jueves, 26 de febrero de 2009

Un año cocinando peligrosamente


Hoy hace un año que empecé a escribir este blog. Para celebrar este aniversario, lo haré con una recomendación de lectura muy apropiada: "Julie & Julia: my year of cooking dangerously", o el título con el que se editó por primera vez: "Julie & Julia: 365 days, 524 recipes, 1 tiny apartment kitchen", relato semi-autobiográfico (semi, porque contiene una pizca de ficción) de Julie Powell. ¿Que por qué este libro es tan apropiado para la ocasión? Os cuento el argumento, creo que enseguida reconoceréis algunas similitudes, hasta el punto en que mientras lo leía pensé: "Mierda, se me ha adelantado". Os dejo adivinar cuáles son las similitudes, advirtiendo que quizás no sean las que parecen más evidentes:

Julie es una chica rozando los treinta, que vive en Nueva York con su marido, su novio de toda la vida. Trabaja como secretaria en currillos temporales que aborrece, y a pesar de su formación de actriz nunca ha intentado realmente encontrar trabajo como tal. Cuanto más tiempo pasa en la ciudad, más se pregunta qué demonios hace allí, por qué sigue trabajando en sitios nada interesantes y no intenta encontrar un trabajo en el que realizarse, en una ciudad que tiene la reputación de ser el centro de todas las oportunidades. A las frustraciones laborales hay que añadir la "decisión fatal": tener un hijo o no, decisión que siente como un peso que aumenta cuantos más años cumple, ya sabéis, el tictac tictac del reloj biológico y esas cosas.

En un momento de bajón, Julie se topa con un libro de cocina de Julia Child y un engranaje misterioso hace "click" y se pone en movimiento en su mente: Julie decide embarcarse en un proyecto absurdo y aparentemente tan desprovisto de sentido como de relación con sus problemas, decide cocinar en un año las 524 recetas que contiene el libro "Mastering the art of French cooking". Decisión aún más absurda dado que las capacidades culinarias de Julie son muy limitadas, es una comedora sumamente melindrosa (nunca ha probado un huevo) y se acaba de mudar a un apartamento con una cocina que apenas puede ser calificada como tal. Su marido, que la adora, no entiende nada, pero la apoya incondicionalmente, hace las compras más inverosímiles y ejerce de cobaya tragándose todo lo que Julie le pone en el plato, éxitos y fracasos. Julie documenta todo el proceso en un blog, que aunque ya no se actualiza, aún existe en la Red: "The Julie/Julia project".

Os copio un par de pasajes para daros una idea del libro, y de por qué me han gustado su humor y su enfoque un tanto, ehm, desenfadado de la cocina francesa, que coincide bastante con mi forma (compulsiva) de abordar la cocina:

(Receta Veau Prince Orloff): " I sliced the veal as thinly as I could, then stacked it back together again, one slice at a time, smearing mushroom filling on each slice as I went. I stirred some cheese into the warm velouté, then poured it over the veal. The veal now looked like some kind of wet beige footstool. I sprinkled some more cheese on top, and some more butter. My mother is a Texan and knows the value of cooking fats, but even she was horrified when she did a stick-of-butter count. The veal got thrown into the oven about half an hour before it was time to serve, just to warm through.

If you fed this veal to a racehorse, it would instantly drop dead of gastric torsion. Very good. Who cares if the roast is overdone, I think, when you've got that much shit on it?"

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"[...] He meant that sometimes you get a glimpse into a life that you never thought of before. There are hidden trap doors all over the place, and suddenly you see one, and the next thing you know you're flogging grateful businessmen or chopping lobsters in half, and the world's just so much bigger than you thought it was.

So that night I made my New Year's resolution, better late than never: To Get Over My Damned Self. If I was going to follow Julia down this rabbit hole, I was going to enjoy it, by God -exhaustion, crustacean murder, and all. Because not everybody gets a rabbit hole. I was one lucky bastard, when you came down to it."

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El libro de Julie acaba de ser adaptado al cine, y la película saldrá este año a este lado del charco. Mi tesina acaba de arrancar de nuevo (ninguna posibilidad de adaptarla para el cine, mataría de aburrimiento a la audiencia), esta vez espero terminarla (saldrá antes de junio, si es posible). Mi director de tesina me espera afilando el cuchillo en su despacho, y hace un año que me lancé a escribir, haciendo bollos de canela cuando lo que debería haber hecho ese día es escribir sobre una definición antropológica y etnológica de la cultura. Menos mal que él no parece ser un lector asiduo de blogs culinarios.

Gracias por estar ahí. (A tí también, Alfonso).

miércoles, 25 de febrero de 2009

Carnaval, carnaval


En Québec (capital, no la provincia), también se celebra el carnaval, desde hace ya bastante tiempo. La fiesta acaba de terminar, este año no hemos ido, pero quería mostraros imágenes de un carnaval muy diferente del que se celebra en otros países con un clima más clemente. Imágenes que he tomado prestadas de sitios turísticos y algún que otro periódico, de los que no he escrito el nombre ni el enlace porque aún no me he tomado el cafelito mañanero, porque la mayoría no mostraba el nombre del autor de la foto (que es el que realmente merece ser mencionado), porque en su mayor parte son promocionales, y porque creo que todos tenemos suficiente publicidad en nuestras vidas sin que yo tenga que añadir más.

No voy a negarlo, también tiene sus ventajas el poder mostraros fotos de exactamente las mismas atracciones que hubiera fotografiado yo, sin tener que helarme los dedos cada vez que me quito la mega-manopla para poder apretar el botón. Sin mencionar que cada vez que me paro para tomar una foto exterior en invierno, mi acompañante me dirige una mirada llena de exasperación y de hipotermia.

Curiosamente, los disfraces no forman parte de este carnaval, probablemente porque la temperatura no lo permite (habría que disfrazarse de cosas realmente enormes, que pudieran cubrir la parka... ¡todo el mundo vestido de balón de fútbol!). Los disfraces son más populares en Halloween, fiesta que se celebra en una estación que plantea menos problemas logísticos. El único disfrazado es el pobre incauto que se pasea vestido de Bonhomme Carnaval, la mascota oficial de la fiesta (un muñeco de nieve, lógico, ¿no?)

Bonhomme Carnaval en el barrio de Petit Champlain

Si queréis ver qué aspecto tiene Quebec cuando no está enterrada bajo la nieve para poder comparar, hace tiempo publiqué un par de posts sobre esta ciudad.

