lunes, 31 de marzo de 2008

Guarradillas de Oriente

Una parte del botín resultante de mi paseo por Chinatown :

Guarradillas japonesas.

Unas galletas de té verde, que se parecen de forma sorprendente a las galletas Bonne Maman de mantequilla, pero con un tonillo verdoso y ligero sabor a té. Muy buenas.


Daifuku de té verde y relleno de pasta judías rojas dulces. Los daifuku son unos pastelitos hechos con harina de arroz, su textura se parece mucho a la de las gominolas, para que me entiendan los amigos ibéricos (les jujubes, que diríamos en Québec). Son muy delicados, nada empalagosos. Los dulces japoneses son siempre poco dulces.



Mochi, de frutas y de té verde. Los mochi se comen tradicionalmente para celebrar el Año Nuevo japonés.


Guarradilla tailandesa (?) con nombre irrepetible. Pastel de arroz relleno de judías verdes ( o alubias, para los vascos. Sí, sí, alubias en un dulce). El exterior blanco semejaba mucho a un polvorón.


Y un poco de té, por supuesto.

Por la calle Saint-Laurent

Hoy hemos sufrido la misma fiebre primaveral que sufren todos los montrealeses la primera vez que la temperatura sube a cifras positivas y hace sol: el paseo compulsivo, con esa sonrisa de oreja a oreja que sólo los que han vivido cinco meses de invierno esgrimen en la cara, como locos escapados del psiquiátrico.
En el paseo de hoy, monsieur M. y yo, grandes andadores, hemos decidido bajar toda la calle Saint-Laurent (bueno, es un boulevard), hasta Chinatown. Nueve kilómetros de caminata primaveral. Esta semana, todo termina en China.
Y he visto cosas insólitas, muy montrealesas.
Una árbol en nuestro barrio, comiéndose la barandilla de una escalera típicamente montrealesa.


Un templo budista. Del que salían cánticos, no golpes de porra de soldado chino.


Un templo de la construcción y de la reforma, une cour à bois, culto mayoritario en Québec, cuyos fieles practican sobre todo en primavera y verano. Con tótem y pick-up incluídos.


...Y una cola de fieles que esperan pacientemente para poder comerse su sandwich de smoked meat en Schwartz's.


sábado, 29 de marzo de 2008

Bebés de kiwi

Uy. Hoy he comido bebés... de kiwi.

Otra fruta china, una variedad de la Actinidia chinensis o Actinidia... deliciosa.

Misterio chino II : frutas y verduras




Farmacia en Chinatown : tienda de hierbas de Asia. Soluciones para todo, de la calvicie a la impotencia, pasando por un "útero perezoso". Os lo juro, escuché la consulta en directo.


Naranjas de la China. Y pomelos que parecen criados con esteroides. Lo digo por el tamaño.

Fried round gluten. Caramba.




Raíz de loto.


Durian, las minas antipersonales del mundo frutal. Apestan, pero deben de ser deliciosos. O eso me dijo una amiga malaya, para la que eran tan comunes como las peras. El olorcillo que despiden, como de fondo de cesto de la colada, hace que los quebequeses de rasgos occidentales que se pasean por las aceras no los compren jamás. Este verano, cuando estén en temporada, (y que pueda abrir la ventana mientras lo pelo), me lanzo. Y os lo cuento.

jueves, 27 de marzo de 2008

Jos, May & Mrs. Freshley's


Si no estabais convencidos hasta ahora de que este blog no trata de lo que se dice alta gastronomía, este post terminará por convenceros y hacer que perdáis el respeto a su autora de forma irremediable. (Si es que sois de un tímido, que ya no sé qué hacer para que participéis un poco, así que lo de hoy es pura provocación).

En esta línea un poco trash, esta semana me ha dado una de esas ansias de comer algo por pura nostalgia, y ya no sólo de España, sino de mi niñez. Regresiva estoy, oyes. Debe ser esta primavera que no termina de llegar.

