golf, y ya me contarás si ha tenido en cuenta la intención. De lo que estoy segura, es de que ella tendría la firme intención de romperte uno en la cabeza."
Monsieur M. me mira, con cara de oso polar degollado (lo del cordero no funciona en estas latitudes, y menos con su tamaño).
Esposa Irritable: -"A mí no me camelas. Tú lo que quieres son galletas calentitas. Son para el trabajo. Y voy a tener que terminar inventándome un mensaje navideño sentido y personal. Que te veo venir. "
Monsieur M. sigue clavándome la mirada. Juro que es capaz de hacer que le titile la pupila como en los dibujos animados de "Candy, Candy".
Esposa Irritable, claudicando, mordiendo una galleta y pasándole la bandeja: -"Pfff."
Total, lo importante es que terminemos la historia caminando juntos hacia la puesta de sol, cogidos de la mano. Aunque yo tenga la otra mano ocupada con bolsas de regalos, recibos, un boli y tarjetas aún no escritas.