A pesar de que las temperaturas son gélidas, esta fiesta exterior ofrece un montón de actividades refrescantes:


Non, mais, de verdad, están locos, estos romanos, que andamos en los -20º

regata de canoas atravesando el San Lorenzo entre los hielos, (nada que ver con las regatas de traineras de mi ciudad natal)

carreras de trineos tirados por perros, bajadas vertiginosas por la pista instalada en la terrasse Dufferin,



... o románticos paseos


concurso de esculturas de nieve,


y de esculturas de hielo (espectaculares),



... el famoso castillo de hielo que se construye especialmente para la fiesta,



... también existe un hotel de hielo, en el que los turistas pueden dormir durante todo el invierno, o, para los más frioleros, tomarse un vodka en el bar. On the rocks, por supuesto.

martes, 24 de febrero de 2009

Jugo... que te quiero verde


No sé si éste es el secreto de que en los últimos inviernos no haya atrapado apenas los virus que andan sueltos por el metro, pero os propongo la receta porque además de saludable me parece fresca y con un sabor contundente, como me gustan los zumos.
La oí por la tele en mi programa marujo preferido, uno de esos programas que hace que te broten espontáneamente unos rulos y una redecilla en la cabeza (y parece que no soy la única que lo ve), a un médico que afirmaba que este jugo está atiborrado de todos los antioxidantes y vitamina C necesarios para ser feliz. En mi caso, no aspiraba a tanto, sólo a encontrar algo que me ayudara un poco a salir de esa fatiga crónica que me entra a mediados del invierno. Este zumo se ha convertido en una bebida habitual en esta casa, principalmente porque me he aficionado al sabor. No creo que entusiasme a los no aficionados a las verduras, aunque probablemente sean los que más lo necesiten.

Como sé que algunos de vosotros lo pasáis mal a la llegada de la primavera (aunque no siento demasiada empatía por los asténicos primaverales, aquí aún andamos paleando nieve y estamos como locos porque llegue ya, la primavera), intentaré simpatizar con vuestras dificultades en el cambio de estación, y echaros una manita supervitaminada y mineralizada.


Ingredientes para el jugo verde (receta adaptada de la receta del dr. Oz, qué nombre genial):

(No doy cantidades exactas de algunos ingredientes porque depende de vuestros gustos, pero ahí va la idea general)

- Espinacas (o acelgas). Al gusto. Cuantas más echéis, más sabrá "a pasto". Oprah añade apio, personalmente encuentro un poco amargo la combinación de los dos, junto con el perejil. O utilizo apio, o espinacas, pero no los mezclo.

- Perejil (lleno de vitamina C, y muy bueno para los que andan cansados)

- Pepinos (yo echo dos gorditos, pelados)

- 1 manzana (su dulzor contrarresta lo amargo de la verdura)

- El zumo de 1 limón (yo pelo la piel amarilla, y lo echo tal cual a la licuadora, viva la fibra)

- Jengibre fresco (depende de lo picante que queráis que os salga la mezcla)


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Lanzar todo esto a la licuadora, saldrá un mejunje terriblemente verde. Echarle arrestos y probarlo. Veréis que su sabor supera a su aspecto.

Yo lo aprovecho para brindar por el Oscar de Kate Winslet, una actriz que me encanta y que ha protagonizado este año dos buenas películas en las que me parece que está sensacional: "The reader" y "Revolutionary Road" (la novela en la que está basada también merece la pena ser leída).

Para mis lectores con más orgullo patrio: no, no se me olvida Penélope, que no me parece una mala actriz, pero en "Vicky, Cristina, Barcelona" me pareció una mala caricatura de Anna Magnani. Aunque quizá haya que echarle una parte de la culpa a Woody, mal que me pese. Personalmente, me gusta más Kate, su estilo es un poco más comedido. Y bueno, los Oscar son eso, show business. Yo los veo desde siempre porque soy una cinemaníaca, y porque son algo así como el Superbowl del cine y de los trajes de noche. Pero como garantía de calidad me fio más de Sundance, o de Cannes.

Pues eso. Salud, Kate.

lunes, 23 de febrero de 2009

Chocolate caliente (versión canadiense)


La versión canadian (y en general, anglosajona, por lo que pude comprobar cuando vivía en Escocia), es una pálida versión de lo que los españoles llamamos chocolate caliente. Es más bien un Colacao triste y aguado. Pero no la de Les divins chocolats de Sandra, una buena chocolatería de Terrebonne. Es caldoso, sí (me temo que es una particularidad cultural que hay que aceptar), pero cremoso al mismo tiempo, con un profundo sabor a cacao y con un porrón de marshmallows flotando y fundiéndose por encima.

"I think real living is sitting by the fire, slurping marshmallows from the bottom of a mug of hot cocoa."
(Hobbes, de Calvin & Hobbes)

sábado, 21 de febrero de 2009

Coffee cake

Nada como una mañana de sábado a veinte bajo cero (afortunadamente, no en la cocina, sólo fuera) para estirar las piernas bajo la mesa y terminarte la novela de una sentada, a ritmo de tazas de café y coffee cake. Y éste no se me ha caído al suelo. On n'arrête pas le progrès.


Y, como dice el villancico, let it snow.

jueves, 19 de febrero de 2009

El autobús diabólico, Dios, mi Madre y yo


«Yo soy ateo, gracias a Dios.» - Luis Buñuel

«No sólo no hay Dios, sino que intenta encontrar un fontanero en fin de semana.» - Woody Allen

«Era de esa confesión, principalmente en el sentido de que la iglesia a la que no asistía en la actualidad era católica.» - Kingsley Amis

«Yo no creo en el más allá, pero por si acaso me llevaré una muda de ropa interior.» - Woody Allen

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Desde que Canadá eligió un primer ministro conservador, una especie de pálido hermano gemelo de Bush, un cowboy de las praderas canadienses, desde el atentado del 11 de septiembre, desde que la religión en las instituciones públicas fue identificada erróneamente con la identidad quebequesa y su desaparición del ámbito público creó todo un debate en una provincia que ha abandonado la práctica religiosa desde hace mucho tiempo, desde la elección del último Papa, que nos retrotrae directamente a la Edad Media, me levanto por las mañanas oyendo las noticias en mi radio despertador, pensando que no hemos evolucionado mucho desde las cruzadas, y con unas ganas locas de apostatar (y de hacer pis), algo que aún no he hecho por pura vagancia y por una mala interpretación del respeto materno.

