Si hay algo que caracteriza la vida canadiense y norteamericana en general, es el tamaño. Todo es grande, más grande. Think big.
Ya sé que esa última frase, escrita bajo la fálica foto de unos calabacines, puede resultar ligeramente subliminal, pero no os hagáis ilusiones: esto es un blog culinario, para las cochinadas no tenéis más que buscar en Google "Johny Boy and his huge zucchini" o algo similar, y podréis hacer otro tipo de lectura. Esto de Internet se está poniendo terrible. Un día estaba yo buscando material para mis clases, cuentos, concretamente, escribí en un motor de búsqueda "Jack y sus habichuelas mágicas" o algo así, y caray, no me esperaba yo ver tanto primer plano de las habichuelas de Jack.
Ejem, a lo que estábamos, decía que aquí todo es más grande. Los coches son más grandes, ver en las carreteras pickups , furgonetas y Hummers es normal. Las casas son más grandes. Los electrodomésticos son inmensos, grandes como coches de los años cincuenta, las cocinas parecen trasatlánticos varados en la playa, al lado de frigoríficos gigantescos.
Acostumbrada a coches diminutos, a las minúsculas cocinas de los pisos españoles, cuando llegué aquí la escala de las cosas me sorprendió.
Las raciones son desmesuradas, los platos son como bandejas, los cafés interminables, quizá por eso la gente obesa es también más obesa (aunque la epidemia de obesidad todavía no ha llegado de lleno a Quebec, donde la gente aprecia la buena cocina más que en el resto del país, al menos esa es mi impresión). En general, bigger is better en norteamérica. Hay resturantes que anuncian "la mayor pizza de Montreal" y no la mejor.
Esta obsesión con el tamaño, con obtener más cantidad - y no necesariamente más calidad- por tu dinero, me recuerda a esa broma en una de mis películas favoritas de Woody Allen (del que soy una gran admiradora), en "Annie Hall", en la que cuenta cómo ve él la vida. La vida según Woody es lo mismo que la comida de dos viejecitas en un restaurante, en la que una le dice a la otra : "La comida en este restaurante es horrible". Y su amiga le responde : "Ya lo creo. Y las raciones son tan pequeñas...".
Si os interesa esta parte del continente americano, hay un librito (que me recomendó una buena amiga) escrito por el sociólogo Vicente Verdú, fruto de su estancia de algunos años en Estados Unidos, en el que analiza desde un punto de vista ibérico los grandes rasgos de la vida en norteamérica. Se titula "El planeta americano" (1997), y recibió el premio Anagrama de ensayo. Que la palabra ensayo no intimide a nadie : está escrito de una manera informal, y es muy ameno de leer. Si bien no se puede extrapolar por completo a Canadá, tiene numerosos puntos en común.
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Como siempre, los angustiados crónicos empiezan a temer una falta de relación entre mi título -y sus calabacines, con perdón- y el contenido de esta entrada. Que no cunda el pánico.
Todo empezó cuando monsieur M., -zen él, pero norteamericano en el alma-, decidió que había que hacerse socios de Costco, una de esas gigantescas cooperativas (como es Makro en España), en la que uno paga para obtener el derecho de comprar. Dicho así suena como una mentecatez, y cuando lo medito detenidamente, me sigue dando la impresión de que somos un poco majaderos, pagando por comprar.
Monsieur M. no se estaba dejando llevar por una fiebre consumista, no, que él medita y lleva toda la vida eliminando el apego. Lo que le interesaban eran las fantásticas rebajas en esas herramientas de bricolaje que usa él para demoler paredes y cambiar la geografía de la casa hasta que yo necesite un mapa para ir al cuarto de baño. Se propone seguir reformando la casa hasta que esto se parezca al Escorial, y durante el mismo lapso de tiempo.
El caso es que yo le acompañé, y descubrí un mundo en el que la harina se compra por costales de a 25 kilos, los paquetes de cereales sirven para alimentar a una familia que desconozca por completo los métodos de contracepción, y en el que es imposible comprar un litro de leche, porque te venden un camión cisterna. Empezaba yo a desesperar de poder encontrar nada que echarme al carro, cuando vi la sección frutas y verduras: al fin. Me animé con un paquete de calabacines mexicanos (viva México), de a tres kilos el paquete.
Una vez en casa, sin más bocas que alimentar que la mía y la de monsieur M., me di cuenta de que tres kilos de calabacín es mucho calabacín. Y de que esta verdura se congela fatal. Y de que a mi señor marido la mencionada cucurbitácea tampoco es que le apasione.
Así que hemos pasado una entrañable semana comiendo crema de calabacín, tortilla de calabacín, soufflé de calabacín, muffins de calabacín, de los que daré la receta en "próximos episodios", y tarta salada de calabacín y roquefort, hela aquí.
En lugar de masa quebrada, que no me apetecía hacer en ese momento, y cuya versión industrial precocinada es bastante "atasca-arterias", probé a hacerla con pasta filo ( o masa phila) congelada -atajo don't make it, fake it-, una alternativa mucho menos grasa a la masa quebrada o al hojaldre congelado.
El único problema que presenta esta práctica masa es que los rollos congelados que se venden aquí contienen muchísimas hojas, y teniendo en cuenta de que en esta receta sólo se usaban cuatro y de que el resto de masa no se puede volver a congelar, me tuve que lanzar a hacer empanaditas de jamón y queso de pasta filo, strudel de manzana de pasta filo, bocaditos de aceituna y queso de cabra de pasta filo, empanaditas de atún de pasta filo y bocaditos de salsa pesto de tomates y queso con pasta filo. Es que esta pasta cunde que es una barbaridad.
Como aún me quedaba pasta, y yo no tiro nada, que soy estudiante, estaba ya pensando en envolver a uno de los gatos en pasta filo, cuando llegó monsieur M. y me cogió por los hombros : -"Cariño, esto tiene que cesar. ¿Por qué no te sientas un rato y te escribes medio capítulo de la tesina?"
Pero él lo dijo en francés, que suena aún más razonable. Terminé tirando el resto de pasta filo.
La tarta estaba muy buena, pero creo que en lo sucesivo me limitaré a comprar las verduras en el supermercado, tampoco es cuestión de divorciarse por culpa de una sobredosis alimentaria. Ultimamente, cuando llamo a monsieur M. a la mesa, se le pone una mirada un poco extraviada.
Os dejo, que tengo unos calabacines rellenos en el horno.
Definitivamente, a veces menos es más.
12 comentarios:
aaaajajajja, en francés que suena más razonable!!!!
Anda ponte a estudiar, que va a ser que el francés tendrá razón. Si te digo lo que he hecho hoy a propósito de la sobredosis alimentaria te va a gustar: rosquilletas, crema de guisantes, arroz caldoso, chapatitas para los bocatas. Estaba rendida.
Tengo un paquete de filo en el frigo y es buena idea esta tarta. A ver si la hago antes de que me caduquen la pasta.
Un abrazo.
Ana
Congela ese puré anda.... y si, escribe la tesina ya mismo.
Jajaja, ¿así que tienes un pongo de calabacines? Conozco una receta de mermelada de calabacines, aquí el link:
http://cafetito.mforos.com/228999/2310978-maricel-mermelada-de-calabacinos/
Nas, por si te da por dejar de escribir y volver a la carga...
¡Besos!
Me encanta el libro que mencionas de Vicente Verdú, mira, creo que me lo voy a releer ahora que lo mencionas.
Ah! esos supermercados tipo Wal-Mart donde los botes de mayonesa son de 15 litros mínimo...siempre me hacían pensar en el dicho "burro grande, ande o no ande", creo que lo define bastante bien. Aunque lo que más odio son los cafés (ya de moda por toda Europa) que parecen piscinitas, joer, que no hay manera de tomarse un cortado fuera de la tierra patria.
A mí me encanta el calabacín, en todas sus versiones. TODAS.
Para que no sobre pasta filo, y en el caso que en Montreal vendan obleas para hacer empanadillas, yo hago una tarta de verduritas varias (puedes hacerlo solo de calabacín) con las susodichas como masa.
Y queda rico.
Como fan del calabacín, no puedo menos que recomendarte probar la lasaña de calabacín y salmón (puedes encontrar la receta en la web de los supermercados Caprabo). Sencillamente sublime!
Ana y Sumire: no os preocupéis, me tomé una aspirina y respiré hondo, y ya se me ha pasado. No pienso volver a comprar en Costco nada perecedero.
Marona y Sara: qué buenas ideas. Igual me paso por el mercado y compro unos calabacines... Noooo, es brooma. Pobre maridito. Voy a darle un descanso.Pero tomo nota.
Lía: creo que para algo similar a un cortado, tendrás que buscarte un tascorro/café-bar de vejetes inmigrantes italianos, al menos aquí es donde sirven buen café. Y una se siente como en casa, porque ellos también miran el "fúrbo" en la tele con ojos vidriosos. En ausencia de café italiano, quizá uno turco...
Arantza: ¡ deja ya los calabacines, que te vicias!
Nada más que una sugerencia: ¿por qué no pruebas a hacer pisto?
A mí, me encanta porque me recuerda que ya llega el verano.
¡Ánimo con la tesina!
Txentxo.
Txen: Pisto, mmm... hace poco hice una ratatouille, que es la versión gabacha del pisto. Casi lo mismo, pero con berenjenas y hierbecitas... muy fácil de hacer, hasta una rata lo haría ;-) (lo digo por la peli, claro ;-D Para un par de buenos amigos que me quedan, tampoco es cuestión de ofenderlos. Por cierto, a ver cuándo nos visitas, que tenemos un mazo de sobras de calabacines. Besazos.
Jo, es que ser dos en un país donde las raciones son de a seis... y yo que me quejaba porque los yogures aquí me parecían grandes.
Nada, la próxima vez que te sobre pasta filo te marcas unos baklava ¡y gastas todas las láminas de golpe!
:D
Yo probé la dichosa tarta y estaba muy buena...
Yo probé a dichosa tesina y tengo indigestión!
DIXIT!
Ka: pues no había pensado en los baklava... imagino que tiene que haber alguna receta de pastelitos baklava con calabacín... :-)
María: está pro-hi-bi-do mezclar tesina y digestión, que sienta fatal. Se te echa de menos, me había acostumbrado a prepararte el desayuno y a darte tu barrita de cereales antes de ir a clase... ;-)
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