Mi antojo era de esos pastelitos industriales con los que me recompensaba mi padre cuando íbamos de vacaciones, si tras dos horas de coche perfumado al tabaco más negro posible, aún no había vomitado. Sospecho que también era una forma de mantenerme callada con la boca convenientemente llena, pero eso son conjeturas. Lo que mi pobre padre no sabía era que, a base de utilizarlos como recompensa, una cosa tan banal como los pasteles "Bony", "Tigretón" y "Pantera rosa", terminaría simbolizando la infancia y sus brillantes días veraniegos. Estamos realmente lejos de las magdalenas de Proust, ¿eh?.

Mi preferido era la "Pantera rosa", porque además del dibujo de este personaje de dibujos animados en el envoltorio, estaba recubierto de un glaseado imitación chocolate de color... rosa. Creo recordar que a mi hermano le tiraba más el "Tigretón", pero siempre me puede desmentir.

No sé si existen todavía, pero el caso es que ayer me lancé al primer depanneur (tienda de la esquina versión Québec, igual que las corner shop inglesas, sólo que aquí el propietario es invariablemente camboyano o vietnamita, y habla muy poco francés), y me compré todo un muestrario.


Si lo disfrazo de estudio sociológico, me da menos vergüenza que me vean comiendo (¡y fotografiando!) unos pastelitos que toda persona mayor de doce años considera infectos. Tengo que decir que me inspiro de los estudios pasteleros del estupendo blog "¿Te quedas a cenar?".

Empecemos por Mrs. Freshley's: sospecho que aquí se refleja el abismo cultural y político entre quebequeses anglófonos y francófonos. Los primeros deben comprarlo, porque lo encontré en un depanneur de un barrio anglófono. Pero no forma parte de la imaginería popular francoparlante, porque nunca les he oído hablar de él. Y eso que es azul, un color muy poco sugerente del punto de vista gastronómico, pero muy independentista, del punto de vista ideológico. Pero, con el sentido clásico de la diplomacia y de la flema sajona, está espolvoreado de chispitas rojas, para darle el contrapunto liberal-conservador. Muy bipartito, muy canadian. Menos mal que mis cursos de semiótica sirvieron para algo.

El relleno, una especie de crema 100% grasa hidrogenada, no era azul, gracias al cielo. Hay que ver los riesgos que corro por la ciencia.


Sabe bastante a vainilla, casi me calmó la nostalgia. Interesados: de venta en el depanneur del metro McGill, centro Eaton. A vuestra cuenta y riesgo.

Pasamos al lado castizo y populachero, el francófono (no en general, susceptibles, sólo en lo tocante a estos pasteles).



Primero, el Jos. Louis (pronunciado YÔ LUI). Sé de buena tinta que es muy apreciado por los trabajadores de la construcción. Tras haber leído el contenido calórico (350 cal. por uno simple, 450 por uno doble), veo que equivale casi a un asado de cordero. Y contiene los mismos gramos de grasa saturada. No me extraña que les guste a los obreros. Esto no está hecho para un oficinista.

El May West (en este caso, un super May West) es la versión blanca del Jos, aunque fue inventado el primero. El nombre se inspira de la actriz de Hollywood.




Incapaz de terminarlo, se lo pasé a un jubilado, que lo recibió con gran alborozo.

La caverna de Ali Baba o el misterio chino

Una de las cosas que más me gustan de vivir en Montreal es que en esta ciudad hay un barrio chino. Pequeño, pero auténtico, con sus puertas chinas (una por cada punto cardinal) y todo. Cuando necesito nuevas reservas de té verde, me doy un paseo por sus tiendas, en las que siempre encuentro cosas desconocidas, botes de marinados enigmáticos, dulces de aspecto extraterrestre, alimentos deshidratados que parecen pertenecer más a la cueva de Ali Baba o al laboratorio de una bruja, que a una tienda de ultramarinos.



Té de crisantemo y ginseng. Con virtudes terapéuticas (la caja no explica cuáles). Y tisana "Amazing almond".




Los vecinos del barrio chino compran mucha carne laqueada para llevar a casa. Los mostradores de asados son espectaculares : el pato laqueado brilla tanto que debería venderse en las joyerías.



El horno chino, que puede verse en la tienda, ya que esta carne se asa in situ, es completamente diferente al horno que utilizamos en occidente. En el horno chino el pato se asa colgado, tiene una especie de brasero encendido que le da el fuego por abajo y sale por arriba. Todo lo que està colgado dentro de este tubo, se cocina de una forma uniforme y queda completamente dorado, con ese aspecto "barnizado" gracias al azúcar contenido en la miel con la que se ha untado previamente el exterior de la pieza de carne. El marinado de la carne suele contener miel y salsa de soja (entre otras cosas misteriosas :-).





Sección refrigerados : Me pregunto que será eso envuelto en las hojas, a la derecha de la foto... está en "spécial", es decir, de oferta. La señora que trabaja en el súper no hablaba suficiente inglés ni francés para explicármelo. Pena.


Otro enigma : ¿Animal? ¿vegetal? Misterio chino. Se vende en la sección "marinados a granel". Normalmente soy intrépida, pero con esto no me he atrevido.

martes, 25 de marzo de 2008

En lo bueno y en lo malo

Emigrar es un poco como embarcarse en una relación amorosa, con sus alegrías y penas, sus emociones y sus preocupaciones. Al principio, en la fase del enamoramiento, cuando uno acaba de llegar y es aún un turista, todo es interesante, todo es novedad y aventura.

Cuando se lleva viviendo en el país un cierto tiempo, y se comparte lo cotidiano, con sus humores buenos y malos, sin el maquillaje de las vacaciones , cuando uno se codea con el país despeinado y recién levantado, empiezan las minúsculas decepciones, las sorpresas no siempre positivas, los ajustes y los roces. La comparación se vuelve en esa fase una mala costumbre que hay que esforzarse en erradicar.

Llega el momento (aunque en realidad no es un sólo momento, es un conjunto de momentos que se suceden inadvertidamente) en el que uno se da cuenta un día de que es un residente, un poco más tarde un ciudadano. En resumidas cuentas, de que se ha casado con el país que le ha acogido. Y como en todas las relaciones largas, uno puede decirse que no se ha perdido a sí mismo en este compromiso, que sigue siendo completo e intacto, pero ve bien que cuando mira atrás (y en el caso del emigrante, volver de visita a su país natal equivale, tristemente, a volver atrás, tiene siempre un sabor residual de retroceso), no es la misma persona. Pequeñas y múltiples adaptaciones de sí mismo que se han ido produciendo, de forma imperceptible pero inexorable, negociaciones y acuerdos, compromisos y cesiones, ganancias y pérdidas. Fusiones, escisiones, creaciones y destrucciones, aprendizajes y olvidos. El país que se ha dejado, él, no cambia, al menos no lo hace en la memoria, donde su imagen se congela y permanece intacta tal y como era el día que lo dejamos. Sin una arruga ni una cana.

Y el país que uno dejó tras de sí, como uno de esos primeros novios de adolescencia, en su presente no se parece tanto al recuerdo que se nos ha quedado en la memoria. Como no se volvería a besar la boca de ese primer romance, tampoco se siente pertenecer a nuestro punto de origen.

El de destino, como todas las buenas relaciones, tiene ese perfume un poco temporal, al fin y al cabo, si hemos emigrado allí, podríamos desplazarnos a otro sitio. Nos sentimos ambulantes, el desarraigo tiene esas ventajas, se aprende a vivir con raíces aéreas y móviles. Eso le fuerza a conquistarte un poco todos los días, a no darte por descontado, a seguir seduciéndote, a traerte sus flores, como ocurre en las buenas relaciones.

El país que extraño ya no existe, y en el país en el que yo existo, siempre seré un poco extraña. La única vuelta atrás posible, en caso de nostalgia, es la vuelta adelante.


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Uno de mis cómics favoritos, que adopté inmediatamente al llegar a Canadá : "For better or for worse". Es muy canadian, la autora es una ontariense. No siempre es gracioso, como la vida misma. Os recomiendo empezar a leerlo por los archivos.

http://www.fborfw.com/strip_fix/

lunes, 24 de marzo de 2008

Desde la cocina de Claudia (II)

Otra de las cosas maravillosas que salen de la cocina de Claudia es la pasta fresca. Como estos raviolis.

