domingo, 28 de junio de 2009

Convenciendo al enemigo con tarta de higo

Este libro de cocina es bastante útil, si tenéis retoños en edad de independizarse, es la biblia culinaria que deberíais regalarles (es francés, así que espero que haya versión en español, por aquello de la cercanía).

Esta semana me hice con una cajita de higos frescos, higos que venían de muy lejos y que recibí como quien recibe una lata de caviar, de lo exóticos que son por estas tierras.

Tras comerme unos cuantos al natural, cerrando los ojos y literalmente en la higuera, decidí que esta ocasión especial merecía una receta especial.

Como soy demasiado vaga para copiarla, y como tengo un director de tesina que me tiene en muy baja estima últimamente, he sacado una foto de la receta, y ahí os apañéis como podáis, con todos mis respetos.


El único cambio que hice a la receta fue añadir un chorrito de ron a la crema del relleno, porque a monsieur M. le encanta y necesito unas estanterías en un armario, así que le doy al vil soborno repostero.


miércoles, 24 de junio de 2009

Empanada de atún

El fin de semana pasado lo pasamos en grupo de amigos, y para que las comidas no fueran una carga para los propietarios de la casa que nos acogió a todos, decidimos utilizar esa fórmula que me gusta tanto, por lo comunitaria y poco estresante: el pot luck. Fórmula clásica en Navidad en mi familia quebequesa, que evita mucho estrés y maratones culinarios en las fiestas. Así, los anfitriones también pueden sentarse a cenar tranquilos, sin estar completamente agotados tras pasar horas cocinando.

En esas ocasiones, siempre intento preparar una recetilla española, si es posible algo que no sea la sempiterna paella, que es lo más conocido. Esta vez hice una empanada de atún y pulpo (el pulpo de lata, me temo). Aparte de estar buena, tiene la ventaja de que puede prepararse con antelación, se transporta y conserva bien, y si el horno está monopolizado por un montón de platos recalentándose, siempre puede comerse fría.
La receta, aquí. Admito todo tipo de sugerencias y consejos de los lectores gallegos.



La acompañamos con unas flores de calabacín a la plancha. Fue muy apreciada por los amigos quebequeses. A fin de cuentas, si "hay un gallego en la luna", por qué no puede haber una vasca en Quebec (del que, por cierto, hoy es la fiesta nacionalista, digo, "nacional"), la provincia menos canadiense del Canadá, que haga comida gallega. Y que vivan el mestizaje y el multiculturalismo.


sábado, 20 de junio de 2009

Brochetas de pollo shish taouk a la barbacoa (HEMC 34): cocina para hombres de verdad


" Meat is murder. Tasty, tasty murder."

"Kill a cow, start a fire... The magic begins".

"La comida, me gusta muerta. No enferma, ni herida gravemente, sino muerta. Ésa es la razón por la que no como ostras." - Woody Allen



El "hecho en mi cocina" de este mes (HEMC 34), organizado por Kako, propone que cocinemos algo del Magreb o de Oriente Medio. La receta que os propongo viene más bien de Oriente Próximo, pero bueno, es Oriente, al fin y al cabo. Y técnicamente, tampoco la he cocinado yo, sino monsieur M. Pero cuando terminéis de leer este post, estaréis de acuerdo conmigo en que merezco un poco de mérito.

Cuando llega el calor a Montreal (y, aunque muchos no crean que en Quebec puede hacer calor, lo hace, y mucho más que en el norte de España, del que soy oriunda), deja de apetecerme cocinar. Es lógico, soy una pastelera-panadera compulsiva, y a 32º y 80% de humedad (casi llueve en la cocina), en un aire espeso como el de la jungla camboyana, lo último que apetece es encender el horno. Sumergerse en una piscina llena de gazpacho frío es más apropiado.

Menos mal que en verano se abre la veda de un elemento básico del universo culinario norteamericano: la barbacoa.

La barbacoa que todo canadiense y estadounidense tiene aparcada en su balcón-terraza-jardín trasero es más que un instrumento para cocinar. La barbacoa en Norteamérica es cosa de hombres. Es el eslabón que une al hombre norteamericano actual con su yo primitivo, que lo retrotrae a su rol tradicional de cazador-recolector: el ancestro que asaba el diplodocus a la parrilla tras haberlo matado de un garrotazo (ya, ya, sé que no fueron contemporáneos, no me escribáis para decírmelo). Probablemente después se limpiaba la grasa de las manos en su taparrabos de pieles y agarraba a su señora por los pelos, arrastrándola a la caverna y rematando así un agradable sábado noche. Eso en el caso de los más delicados. Los menos, muy posiblemente no se limpiaban la grasa de las manos. Por algo como tanto tofu.
La barbacoa, para el homo americanus, es el equivalente en cocina a lo que el coche representa en la vida. