viernes, 31 de octubre de 2008

Trick or treat! (Halloween IV)

Hoy es el día D. Esta noche vienen los monstruos, digo los niños.


Llamarán a la puerta sin parar, gritarán cuando les abra, abrirán las bolsas para que les suelte el botín.


Cuando hayan conseguido lo que querían, pasarán a la casa siguiente. Y cuando ya no me queden más dulces, tendré que soplar las velas de las jack'o-lanterns, apagar todas las luces, y esconderme en una casa a oscuras, para que no llamen más. Viendo la peli de terror que habré alquilado, o el especial de los Simpsons, "Tree house of horror", como manda la tradición.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Festín siniestro: Halloween (III)

El año pasado, cuando aún no existía este blog, hicimos en casa una fiestita de Halloween, aprovechando la ocasión, celebramos también el cumpleaños de María Fernanda, lectora fiel :-). Como las dos ocasiones lo merecían, preparamos un banquete terrorífico, con las amables contribuciones de los invitados y la anfitriona.

El tema del banquete era, por supuesto, naranja y negro. Todos los alimentos que se trajeran debían ser de uno de estos dos colores, o, al menos, respetar el tema "terrorífico".

La mesa era digna de verse.



Había un pan en forma de calabaza relleno de sesos de zombi para untar... (crema de espinacas y queso)

Dedos de muerta como postre... (galletas de mantequilla y almendra hechas con amor por Jaëlle)

Pastel horrible de cumpleaños preparado por una servidora... (lo que me costó en colorante para que el color naranja del glaseado fuera lo suficientemente radioactivo... y el bizcocho era de chocolate negro).

... y otros aperitivos y tapas variados, acordes con la celebración...


...agradables bebidas para acompañar la comida, como esta jarra de sangre fresca... (zumo de tomate con colorante rojo, para volverlo lo más rojo posible). El ojo, no sé cómo llegó allí...)



... y no podía faltar el candy (los dulces) típico de esta fiesta: calabacitas, jelly beans y candy corn (granos de maíz dulces).
Un dulce que recuerda el origen de esta fiesta: la celebración de la abundancia de la cosecha, antes del rudo invierno. Ugh.

Hay que decir que como menú, era bastante indigesto y una auténtica herejía desde el punto de vista nutricional. Y que la nutrición no es algo que a uno le preocupa en una fiesta como ésta.

Nada como un buen chute de azúcar, jarabe de glucosa y sirope de maíz invertido (siempre me ha llamado la atención ese calificativo) para prepararse para los grandes fríos.

lunes, 27 de octubre de 2008

Muffins malévolos


... de chocolate negro y calabaza, el ingrediente obsesivo en todas las recetas de esta época del año. Y sé de una a la que las decoraciones en forma de murciélago de Wilton le van a chiflar.

domingo, 26 de octubre de 2008

La nariz de la bruja


Las jack'o-lanterns en sus orígenes en Irlanda se fabricaban con nabos (la calabaza era aún un cultivo desconocido), y para hacer las narices se utilizaba esta verdura: el panais, en francés, parsnip en inglés, chirivía o pastinaca en castellano. Tiene aspecto de zanahoria, pero su sabor es más cercano al del nabo.

En Quebec este tipo de verdura es de cultivo tradicional, ya que las raíces y tubérculos se conservaban bien durante el largo invierno sin cosecha.

Un historiador quebequés, Jean Provencher, ha escrito una historia agrícola de Québec muy interesante, un libro por cada estación ("C'était l'automne"...) tras cuya lectura una se explica mejor el por qué de esa resistencia quebequesa -sólo del Quebec profundo, todo hay que decirlo - a comer verduras: no hace mucho que todas las verduras que se comían durante meses y meses estaban generalmente marinadas: col fermentada en chucrut o conservada en vinagre, pepinillos y remolachas en vinagre, cuya receta parece venir del siglo XXII, importada a América por los colonos holandeses. Como el vinagre mata una parte importante del contenido vitamínico de las conservas, imagino que no había muchos adultos que conservaran casi todos los dientes. A pesar de vivir en un congelador gigante durante seis meses al año, la mayoría de las verduras locales (raíces, tubérculos, crucíferas) no llevan bien lo de la congelación, y el escorbuto y las hambrunas eran una amenaza constante.

En las casas el sótano no era ese espacio que conocemos hoy, un piso más de la casa, era más bien un hueco en el que uno apenas se tenía de pie, excavado en la tierra, húmedo y frío, en el que se guardaban las conservas para subsistir en invierno (productos marinados, patatas, calabazas, maíz seco, coles, nabos y chirivías).
Un poco más tarde, los colonos descubrieron los tomates, y la elaboración de ketchup (exactamente como las conservas de tomate a la española, pero con azúcar añadido) es aún una tradición de los quebequeses más "caseros".

La generación de cincuenta para arriba (los baby boomers de aquí), han descubierto bastante mayores verduras y frutas que para nosotros son de lo más comunes, como las acelgas o el cardo, las granadas y los higos -que siguen siendo un lujo foráneo-. Las naranjas o clementinas, no hace tanto tiempo que eran consideradas tan exóticas que normalmente se metían en los calcetines navideños como regalo para los niños.

La inmigración, sobre todo la inmigración italiana masiva a finales de los años cincuenta, trajo consigo un montón de productos vegetales desconocidos por los quebequeses "de pura lana". Hoy en día los mercados (como habéis podido comprobar en las fotos que aparecen en este blog) ofrecen una variedad de frutas y verduras sorprendente en un país en el que los cultivos duran tan poco.

La mayoría de los quebequeses con los que he hablado se dicen contentos de la riqueza que la inmigración ha aportado a la alimentación. Desde que llegué, buscando formas de no volverme loca encerrada en casa, he tomado parte de forma muy esporádica en una cocina colectiva, que es un taller de cocina en el que se reúne un grupo de personas -en este caso, era una asociación de mujeres- de todas las edades, razas y orígenes, para cocinar un menú completo. Se aprenden recetas de los países de cada miembro del grupo, que asume el rol de profesor de cocina por turnos, se degustan en ambiente de agradable camaradería, y las sobras se llevan a casa como comida para la semana.

Una faceta interesante de estos talleres es que sirven para que los inmigrantes formen un círculo de amistades en su nuevo país, y para que los "lugareños" que participan pierdan la desconfianza natural ante lo desconocido. Mientras cocinaba siguiendo las instrucciones de una señora coreana, mi vecina de fogón, una octogenaria salvadoreña, me contaba cómo la cocina la había sacado de su aislamiento (los inmigrantes que tienen que traer al país a sus padres ancianos, porque éstos ya no pueden cuidar solos de sí mismos, se topan con el problema de que una persona de la tercera edad no puede aprender el idioma ni adaptarse tan fácilmente, estos ancianos se encuentran muchas veces en una situación de soledad terrible). Y en el fregadero, mientras lavaban tomates juntas, una quebequesa intentaba enseñar a pronunciar tomate (en francés) a su compañera china.

Éste es un ejemplo de cómo se puede aceptar la llegada de inmigrantes a un país: valorando lo que aportan e integrándolo a la cultura que recibe a los recién llegados, en lugar de vivir su llegada como una invasión. Una forma excelente de hacerlo es por medio de la cocina. A todas las culturas, por muy dispares que sean, les gusta comer.

Os animo a que iniciéis un proyecto de este tipo en vuestra ciudad, vuestras habilidades culinarias y humanas mejorarán, y os daréis cuenta de que abrir la puerta al Otro (el extranjero, el inmigrante) no siempre - o no sólo- implica problemas, también puede conllevar cosas muy positivas.
A fin de cuentas, todos somos seres humanos cuyas tripillas rugen de la misma manera cuando se acerca la hora de comer.

sábado, 25 de octubre de 2008

Listos para Halloween (II)

El escalofriante día 31 se acerca. (O más bien, la escalofriante tarde-noche del 31). Estamos preparados.