No sé vosotros, pero yo tengo como un hartón terrible de oír hablar de religión. La que sea. La religión en general, esa plantilla espiritual que se adopta cuando no se tiene edad de ejercer un cierto criterio, y a la que uno se aferra en la edad adulta por miedo a indisponerse con la familia (a los quebequeses eso les importa menos, en su caso el miedo es a una hipotética pérdida de identidad, identidad de la que la religión ya no forma realmente parte, como lo demuestra este estudio) , por miedo al vacío, por miedo a inventarse una espiritualidad propia, o por miedo, punto (la sombra del infierno es alargada).

Peor aún: se transmite, por los motivos ya mencionados. Creo que muchos padres bienintencionados que, a pesar de no practicar, se empeñan en mandar a sus hijos a la catequesis, lo hacen porque creen que así los están equipando con un conjunto de valores morales, una especia de "ética para la vida en kit", como si fuera un mueble Ikea, sin examinar de cerca lo que incluye ese kit, que presenta los mismos problemas que cualquier forma de pensamiento prêt-à-porter. La de matrimonios por la Iglesia y bautizos católicos a los que he asistido en los últimos años, organizados por gente que cree más sólidamente en la existencia del hada Campanilla que en la existencia de Dios. Curioso, como parece más fácil dejar de creer en Dios que dejar de creer en la condenación eterna. O materna.

Mientras me decido a librarme de la dichosa plantilla -vamos, que aún soy oficialmente católica ante la Iglesia y su burocracia, pero me lo estoy mirando-, y me resigno a ser fulminada, no por un rayo divino, sino por un enfado materno, me entretengo leyendo a gente que demuestra que la religión puede combinarse con el sentido común (sí, sí, es posible), y con chorradicas como ésta. (El primer bus no es obra mía).

A pesar de este agnosticismo mío derivando -peligrosamente para mi alma- en ateísmo, podéis comprobar lo lamentablemente conformista de mi carácter examinando mi ortografía: a Dios aún le endilgo una D mayúscula muy a mi pesar, y es que la furia de la Real Academia se me antoja peor que la divina, o la de mi Santa Madre, a la que también distingo con mayúsculas veneradoras. Sé que las emociones fuertes que le proporciono a Santa Madre contribuyen a su salud cardiovascular, así que intentaré hacer a un lado el sentimiento de culpa.

Tan católico, él.



miércoles, 18 de febrero de 2009

Hielo


Montreal está siendo enterrado por capas sucesivas de nieve, lluvia congelada y más nieve. Las aceras son auténticas pistas de patinaje, y las carreteras no están en mejores condiciones. Incluso con los neumáticos de invierno ultraeficaces que se usan por aquí (las cadenas no existen, y cuando les hablo de ese método, les parece algo... primitivo), llevo escuchando desde las cinco de la mañana los intentos infructuosos de los vecinos para sacar sus coches del "agujero" de nieve y hielo en el que están aprisionados.

Aunque Wikipedia lo explica más claro que yo, os diré que la lluvia congelada es un fenómeno muy típico de esta zona del Canadá, en la que los inviernos son muy fríos y hay grandes fluctuaciones de temperatura. El hecho de que un día amanezcamos a -20º y al siguiente estemos entre -5º y 0º, hace que las precipitaciones, que caen en forma líquida (porque la masa de aire en las nubes es súbitamente demasiado caliente como para que nieve), se congelen instantáneamente al tocar el suelo (o un árbol, o cualquier objeto), que está a una temperatura mucho más fría.

Es un poco más complicado que mi forma de explicarlo, entre otras cosas porque esas gotas de lluvia que caen están en un estado bastante poco común, llamado sobrefusión o superenfriamiento, estado que permite que esta lluvia, que en su caída atraviesa sucesivas capas de nubes cada vez más frías, pueda caer en forma líquida a pesar de haberse enfriado por debajo de su punto de congelación. Pero no necesita gran cosa (tocar simplemente los escalones de la entrada de casa, por ejemplo) para transformarse instantáneamente en hielo.

Éste es uno de los fenómenos climatológicos que más detestamos todos los que vivimos en Quebec: podemos lidiar con treinta bajo cero sin problema, pero el hielo es otro cantar. Para la gente mayor, es bastante aterrador salir a la calle (las posibilidades de caerse y romperse una cadera son muchas, a pesar de la gravilla y la sal de calcio que esparcen los quitanieves municipales con regularidad...). En Québec los abuelos llevan un crampón en el bastón. Como un piolet. Así que no le recomiendo a nadie pasarse de raya con un viejecito, puede terminar ensartado por una punta metálica.

Para los peatones más jóvenes tampoco es nada divertido, especialmente si el patinaje no es su fuerte, como es mi caso. No puedo ni contar las veces que me he encontrado rebotando sobre mis magnas (y afortunadamente abundantes) posaderas desde que vivo aquí. Y los conductores, que deben primero romper el hielo que cubre todo el coche, (y no con conversación agradable, sino más bien con una pala y una rasqueta), fundir el que ha entrado en la cerradura (con la ayuda de un spray anticongelante que he aprendido a llevar en el bolso, tras encontrarme una vez con la sorpresa de no poder meter la llave en la cerradura), juran profusamente en días como hoy.

Una de las mayores catástrofes naturales que se recuerdan en Canadá fue la tormenta de hielo de 1998. (yo llegué al año siguiente, uf). Tras cinco días de lluvia congelada ininterrumpida, los cables eléctricos de alta tensión, que habían cuadruplicado su peso y tamaño habituales, se vinieron abajo, y con ellos, todo el sistema eléctrico de Quebec se fue a la porra. Las torres eléctricas caían una tras otra como fichas de dominó. En un país cuya calefacción funciona con electricidad, un apagón masivo - de varias semanas- en pleno enero tomó proporciones gigantescas. La gente tuvo que ser evacuada de sus casas, porque la temperatura gélida que siguió a la lluvia hacía imposible vivir sin calefacción. Y no sólo eso, la espesa capa de hielo que lo cubrió todo dejó incomunicadas a miles de personas. Curioso, como algo tan bonito pueda ser tan peligroso.

Si queréis ver espectaculares fotos de archivo, echad un vistazo a las galerías del periódico montrealés -anglófono- "The Gazette".

Cómo me alegro de no tener que conducir hoy.
Mañana patinaré desde casa hasta la universidad. Saldré con demasiadas prisas y olvidaré el hielo en las escaleras, tendré que agarrarme al pasamanos con las piernas girando en el vacío como en un dibujo animado. El resbalón terminará de despertarme. Seguiré resbalando hasta la boca de metro.

Pero hoy, hoy trabajo en casa, así que no me queda más que mirar por la ventana y ver el mundo un poquito parado. O al ralentí. Y las ramas del arce de mi parterre inmóviles en este cristal frío.

martes, 17 de febrero de 2009

lunes, 16 de febrero de 2009

Desayuno para campeones (II)

... para campeones que se van por ahí a darse un paseíto en raquetas.

Yes, pecan! cinnamon buns, un latte especial de la casa, preparado por monsieur M., y no, no los hace tan bonitos como los dos de las fotos, tomadas de un concurso de latte art en Seattle (esa ciudad loca por el café), pero intenta mejorarse (practice makes perfect); los bollos son míos.
Y rösti con huevo escalfado. Todo eso.

sábado, 14 de febrero de 2009

Be my valentine


Estas cosillas tan cotidianas siempre me han parecido curiosas cuando viajo (o cuando he vivido en otros sitios). Por ejemplo, los conversation hearts, como llaman aquí a estos caramelos en forma de corazón, caramelos que se venden solamente en la temporada de San Valentín en Estados Unidos y Canadá, y que -acabo de enterarme- llevan grabados mensajes diferentes cada año.
No soy especialmente partidaria de todas esas "fiestas" que aquí gustan tanto y que alegran las cajas de las tiendas de los numerosísimos centros comerciales de este país, fiestas como San Valentín, el día de la Madre, del Padre, etc., etc., (esos días en los que es obligatorio mostrar tu amor por alguien), pero me hace gracia todo el folclore comercial que se despliega en torno a ellas. Y aunque los conversation hearts me parezcan malísimos, los corazones de canela (foto, abajo) me encantan.

viernes, 13 de febrero de 2009

Maple-Apple Motherfucker Cake / Pastel *%$&* de jarabe de arce y manzana

Lo primero, mil perdones a los que entienden inglés por el lenguaje soez y arrabalero del título, pero pensando, pensando, no he podido encontrar un nombre más apropiado para bautizar este pastel. Y es que me ha hecho sufrir, el maldito.

El HEMC de este mes propone como ingrediente protagonista una fruta versátil y estupenda en platos tanto dulces como salados: la manzana.

Mi contribución esta vez va a ser un fracaso culinario. Bueno, quizá no un fracaso total, porque no tuvimos que tirar el pastel a la basura -monsieur M. afirmó con la boca repleta de su segunda porción que estaba muy comestible, pero cuando monsieur M. tiene hambre podría zamparse un caja de clavos, así que no es una buena referencia-, pero la textura falló. El que tuviera que recoger la mitad de la masa del suelo y volver a meterla en el molde y éste al horno, euh, creo que influyó un poco.

Os cuento mi fallo porque creo que es muy sano que los lectores vean que aunque una escriba un blog culinario, no está al resguardo de meteduras de pata, y que también la fastidia de vez en cuando. Y es que a fuerza de publicar fotos monísimas y cuidadas, los lectores pueden acabar olvidando que somos seres humanos (y no chefs profesionales, al menos, no en mi caso), y que a veces, como a todo el mundo, la mayonesa no nos cuaja, la bechamel no nos espesa, el pastel nos sale medio crudo y la tesina se nos bloquea (aunque parece que empiezo a ir por el buen camino, uf).

Todo empezó cuando, presa de un exceso de confianza en mí misma, decidí modificar una receta de Santa Martha con un toque que había leído en otra, añadiéndole manzanas. Como los postres los suelo preparar sin problemas, debería de haber escuchado la vocecilla de la experiencia que me susurraba:

a) Cuando haces algo para una ocasión especial -este postre es para llevarlo a casa de unos amigos que nos han invitado a pasar el fin de semana-, NO es el momento de ponerte creativa. La creación la dejas para los días de diario, cuando las únicas cobayas seamos monsieur M. y yo. Así, si el resultado de tu experimento es un plato vil y repugnante, no tiene que sufrirlo nadie que no sea de la familia.

b) En repostería, añadir o eliminar un ingrediente debe ser siempre cuidadosamente compensado y calculado. Un ingrediente de más o de menos cambia toda la química, y en lo que a postres se refiere, incluso el orden de los factores puede alterar el producto. Ni te cuento si además de alterar el orden vas y añades manzanas (que al cocer generan líquido), te animas y le echas un lingotazo de ron (el alcohol cambia las reacciones de fermentación) y ya puestos, y como te has servido un chupito de ron, te sientes optimista y llena de confianza, decides rematar tu creación con una taza de crema agria (que en el caso de otros pasteles, como los coffee cakes, produce un resultado esponjoso y ligero). Todo ello coronado con un olvido terrible: añadir más harina para equilibrar todo ese excedente de líquido.

La receta de base que utilicé fue ésta: una receta de pastel Bundt al sirope de arce (maple Bundt cake). Para los lectores que no son habituales de este blog, el año pasado publiqué un post sobre el sirope de arce, producto típico de Quebec. El nombre de este tipo de pastel, Bundt, viene del molde en el que se hornea.

Debido a lo líquido de la masa, el tiempo de cocción se duplicó, con lo que el pastel salió mucho menos ligero de lo que hubiera salido siguiendo la receta tal cual. Y como para complicar la cosa estaba haciendo otro pastel al mismo tiempo (un cheesecake para congelar), cuando pinché el pastel con un palillo para comprobar si estaba hecho, debía de estar muy distraída, porque no vi nada sospechoso. Lo saqué del horno, lo dejé enfriar parcialmente (se desmolda cuando aún está tibio) y cuando di la vuelta al molde... choflost. Con las consiguientes exclamaciones e interjecciones muy poco elegantes. De ahí el nombre.

Afortunadamente, tuve la suficiente paciencia (virtud muy escasa en mí) como para salvar lo salvable del pastel, echarlo (con muy malos modos) en el molde y meterlo al horno de nuevo. El pastel resultante sabe un poquito a masa (por mucho que mi quebequés de marido, que es muy adorable, lo niegue), pero con todas esas manzanas cocidas dentro y regado de un chorrito de sirope, tiene un fondo de caramelo amaderado, ese sabor estupendo del sirope.