Estuve tan absorta mientras me enseñaba a hacerlos, que se me olvidó tomar fotos del proceso (típico...). Si es que cuando vivo, se me olvida tomar fotos. Y cuando tomo fotos, se me olvida vivir.

El caso es que yo le ayudé a rellenar estas maravillas hechas con sémola de trigo duro, de un fino puré de queso de cabra, calabaza butternut, y salvia fresca. Así quedaron , listos para cocer, espolvoreados de sémola para evitar que se peguen.


Una vez cocidos, un hilito de aceite de oliva, un poco de parmesano rallado, más salvia, y unas gotas de limón. En cocina, como en muchas otras cosas, nada supera a la simplicidad.

domingo, 23 de marzo de 2008

Jesus is coming


Pascua es la fiesta del chocolate en Québec. Y de los huevos de Pascua de colores horriblemente pastel, como los de la foto. Antiguamente, las familias quebequesas, de confesión católica muy tradicional, celebraban el final de la vigilia, el ayuno y la abstinencia, (qué palabras) y finalmente permitían a los niños volver a comer dulces (que habían estado prohibidos durante toda la Cuaresma). Hoy en día, se saltan la parte del ayuno y de la abstinencia, pero, fieles a sus tradiciones y orígenes franceses, han conservado la más interesante : el chocolate.

Por si habéis olvidado vuestra educación católica (yo he pagado mucho dinero a un psicólogo para que me ayude a hacerlo), os recuerdo que hoy es domingo de Pascua y Resurrección.

Jesus is coming!


sábado, 22 de marzo de 2008

L'hiver pèse trop lourd

Cuando el invierno empieza a pesarle a uno, (sé que ya estamos oficialmente en primavera, pero creedme, aquí es solamente algo simbólico) se impone el kit invernal mañanero :

Café con leche, biscotti y La Presse. Y que nadie me dirija la palabra.

viernes, 21 de marzo de 2008

Ti Kuan Yin

Cuando me apetece un té sin complicaciones, me lanzo a la familia de los Oolong, sin pensarlo. Este té, el Ti Kuan Yin (o Tie Guan Yin, se escribe también todo junto), forma parte de esa familia.
Durante largo tiempo lo había tomado por un té verde "ortodoxo", pero no. Parece ser que tengo una clara preferencia por esos tés en la zona gris y matizada de los semi-fermentados chinos.

A riesgo de aburrir a los que conocen un poco el té, me explico: en un principio, todos los tés son verdes, todos vienen de la misma planta (con diferentes variedades), la Camelia Sinensis. Los tés derivan en algo diferente según la manera en la que se trabajen las hojas.

La leyenda cuenta que al final del siglo XVII, un cargamento de té verde que venía de China llegó a Londres tras una travesía especialmente larga. Durante el viaje, las cajas de té habían enmohecido y el té había pasado del color verde al negro. Los ingleses, poco entendidos, lo probaron y lo adoptaron inmediatamente. Este fue el nacimiento de la "nice cup of tea" al estilo inglés.

Los tés negros, o fermentados, los que se consumen más en Europa, como los clásicos británicos, se obtienen en varias etapas:

- Marchitamiento (no me he inventado esta palabra, ¡lo juro!), en la que se deja que las hojas de té se marchiten al sol durante algunas horas y después se dejan enfriar a la sombra. La fermentación u oxidación comienza.

- Enrollado. La forma de enrollar las hojas influye en el sabor (cuanto más apretadas, más fuerte será el té). En el caso del té negro, el enrollado es diferente del té verde, no se trata de dar forma a la hoja, sino de romper sus células para facilitar las reacciones enzimáticas de la fermentación.

-Fermentación. Las hojas fermentan en una sala cálida y extremadamente húmeda, pero bien aireada, de una a tres horas.

-Torrefacción. Para detener la fermentación, hay que calentar el té a una temperatura elevada lo más rápidamente posible, durante un cuarto de hora, en unos inmensos secadores cilíndricos.
-Finalmente viene la selección. Una de las razones por las que no me gusta el té en bolsita, es porque está compuesto de los restos de la selección, de las "migas" que sobran al final de esta operación.