Hemos decorado el parterre, y por una vez, mi vagancia en esto de la jardinería y mantener las malas hierbas a raya, ha sido útil, no he necesitado gran cosa para que el parterre dé miedo: unas cuantas lápidas y unos huesos esparcidos por nuestro osario particular ...

Tenemos los dulces...

Fotos (y parte de las lápidas) obra del amiguete Carlos

... y hemos hecho las jack-o'-lanterns.



¡JUA, JUA, JUA! (Risa que pretende ser terrorífica).

viernes, 24 de octubre de 2008

Dedicado a Cris

Tras las tonterías de la última entrada, hoy vais a encontrar esta muy seria, así que si vais buscando aligeraros la jornada con una sonrisa... volved mañana.
Cuando empecé a escribir este blog, rápidamente me di cuenta de los lazos que se forman con la comunidad de blogueros, gente de la que uno sabe más a veces que de algunas personas que nos rodean. Esta pequeña comunidad sabe mucho de los miembros que la forman: los gustos, disgustos y aficiones, las cosas que nos hacen soñar, las que nos irritan y las que nos gustaría hacer algún día.

Claro, hay cosas que se quedan en la sombra, para proteger la vida privada, porque éste es un medio de comunicación de lo más público y no nos apetece que todo el mundo lo sepa todo de nuestra persona. Eso me pasa también con mis amigos "no virtuales". Pero sabemos lo bastante de nuestros compañeros blogueros como para sentirnos cercanos cuando la vida les suelta uno de esos mazazos que nos suelta tan a menudo, sin prevenir.

Hace unas semanas me pasó con la que considero una amiga en la distancia, que ahora está remontando una cuesta arriba con su compañero, cuesta que confío van a superar con éxito, y ahora me ha vuelto a pasar leyendo a Cris , que acaba de perder a alguien muy importante. Al leer la mala noticia no he podido evitar sentirme cercana a ella, porque, utilizando la frase tan manida, pero en este caso muy cierta, creo que sé cómo se siente.


Dedicado a Cris, y a su madre, un poco de poesía otoñal.


jueves, 23 de octubre de 2008

Pumpkin carving (II) : Extreme pumpkin carving / Escultura de calabazas extrema

Liuia me dio la idea (indirectamente, no vayáis a echarle la culpa): últimamente he estado muy formalita y ya va siendo hora de que vuelva a publicar un post no apto para todos los públicos, de esos que hieren sensibilidades y hacen que entrecerréis la pantalla del ordenador portátil al paso de vuestro cónyuge, por miedo de que piense que estáis perdiendo la chaveta, o al paso de vuestros retoños, por temor a marcarlos psicológicamente de forma indeleble.

Como ando muy ocupadilla como para sentarme a escribir algo humorístico, aprovecharé el humor malsano de otra persona para esta entrada. Hala, ahí os va este post escatológico-festivo:
Siguiendo la cucurbitomanía que parece omnipresente en este blog desde hace ya unas cuantas entradas, hoy voy a daros algunas ideas novedosas sobre las múltiples aplicaciones de una calabaza. Porque no sólo de crema de calabaza vive el hombre.

Andando por una de mis librerías preferidas con mi amiga Sumire, durante su visita montrealesa (andábamos en pos de un libro de cocina, por cierto), me topé de narices con un libro en la sección "Decoración" (??), con sugestivas ideas para esculpir las tradicionales calabazas de Halloween. "Not your old pumpkin", prometía el libro. Y pardiez, tenía razón. Las librerías son realmente un pozo de sabiduría y cultura.

El título de esta joya de la patología mental es: "Extreme pumpkins", y su autor, Tom Nardone, aparte de tener demasiado tiempo libre, da muestras de un sentido del humor un tanto, ehm, peculiar. Para muestra, un botón:


Todas las fotos vienen del sitio del autor, http://www.extremepumpkins.com/

Conjoined twins pumpkins (calabazas siamesas)


Roadkill eating pumpkin (difícil de traducir... roadkill son todos los animales que en Canadá y los USA mueren atropellados en las carreteras, que suelen estar sembradas de pobres marmotas, mofetas y mapaches que no escucharon a sus mamás y no miraron a ambos lados antes de cruzar).

Puking pumpkin. Literalmente, euh, calabaza que vomita.


Cannibal pumpkin. Calabaza caníbal.


Worm infested pumpkin, o calabaza infestada de gusanos. Antes de que os de un ataque de asco, os diré que el autor compró esos falsos gusanos en la sección de pesca de unos grandes almacenes. Aunque los blancos podrían hacerse con arroz basmati...


The territorial pumpkin. Calabaza territorial. Claramente inspirada del cómic Calvin & Hobbes.


Ésta puede ser una buena excusa para explicarles a tus hijos de dónde vienen... las calabazas.


The mooning pumpkin, o, como dicen en mi pueblo, la calabaza que hace un calvo. Muy apropiada si se tiene vecinos irritantes.

Creo que me voy a limitar a la cara clásica, tampoco es cuestión de pasarse el año pagando psicólogos infantiles y demandas de los vecinos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

HEMC 26 : Crema terrorífica de... (me temo que sí) calabaza

La contribución para este Hecho en mi Cocina especial cocina para diabéticos es bastante simple, pero muy saludable. Las personas que padecen este problema no sólo deben eliminar el consumo de azúcar y vigilar los glúcidos, sino que también tienen que tener cuidado con las grasas. Si bien la calabaza tiene un índice glucémico bastante elevado (75, para ser exactos) debido a los azúcares naturales que contiene, asociada al aceite de oliva y cocinada sin grasas saturadas -como en esta receta- presenta muchas ventajas que hay que aprovechar, entre otras un gran contenido en caroteno.
Mi amigo T. me enseñó, hace ya muchos años, a preparar la primera receta salada de mi vida, la crema de calabaza. Hasta entonces, lo único que sabía cocinar eran postres, sobre todo tartas y galletas, no por nada siguen siendo mi especialidad, es en lo que tengo más años de experiencia. La receta de crema de calabaza que me enseñó, sigue siendo la base de todas mis cremas de verduras. Es sumamente fácil, muy versátil, y sirve para aprovechar todas esas verduras con las que ya no se sabe muy bien qué hacer. Y aquí, en Canadá, cuando llega el frío, las sopas y cremas son más que bienvenidas.

La receta consiste básicamente en pochar cebolla picada en un poco de aceite de oliva, hasta que se ponga transparente, y añadir una patata cortada en cubos, más la verdura que se desee. En este caso, dos tipos de calabazas diferentes: la buttercup (aquí, a la derecha), de un naranja profundo increíble (las fotos no están retocadas), y la butternut, (arriba, a la izquierda), más dulce y harinosa.


Sé que estoy pelín monotemática con este ingrediente, pero es que me gusta usar productos de temporada. Y no sabéis lo que soy capaz de hacer con calabacines.

Para esta crema, añadí pimienta, un poco de nuez moscada y bastante cúrcuma, que potencia el color, y, aunque sea más bien amarga, contrarresta muy bien el dulzor excesivo de la butternut, además de tener propiedades anticancerígenas. Un chorrito de nata vegetal de soja al final (sustituyendo a la nata líquida tradicional, para eliminar las grasas "malvadas"), y servir con un cucharada de crema agria baja en grasa o yogur natural desnatado. Terroríficamente buena.

T. estará orgulloso de mí.

martes, 21 de octubre de 2008

Jean-Talon en otoño (III) (¡Sí! ¡Otra vez!)


A riesgo de produciros una sobredosis de tema otoñal, publico otra tandita de fotos tomadas en el mercado, durante la expedición en busca de la calabaza perfecta, calabaza que visteis destripar en la entrada de ayer.


Antes de que empecéis a preocuparos por mi salud mental pensando que tengo una obsesión compulsiva cuyo motivo central son las calabazas, insisto en tranquilizaros: tengo una obsesión compulsiva con las calabazas, las más marcianas de las verduras, la manifestación más colorida y excesiva de todos los frutos de la tierra.

Como la estación está tocando a su fin, ya no os queda mucho tiempo de sufrimiento cucurbitáceo, así que tomadlo con paciencia, arrellanaos en vuestras sillas y echadles un vistazo a estas fotos.

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(En orden, de arriba a abajo:)

1. Maíz multicolor, éste es seco y se usa sólo como decoración, pero la variedad de maíz azul empieza a ser popular.

2. "Ay, que todas las gaditanas me parecen manzanas..."

3. Calabazas. Lo sé, estoy enferma.

4. Arándanos rojos o cranberries. Se comen cocinados solamente, y normalmente se encuentran rellenando el interior de un cadáver de pavo. Me parece una pena, con lo bonitos que son, que sean sometidos a tamaña humillación sin que nadie muestre una foto de ellos au naturel.
5. Más calabazas. Voy a ir a que me miren esto, de verdad. ("¿Cucurbitofilia?")

6. Romanesco, romanescu en castellano. O un ejemplo de fractal de la familia del brécol.

7. Eeeehhh, ...vale, son calabazas. Pero el interés de la foto reside en la comparación del tamaño de la zarpita de monsieur M., que tiene unas manos como palas, y el de la calabaza en cuestión.


lunes, 20 de octubre de 2008

Halloween (I) : Pumpking carving

Si hay una fiesta típica en Canadá y en Quebec (y en general, en todos los países de la Commonwealth y los USA) y que aún no ha sido exportada a España (o al menos, no con la pasión con la que se celebra aquí), es Halloween.

Como buena fan de las películas de Tim Burton (bueno, no de la última), Halloween es mi fiesta preferida, quizá por ese exotismo que tenía para mí al principio, pero por muchas otras cosas: es una fiesta de origen pagano -como lo son la mayoría de las de nuestro calendario-, pero con la diferencia de que esta fiesta ha conservado su sabor pagano. El "maquillaje cristiano" que ha cubierto todas las demás fiestas no la ha tocado. También es una celebración asociada a la naturaleza, al paso de las estaciones, a alejar un poco la murria que nos entra cuando entramos en la parte más fría y oscura del año.

Otras cosas que me gustan de esta fiesta: el 31 de octubre todo el mundo se disfraza, (la gente se disfraza en la oficina, en las escuelas, los camareros en los restaurantes...) la ciudad también se disfraza, la gente en Montreal decora el exterior de sus casas, disfrazándolo de decorado de película de terror, de mansión encantada, de gruta de la bruja. Y es uno de esos días en los que incluso una gran ciudad como esta adquiere un ambientillo de pueblo, con todos esos chavales que se pasean llamando a las puertas del vecindario.

Una parte "obligatoria" de la decoración son los faroles hechos con calabazas, las jack-o'-lanterns. En el campo hay granjas a las que las familias pueden ir con los niños y elegir sus calabazas para esculpirlas en casa.


A Alfonso siempre le gusta estar donde transcurre la acción, por muy espeluznante que sea.



Unas cuantas falsas telarañas, una vela, y... voilà! Los niños saben ahora que en esta casa abriremos la puerta a los trick-or-treaters, y que les daremos golosinas. Por cierto, la calabaza más simpática (y las fotos) son obra de Carlos, un amiguete artista.

Es la mejor época del año para volver a ver "Sleepy Hollow" (o leer el cuento de Washington Irving en el que está basada).


sábado, 18 de octubre de 2008

Naturaleza muerta / Still life

Por petición de varios de mis lectores, que se quejan de haber producido cortocircuitos extremadamente molestos en sus teclados debido a una salivación excesiva producida por los últimos posts, tomo una pausa de comida (bueno, casi) para hablaros de lectura, ese alimento del intelecto.

Soy una gran lectora de novela negra, pero de novela negra no muy oscura, más bien geriátrica, todo hay que decirlo. Lo de geriátrica es por lo de que no me suelen gustar las historias en las que se pone todo el énfasis en los asesinatos en sí (en una novela negra, me temo que el asesinato es bastante inevitable, salvo en algunas de autores un poco especialitos, de los que ya os he hablado), sino en las que lo importante es la investigación, el proceso de deducción del/ de la detective . Así que ya podéis ir descartando de mi lista de favoritos todas las andanzas de Aníbal Lecter y de alegres maníacos que emulan su estilo.