Como imagino que el sirope de arce que se encuentra en España está a precio de oro, os propongo esta otra receta con manzanas, apple-cinnamon Bundt cake, si la seguís al pie de la letra no habrá problema, las recetas de Martha suelen resultar.

Os dejo aquí los enlaces a otras recetas con manzanas que he publicado en el pasado, recetas que salieron mucho mejor y que pueden interesaros.

Dos recetas saladas (y vegetarianas):

- Crema de apio y manzana, para los que se preocupan por los estragos que la grasilla invernal está haciendo en su línea,

- Mullygatawny: el potaje más entrañable de la cocina india.

Y dos postres:

- La muy otoñal (¡y bíblica!) tarta del pecado original,

- ... y los extremadamente fáciles (y muy resultones) baluchons aux pommes, o paquetitos de manzana.

Bon appétit.

jueves, 12 de febrero de 2009

Galletas de avena con beso


Ya que esta semana celebramos la fiesta del amor, osea, del amor que los centros comerciales tienen por toda fiesta que fomente el consumo desmadrado e inútil, ahí va una receta para vuestro churri. O para vuestros hijos, luces de vuestros ojos. Lo sé, mis textos no son lo que se dice muy elaborados últimamente, pero estoy intentando dejar de ser estudiante antes de alcanzar la edad de la prejubilación.

Los kisses son unos chocolates diminutos de la marca Hershey's, en forma de los clásicos "pedos de monja" españoles (a los lectores de "este lado": no, no es escatología, es repostería mezclada con anticlericalismo). Para darles un toque más festivo a las muy corrientes galletas de avena, se aplasta uno sobre cada pegotito de masa, y se hornea.
Ya, ya me han hecho notar que la forma de las galletas recuerda a algo... malditos obsesos.

La receta es la receta clásica de las oatmeal cookies, aunque os sugiero vivamente que reduzcáis la cantidad de azúcar de una taza (si no, vais a terminar diabéticos perdidos, la cantidad recomendada en la receta es realmente excesiva), y que aumentéis la de harina de otra taza, para compensar. La razón es que la masa sale bastante líquida, aunque el motivo puede ser las adaptaciones que hice para volver la receta menos grasa: sustituí un tercio de la mantequilla de la receta por puré de manzana cocida (gran truco que os recomiendo), y la mantequilla por aceite vegetal. Para la repostería de este tipo os recomiendo el aceite de girasol o de soja, de sabor más suave que el de oliva.

Estas galletas pueden congelarse y el resultado es muy bueno, no tenéis más que doblar las cantidades de la receta y darles forma sobre una bandeja y congelarlas en crudo sobre la misma bandeja (aseguraos de utilizar una que quepa en el congelador, yo me he fabricado un apaño con cartón). Una vez congeladas y lo bastante duras como para permitir la manipulación, las podéis meter en una bolsa hermética, y podréis hornear galletas cada vez que os apetezca sin tener que trabajar para prepararlas.

Pues eso. Besitos.

martes, 10 de febrero de 2009

"La vie en rose": Crema de remolacha


Los pacientes lectores que siguen este blog ya saben probablemente el cariño que les tengo a las sopas, cremas y otros líquidos reconfortantes. Hace tiempo que tengo en mente mostraros esta receta, pero es tan simple que no me decidía a publicarla. De cualquier modo, como quiera que el ingrediente en esta crema me parece más bien insólito, y que últimamente me he puesto monotemática in pink (debe de ser el mes de febrero), ahí va: una crema de remolacha.

Mi asombro ante el hecho de utilizar remolachas en una receta caliente demuestra lo limitado de mis horizontes culinarios cuando aterricé en Quebec por primera vez: sólo había probado la remolacha en ensaladas. Ni siquiera un triste borscht.

De un color espectacular, esta crema simplísima se prepara de la misma manera que esta otra. Se puede comer escuchando algo apropiado.

lunes, 9 de febrero de 2009

Cream tea: un post pornoculinario

(ADVERTENCIA: Este post puede herir sensibilidades, especialmente aquellas de lectores con estómagos vacíos, obsesiones con el peso, niveles de colesterol demasiado altos o veganos militantes que vean el uso de la nata como un crimen y una vil explotación de nuestras hermanas las vacas. En él pueden verse planos muy cercanos de obscena mantequilla fundiéndose, de crema espesa siendo lúbricamente untada en scones recién hechos, con gesto lascivo y vicioso. )

Febrero. Mes frío y, aunque corto, interminable en el invierno quebequés. Hay quien se va a Cancún o a Florida durante todo el tiempo que sus economías lo permitan, hay quien toma Prozac, hay quien dice a todo el que quiera oírle que el invierno quebequés es fantástico si se pasa esquiando como un poseso, hay quien, como yo, se prepara una orgía culinaria anglófila, en este Canadá francófono. Un cream tea, con todos sus sacramentos. Con scones calentitos, con mantequilla, con mermelada Wilkins, con clotted cream, con té Earl Grey. Todo ello servido en la vajilla más "viejecita que hace ganchillo" que tengo por casa.


Mmmm, assí... úntame así esa clotted cream...

SCONES

Pueden comerse con mermelada, o servirlos acompañando un plato salado, como una sopa consistente, a la manera de Nueva Escocia, donde la sopa de pescado o almejas (fish chowder o clam chowder) se sirve acompañada de scones -llamados también biscuits por los lugareños-. Existen muchas variantes de scones salados.

Servir siempre calentitos. Podéis congelarlos recién hechos, en cuanto se hayan enfriado, y descongelarlos con unos segundos en el microondas, y un momento en el horno para recalentarlos. Estarán igual de deliciosos que recién hechos.

Ingredientes:

- 3 tazas de harina blanca (cuando quiero que sean sanotes, mezclo mitad y mitad de harina integral, pero no levantan igual)

- 4 cucharadas de té de levadura en polvo

- 1 cucharada de té de bicarbonato

- 1 cucharada de té de sal fina

- 9 cucharadas soperas de mantequilla (salada o no, a gustos)

- 1 taza + 2 cucharadas soperas de buttermilk (suero de leche), o de crema agria, o de yogur natural no azucarado. El suero da un resultado más ligero. Los supermercados canadienses lo venden en la sección de lácteos. Para aprender a prepararlo vosotros mismos (es muy fácil), consultad aquí.

Preparación:

Precalentar el horno a 240º. Cubrir dos bandejas de horno de papel de aluminio o de una silicona.

En un bol grande o ensaladera, mezclar la harina tamizada, la levadura en polvo, el bicarbonato y la sal.