Los tés verdes se producen en solamente tres etapas :

- Torrefacción. Ya la he explicado, los tés japoneses utilizan un método al vapor.

- Enrollado, que en los tés de mayor calidad se hace a mano.
- Secado, con aire caliente.


Los tés semi-fermentados, como los de la familia Oolong, se elaboran en cuatro etapas, tres de las cuales funcionan exactamente como en los otros tés : marchitamiento, sudación - la etapa característica de este tipo de té-, torrefacción y enrollado.

-La sudación consiste en aplicar una presión sobre las hojas, que reposan en una cámara húmeda (un poco menos que la cámara de fermentación) y cálida. Esta presión permite que los aromas del té se realcen y que una ligera fermentación comience.


Estos tés son por consiguiente fermentados, pero ligeramente. De ahí el color verde más oscuro (comparad la foto con la del té genmaicha). Los chinos los llaman tés azul-verdosos. El contenido en teína es muy reducido, así que son ideales para tomar por la tarde o por la noche. También son digestivos, tienen la reputación de ayudar a digerir las grasas. Hace tiempo tuve una compañera de trabajo china que afirmaba que el secreto de los chinos para no engordar era la gran cantidad de té verde que consumían. Es una idea. Aunque probablemente si uno se atiborra a alubias con chorizo y costilla continuamente, lo del té no funcione demasiado bien.

El color de los tés Oolong es generalmente más ambarino y su sabor es más profundo que el de los tés verdes, más amaderado, menos amargo, menos vegetal. Es un sabor de equilibrio.

Ya que es difícil de alcanzar en todo lo demás, hay que probarlo al menos en el té.

jueves, 20 de marzo de 2008

Desde la cocina de Claudia

Este fin de semana pasado comí fantásticamente, gracias a mi amiga Claudia, cocinera sin par. En el desayuno, me descubrió su riquísima versión del gruau / porridge.
Es un gruau frío : mi amiga deja los copos de avena -los naturales, no los precocidos- empapados de leche o de agua durante toda la noche. De esta manera, los copos se hinchan y no necesitan cocción. Por la mañana, añade un chorrito de leche (o de leche de soja), ralla una manzana, vierte un hilito de miel y espolvorea con almendras tostadas picadas. El día que comienza parece mucho más prometedor tras haber desayunado los copos de avena de Claudia.



La cena, para alguien no muy carnívoro como yo, hubiera podido resultar un poco intimidatoria. Jarretes de cordero al horno, con tomillo. Mmmm.



Y el postre, qué decir del postre... dejo que la foto hable por sí misma. Torta caprese, con coulis de framboises.


A ver si termina el invierno, porque para entrar en los pantalones de nieve me voy a tener que untar de vaselina.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Northern Exposure (III)

Accesorios invernales necesarios (y no necesariamente decorativos) en la casa quebequesa:
- pala

- escurre-botas (es la mejor traducción que se me ha ocurrido para plateau à bottes)

Accesorios indumentarios:
- botazas



- manoplas, bufanda, gorro de sherpa



Que harrrtón de invierno, virgen santa.

Tim Hortons, toujours frais


Cada vez que vamos de viaje, monsieur M. accede amablemente (zen como es él), a darme un caprichito infantil: parar a por un café (¡y un donut!) en un Tim Hortons. Como este fin de semana pasado salimos de viaje, y cada vez que viajamos nos levantamos a unas horas inhumanas -todos los viajes son largos, en este país en el que dos horas de coche es calificado de "cerca"-, no soy capaz de ingerir nada antes de salir. Pero hacia las ocho, hay que parar, síndrome de abstinencia de cafeína obliga (me he vuelto adicta al café filtro, horror).

En Tim Hortons el café es toujours frais (siempre fresco), o eso dicen, en todo caso está más fresco que yo cuando me despiero a las seis de la mañana, y con eso me basta.