Tras pasarme el día leyendo artículos lingüísticos, y buscando en dicccionarios médicos la traducción de todo tipo de criadillas y vísceras varias para mi curso de traducción médica, tras ver en el hospital todo tipo de costuras, cicatrices, contusiones y fracturas, lo último que me apetece leer es precisamente una descripción detallada de cómo el psicópata de turno les amputa las mencionadas criadillas a sus víctimas, sin ni siquiera anestesia local.

A mí, las amables Miss Marple, Isabel Dalhousie o Mma Ramotswe, investigadoras octogenarias, filósofas u obesas , que encuentran al asesino entre tejido -uno al derecho, uno al revés- y cocido -los guisos de calabaza africana de Mma Ramotswe-, artículos filosóficos sobre ética y varias tacitas de té. A mí, los Hercule Poirot, padre Brown, Sherlock Holmes y Maigret, que en lugar de salpicarse con la sangre de las víctimas y pringarse los zapatos con sus vísceras, resuelven casos mientras se enceran los bigotes con mimo, fuman en pipa, tocan el violín o se terminan el asado que su mujer ha preparado amorosamente.

Ya véis por dónde quiero venir. Precisamente, por Quebec. He descubierto una autora quebequesa anglófona, cuyos libros han empezado a traducirse, pero de los que no he conseguido encontrar una traducción en castellano -aunque no soy una investigadora muy buena, a pesar de leer tanta novela de detectives-, pero sé que se publican en Inglaterra, con portadas diferentes de las que véis aquí, que son las canadienses. Como me he propuesto haceros descubrir un poco de la cultura canadiense, me ha parecido interesante hablaros de ella.

Esta autora, Louise Penny, no sólo escribe francamente bien (el estilo a menudo deja bastante que desear en este género), con un sentido del humor muy anglosajón y una calidad literaria muy interesante, y ha ganado uno de los premios literarios más importantes en el mundo de la novela negra en norteamérica, sino que además ambienta todas sus novelas en los cantones del Este, en Quebec. Sus personajes son intrínsecamente quebequeses, y su inspector, Armand Gamache, de la Sûreté du Québec (la policía autónoma), es uno de esos detectives a los que uno toma afecto enseguida.

Todas sus historias transcurren en el apacible pueblecito quebequés de Three Pines (lo he buscado en el mapa, no existe, pero toda la región que lo rodea, sí). Los lugareños se convierten en un personaje coral, que aparece en cada novela, y algunos son de lo más entrañables, como la pareja gay que lleva el bistro y bed & breakfast del pueblo, o Ruth, escritora y poetisa canadiense célebre, alcohólica y malhumorada crónica.

El único reproche que podría hacerle a la señora Penny es la cantidad ingente de comida que aparece en sus libros (algo muy quebequés y muy vasco, ese amor por el buen yantar), las células grises de Armand Gamache parecen ser propulsadas a base de paninis de brie, cheddar y manzana, sopa de guisantes con panceta, huevos con canadian back bacon y baked beans, copitas de sidra y crêpes. Advertencia: no leer con el estómago vacío.

Otro rasgo genuinamente quebequés de esta autora es el amor por el paso de las estaciones, reflejado en sus novelas, cada una transcurre en un momento muy representativo de cada estación: "Still life" en la semana después de Acción de Gracias, antes de Halloween; "Dead cold" en pleno invierno, en Navidades, y "Cruellest month", en Pascua, en el deshielo quebequés.

El otoño es la estación por excelencia para leer novela negra. ¿Qué andáis esperando? A vuestras mantas, listos, ¡ya!

viernes, 17 de octubre de 2008

Shortbread de otoño

... y con los restos de masa quebrada de la tarta de uvas, se puede hacer esto...


...unas galletas de mantequilla estupendas.