Echar en el bol la mantequilla directamente del frigorífico, cortada en pedacitos. Mezclar rápidamente, frotando ligeramente con las manos y los dedos, hasta que la textura de la harina sea grumosa. No mezclar demasiado es importante, para que en la masa queden aprisionados grumos de mantequilla, que más tarde se fundirán durante la cocción, creando unos deliciosos alvéolos en la masa. Verter el suero de leche, y mezclar con un cuchara lo estrictamente necesario para formar una masa. Terminar de mezclar amasando con las manos, durante el mínimo necesario (resistid a la tentación de amasar demasiado, la masa debe mantenerse fresca, y los grumos de mantequilla aún visibles en la masa).

Estirar con un rodillo hasta unos dos centímetros de espesor, y cortar con un vaso o un cortapastas redondo. Poner los scones en la bandeja, untarlos ligeramente de leche con una brocha y bajar el horno a 220º. Hornear entre 12 y 15 minutos, hasta que estén ligeramente dorados.

Abrir y untar de mantequilla y mermelada, o, si queréis un cream tea en toda regla, de clotted cream (crema espesa). Como Devonshire os pillará un poco lejos, tengo una recetilla fácil para prepararla en casa:


CLOTTED CREAM O DEVONSHIRE CREAM

- Nata líquida de al menos 35 por ciento de materia grasa. Basta de muecas críticas, he dicho que éste era un post pornoculinario.

Precalentar el horno a 90-94º. Verter la nata en una fuente de horno en pyrex, del tamaño de un cake o un poco más grande. Cubrir con papel de aluminio y dejar en el horno durante 4 o 5 horas, sin tocarla. Sacar del horno, dejar enfriar, y meter en el frigorífico moviéndola lo menos posible. Al cabo de unas horas, podéis mezclar la "costra" de nata cuajada con el resto de la nata, y guardarla en un bote. Se conserva durante una semana en el frigo.

Una vez que uno ha probado un scone recién salido del horno untado con la crema, se explica perfectamente por qué la pérfida Albión dominó una gran parte del mundo durante tanto tiempo.

sábado, 7 de febrero de 2009

Mi vida en un millón de listas : The sound of music


Lista: razones de esta semana para el desequilibrio mental

- La peluquera hoy se ha levantado con resaca de ansiolíticos y me ha hecho un corte, supuestamente de transición entre mi acostumbrado (y monísimo) pixie corto que he lucido durante cuatro años y mi futura melena (la que me estoy dejando crecer) que se parece trágicamente a un cruce entre el peinado de Mireille Mathieu y el corte de pelo de Sor María de "Sonrisas y lágrimas". Un corte de pelo antisexo, vaya. Un mal corte de pelo como éste en un mal momento como éste puede inducir al suicidio a cualquiera. Mientras la ojerosa peluquera termina de embellecerme, ardo en deseos de cortarme las venas ahí mismo, con el difusor, pero decido esperar a llegar a casa.

- Esta semana tengo un encuentro con mi director de tesina y no he terminado el capítulo que debía terminar. Voy a sentarme a balbucear excusas en su despacho con unos cuadros estadísticos ininteligibles y un corte de pelo patético. Mi director de tesina es un eminente lingüista judío y jubilado -barbudo y muy divertido-, que espera a que yo termine de una maldita vez de revolucionar el mundo de la lingüística, para hacer lo que sea que hagan los lingüistas barbudos, judíos y jubilados en Montreal. Los cupcakes a la rosa no dan puntos para la licenciatura.

- La válvula que regula la presión y la temperatura del agua en la ducha ha elegido esta espléndida (y gélida) semana de febrero para irse a tomar por saco, con perdón, temporada en la que el agua fría del grifo sale a una temperatura reafirmante y tonificante, lo bastante reafirmante como para dejarle a una la cara azul después de lavársela. Resultado: escucho cual perro perdiguero, la oreja tendida para ver si los vecinos de arriba están duchándose, o poniendo la lavadora, o fregando platos, y cuando todo es silencio, me lanzo a la ducha. En cuanto tengo el pelo lleno de jabón (en un vano intento de darle otra forma a mi nuevo corte de pelo eclesiástico), los vecinos de arriba deciden ducharse, o poner la lavadora, o fregar los platos. O varias de esas cosas a un tiempo. El agua de mi ducha pasa de una agradable temperatura casi hirviente a unos escalofriantes 2 grados. Reafirmante. Tónico. Mecagoentodo.

- He reducido mis horas de trabajo al mínimo estrictamente necesario para pagarme la tarjeta del metro y no perder el curro, todo ello para poder concentrarme en terminar esa tesina que revolucionará el mundo de la lingüística. Desde hace un mes no salgo a la luz del día, paso las jornadas en pijama o en chándal, comiendo chocolate y haciendo cuadros absurdos llenos de datos absurdos para un estudio absurdo que irá directo a acumular polvo y asquerosas tijeretas en las mazmorras de la biblioteca de Humanidades de la Université de Québec à Montréal (UQÀM). Ayer intenté entrar por primera vez desde hace 18 días en unos vaqueros que hasta ahora me quedaban holgaditos. No consigo atarlos sin ver puntos negros bailándome delante de los ojos. Malditos sean el chocolate, las jelly beans y el método científico. Y la democratización de los estudios superiores. Y todas esas células grasas que me llevé de propina al nacer, y de las que mi Estoico Hermano tiene un trágico déficit. La sociolingüística engorda. Y la ropa blanda no es buena. Es pérfida y adictiva y produce terribles efectos secundarios.

jueves, 5 de febrero de 2009

Sexo en Montreal

Imagen de Ed Polish y Darren Wotz

Et oui, otro post que habla de sexo. Qué queréis que os diga. Es invierno, estamos a mil bajo cero (bueno, casi) y la programación de la tele es malísima.

Hace tiempo os conté las dificultades que atravesaba mi amiga Lady D. para encontrar, no a su media naranja, sino a su pomelo ideal, su mandarina desparejada, su clementina correspondiente, su limón enamorado. Y si pensáis que a finales de los treinta o principios de los cuarenta encontrar el cítrico de vuestros sueños no es fácil, tengo que deciros que a los cincuenta, la cosa está aún peor.