¿Qué es lo que me fascina de los Tim Hortons? Muchas cosas, ninguna de ellas relacionada con la gastronomía, para qué engañarnos. Para mí, estos templos de la rosquilla son norteamérica, son Canadá. Todos tienen drive thru, y siempre hay cola. Y sirven sus cafés to go (para llevar) en unas bandejas pensadas para comer y beber en el coche. Porque en Canadá, como en los USA, la gente come y bebe en cualquier sitio, a cualquier hora. Y han conservado el logo y el aspecto un poco años 50, eso me encanta.


Deberían obligar a los inmigrantes, como prueba iniciática, previa a la naturalización (cómo me gusta esa palabra), a tomarse un cafecito en un Tim, o aún mejor, en el coche, para saber si son capaces de adaptarse a esta vida.


Rrrrroll up the rim to win.

lunes, 17 de marzo de 2008

Lichis


Me encantan los lichis, la flor de las frutas. La textura, que se parece a la de las uvas, y contrasta con lo rugoso de la corteza, la pulpa jugosa y ese sabor... es curioso, siempre me ha recordado a la rosa. Como esos caramelos de rosa tan antiguos, que se venden todavía en algunas confiterías españolas... quizá a eso se debe el color rosa que toman cuando están maduros.
Todos estos lichis en mi plato, todas esas rosas por comer...

Vienen de lejos, de China.

sábado, 15 de marzo de 2008

Genmaicha

"There are some people out there who are not having nice cups of tea, they are only having cups of tea." (del blog "Nice-Cuppa-Tea")

Soy una gran bebedora de té. Y una gran lectora sobre lo que tiene que ver con el té. Del té negro inglés tradicional, en bolsita, pasé rápidamente al té verde, cuando vine a vivir a Montreal. Tras probar la primera taza de té verde en el pequeño Chinatown montrealés, descubrí todo un universo que no conocía -la "moda" del té verde no había comenzado aún cuando me fui de España-. Desde entonces, bebo mucho más té verde que negro, aunque de vez en cuando una buena taza de Earl Grey...

Durante una época en la que vivimos en la costa norte de Québec, me dediqué a leer todo lo que pude encontrar de lo que se había publicado en francés sobre el tema. Y cuando bajábamos a Montreal, me aprovisionaba para probarlo todo, de nuevo en el norte. Esta bebida, la más antigua y popular en todo el planeta, me parece fascinante.

Éste es uno de los tés que preferimos en casa , infusado en la tetera que más me gusta, de hierro fundido, típicamente japonesa, mi tetera matsuba. El té genmaicha (la sílaba final, cha, quiere decir té), con el sobrenombre simpático de té popcorn, es un té verde japonés clásico, mezclado con arroz tostado y eso que parecen palomitas es en realidad sorgo o cebada, aunque últimamente también suele ser maíz. Personalmente, prefiero los tés verdes chinos a los japoneses, un poco amargos y con un sabor demasiado "vegetal"para mi gusto. Aunque depende del momento. El momento siempre dicta el tipo de té. (Proverbio mío :-) Lo que me gusta del genmaicha es que el arroz tostado y el popcorn le dan una nota de dulzor que contrarresta el sabor amargo.


El té es una de esas cosas que se aprende a apreciar, para las que es necesario educar un poco el gusto. Sobre todo porque en países como España, no forma parte de nuestra cultura, que es "cafetera". Hay que probar mucho y de clases y calidades diferentes, para empezar a diferenciarlo. Lo primero, es aprender a prepararlo correctamente. No es esnobismo, preparar mal un té verde cambia completamente su sabor y lo convierte en una tortura amarga intragable. Olvidar las bolsitas cuando es posible -té en casa- también es importante. Con el tiempo, uno se da cuenta de que el té en bolsita sabe principalmente a la celulosa de la que está hecha la bolsita. Por supuesto, las bolsitas son un salvavidas para el "teófilo" al que le gusta tomarse un tecito en el trabajo... o de cámping :-)

En realidad, nada relacionado con esta bebida debería tener un relente esnob, yo la veo como la bebida más proletaria y popular que existe.

Y tomar una taza de té verde es lo único zen que he sido capaz de practicar con sincero entusiasmo. La meditación es más fácil cuando se practica con galletitas. And a nice cuppa.