Flaming-Hot-Sister y Lady D. se encuentran en mi casa en una cena en nuestra clásica fórmula familia + amigos. Mi cuñada (no Recia Cuñada, casada con Estoico Hermano, de la rama española de la familia, hablo de la rama quebequesa, mi familia política, expresión española que hace reír enormemente a monsieur M.) es una mujer bajita, excepcionalmente divertida, con el pelo corto y de un pelirrojo ojo-que-tengo-mucho-peligro, fumadora empedernida (una auténtica chimenea, tenaz en este país de anti-fumadores, con una rebeldía un tanto admirable, ya que en todas partes, mi casa incluída, se la echa sin miramientos a fumar a la puta calle, con perdón, a 20 bajo cero, llueva, nieve o ventisque).

Flaming-Hot-Sister se ríe con una risa bronquial muy parecida a la de Risitas, el personaje de dibujos de la Warner, risa extremadamente contagiosa e imparable que da ganas de ir a buscarle una mascarilla de oxígeno; se viste de una forma juvenil sin resultar patética, lleva los pendientes más increíbles que he visto nunca (es de esas mujeres que podrían colgarse un par de paelleras de las orejas, y las llevaría con estilo), es capaz de calarse una cantidad respetable de tinto (si es bueno), juega a los bolos con las amigas en su girls night semanal y me adoptó desde el primer momento en que me vio.

En la primera "gran cena familiar" me sentó junto a ella y, siendo independentista acérrima como es, me habló en inglés durante el tiempo en el que yo aún no hablaba ni una palabra de francés, a pesar de todo lo que simboliza este idioma para los quebequeses que piensan como ella. La diferencia de nacionalidad, idioma, opiniones y edad entre las dos nunca pareció ser un obstáculo para disfrutar de su amistad, y nunca pareció juzgarme como lo hizo otra gente (no mucha, menos mal) en aquellos tiempos: como una crisis pasajera de andropausia de su hermano. Esta aceptación de la diferencia con los brazos abiertos, a mi llegada a un país muy lejano, hizo que le tomara un afecto indestructible.

Así que Lady D., Flaming-Hot-Sister y yo estamos de pie en la cocina, esperando a que se haga el café después de la cena, y el tema del encuentro del hombre ideal (o del que sea) sale a colación.

Flaming-Hot-Sister, la cadera apoyada contra el mostrador, dando golpecitos a un cigarro contra su pitillera rosa (que se ha comprado porque esas fotos de cáncer gingival que ponen ahora en las cajetillas le dan mucho asco, y quedan muy feas cuando se saca la cajetilla del bolso), intentando decidirse a ponerse la parka y salir a fumar al patio (hace -18º), dice, agitando la cabeza y haciendo tintinear los pendientes que lleva hoy, una especie de exuberante racimo de monedas de cobre: -"Ahora en invierno, no veas las ganas que me dan de echarme un novio. No sé si es el frío, o el tratamiento hormonal nuevo que me ha recetado el médico, pero cada vez que me arrebujo en el sofá con la manta pienso en lo estupendo que sería arrebujarse contra un pedazo de hombre en pijama..." *Suspiro*. -"Ése es un problema que TU no tienes." Mirándome.

Yo: -"No, pero tengo otros encantadores problemas de vida conyugal con un hijo de la generación hippie, como el de convencer a monsieur M. de que está TERMINANTEMENTE prohibido entrar a hacer caca mientras me maquillo. Mientras yo estoy en el baño, punto. Y que viva el romanticismo."

Flaming-Hot-Sister y Lady D., arrugando la nariz, a coro: -"¡Ugh!"

Lady D., mirando a Flaming-Hot-Sister, corrobora con grandes movimientos de cabeza: -"Creo que nuestro problema es porque mantenemos la temperatura del termostato demasiado baja. Si lo pusiéramos a tope, tendríamos menos urgencias de ese tipo."

Flaming-Hot-Sister, con risotada que suena un poco como un coche sin batería, intentando arrancar en vano: -"Con los sofocos que me produce este principio de menopausia, si subo el termostato tendría que desnudarme. Anoche me dio uno de esos sofocones nocturnos, tenía tanto calor que salí al balcón descalza. Andaba mirando a los árboles hasta que me di cuenta de que estaba descalza, en el balcón, a veintitantos bajo cero. Si hay un termostato que regular, es el mío."

Lady D.: -"No podemos estar en paz ni cuando terminamos la edad fértil. Vaya mierda."

Yo: -"Personalmente, no me importaría que mi termostato individual subiera unos cuantos grados. Siempre ando helada. Escribo la tesina con una manta encima de los hombros."

Flaming-Hot-Sister: -"Espera una década o dos. Escribirás al ordenador en tanga."

Lady D.: -"Por no hablar de la sequedad vaginal. Del aumento de peso injustificado. De los cambios bruscos de humor."

Flaming-Hot-Sister: -"De las pilosidades que se ponen a crecer en lugares hasta entonces desprovistos de pelo."

Yo: -"Jo, vaya par de optimistas."

Flaming-Hot-Sister: -"No es fatalismo, ma chère. Es bajón de estrógenos."

Lady D.: -"Y con el cansancio crónico que tengo, a cuenta de las fluctuaciones hormonales -porque yo ya ando en la pre-menopausia-, como que no me quedan ganas de salir de bares a pescar. Quiero conocer hombres, pero quiero conocerlos antes de las nueve, en pijama."

Flaming-Hot-Sister: -"Tu solución se llama internet, mon chou. Liga sin maquillaje, sin "pretarte" en unos pantalones, sin salir de casa. Mientras ves tu serie favorita comiendo unos Cheetos."

Yo, curiosa: -"¿Has probado uno de esos sitios? ¿Qué tal?"

Flaming-Hot-Sister: -"Por el momento, un lamentable desastre. He tomado café con un ex-presidiario y un ex-cocainómano. Ido a una degustación de vinos con un ludópata y cenado con un tipo que no se había puesto la dentadura postiza antes de salir. Ey, se va a una cita con una mujer y no es capaz de calzarse los dientes. Casi no aguanto hasta el postre. Encima se pide un "crujiente de manzana y caramelo". Con nueces de pecán. No podéis imaginaros cómo le daba vueltas en la boca."

Lady D., con un escalofrío: -"Parafraseando a Obama: Yes, Pecan."

Yo (intentando ser positiva): -"A lo mejor quería ser él mismo, que le conocieras realmente, sin artificios."

Flaming-Hot-Sister: -"Soy una mujer quincuagenaria y soltera. Soy totalmente partidaria de los artificios. Me tiño el pelo, blanqueo los dientes y no salgo jamás sin fond de teint. No voy a ninguna cita sin ponerme el wonderbra. En lo que a tetas se refiere, "High and mighty", es mi lema."

Yo (asintiendo): -"And close to God. Hallelujah."

Lady D., irritada: -"¿Es mucho pedir un hombre emocionalmente maduro, medianamente inteligente, con cierta curiosidad intelectual, generoso, tierno, en contacto con sus emociones, que se cuide un poco físicamente, con casi todos sus dientes?"

Flaming-Hot-Sister y yo (mirándonos): -"---."

Lady D.: -"Bueno, ni siquiera pido que reúna TODOS esos requisitos. El físico, por ejemplo, mientras sea agradable y me atraiga... ni siquiera es necesario que conserve todos sus dientes."

Flaming-Hot-Sister: -"Con tal de que no los olvide en un vaso, antes de salir."

Yo: -"Yo creo que abordando el problema de forma diferente..."

Lady D. y Flaming-Hot-Sister, al unísono: -"Ya tengo un vibrador."

Yo (agitándome un poco): -"Ajem. No, no hablo del "enfoque instrumental" del problema. De hecho, si el problema fuera puramente "instrumental", conozco un par de sitios web que... quiero decir, un día estaba buscando recetas con calabacines en google y..."

Lady D. carraspea, impaciente, clavándome la mirada. La miro de reojo.

Yo (haciendo a un lado la idea, con un gesto de la mano): -"Vale, vale, dejadlo. Estamos hablando de encontrar un compañero de sofá y mantita, ¿no? Lo que quiero decir es que, a lo mejor buscando lugares nuevos en los que provocar nuevos encuentros..."

Lady D., sirviéndose un café: -"Ah, no, el argumento de "cambia tu coto de caza". Ya lo he probado."

Flaming-Hot-Sister (alargando una mano hacia la cafetera, taza en ristre, Lady D. termina de servirse y comienza a verter café en su taza): -"Yo también. ¿Por qué crees que empecé a jugar a los bolos? Es perfecto para sentirse joven, por cierto. Todo octogenarios con pañales de incontinencia. Quiero encontrar un compañero para vivir con él, pero para vivir más de seis meses, si es posible."

Lady D. (añadiendo leche a su café, directamente de la caja): -"Los bailes de salón. Es lo mismo que en los bolos, pero con todo mujeres. Perfecto si decides cambiar de orientación y lanzarte al lesbianismo geriátrico."

Flaming-Hot-Sister (buscando el azúcar en un armario): -"Las ferreterías, los centros de bricolaje. Réno-Dépôt."

Lady D.: -"Home Dépôt. Sección radiales y taladros."

Yo (meditabunda, le echo una mano a mi cuñada en la búsqueda, saco un azucarero de una puerta): -"Taladros. Metafórico."

Flaming-Hot-Sister (sigue, con tono de letanía, echándose en el café una cantidad increíble de azúcar): -"El hipermercado. Las librerías, sección "Espiritualidad y autoayuda."

Lady D. (secunda, en perfecta sincronía): -"Future Shop, sección juegos electrónicos. El salón del automóvil."

Flaming-Hot-Sister y yo, a coro: -"¿El salón del automóvil?"

Yo, ligeramente escandalizada: -"¡Pero si tú vas al trabajo en bici!"

Flaming-Hot-Sister, admirativa: -"Nunca se me hubiera ocurrido."

Lady D.: -"El último con el que salí era del club de montañismo. Pero me gusta ir al club, no quiero jugar demasiado en ese terreno. No quiero empezar a saltarme excursiones porque no me apetece ver al último candidato fallido a "amor de mi vida"."

Flaming-Hot-Sister, asintiendo, comprensiva: -"Lo hemos probado realmente todo. No se puede decir que no lo intentamos."

Lady D., pensativa, asintiendo igualmente: -"Ahá."

Yo, penosamente a falta de nuevas ideas: -"Mesdames, se me han terminado las ideas, no se me ocurre nada nuevo. Siempre podemos recurrir a las estrategias clásicas: organizar una tarde de compras (foto, abajo) y una salida entre chicas."


martes, 3 de febrero de 2009

Girly-Girl Rose-Cardamom Cupcakes / Cupcakes de rosa y cardamomo

Toca entrada tierna y agradable, tras haberos horrizado-nauseado con mi último post. Ahí va, una entrada totalmente opuesta, una entrada femenina y rebosante de estrógenos (con sugerencia cinéfila "oculta" :-).

Cuando una quiere felicitar a una amiga por algo estupendo, nada mejor que cupcakes con una glasa rosa Barbie... de rosa. Aunque no es necesario tener una ocasión especial que celebrar, también puede ser un dulce para acompañar un maratón de chick flicks entre amigas, toda la serie completa de "Orgullo y prejuicio", o un tea party sólo para chicas. O la ceremonia de los Oscar, nada mejor que pringarse la punta de la nariz de glasa rosa mientras se comenta el horror que se ha puesto este año Cameron Díaz.

Estos cupcakes son la mezcla de muchas recetas encontradas en internet y en un par de libros, con el añadido personal del cardamomo (media cucharada de café). La receta que más se parece a la mía es ésta, pero yo he utilizado media taza menos de azúcar. Salen muy blancos del horno, pero no os dejéis engañar por el color: cuando los pinchéis con un palillo y salga limpio, es el momento de sacarlos (los míos, en unos 20 minutos).

Lo ideal hubiera sido disponer de auténticos pétalos de rosa glaseados para la decoración, pero estamos en pleno invierno, mis rosales están enterrados por un metro de nieve y no me atrevía a hacerlos con rosas compradas en un comercio (vete a saber con qué las vaporizan...). Las fotos de rosas son tomadas "prestadas" de internet.

El glaseado es una glasa real clásica, de azúcar, (Bea explica muy bien cómo hacerla), perfumada con un toque (una cucharada de café) de la misma agua de rosas utilizada para perfumar los pasteles y coloreada con una gota de colorante rojo (también se puede colorear con granadina); aunque quise hacerla lo suficientemente espesa como para utilizarla con la manga pastelera, parece que las bechameles, gelatinas y en general toda sustancia que deba espesar-gelificar y yo andamos reñidas. Así que no fue posible hacer rosetones, válgame la redundancia. Pero el sabor de estos pastelitos compensó el error decorativo: un sabor delicado. Muy girly-girl.

Quién me ha visto y quién me ve. Y yo que odié el rosa durante toda la adolescencia.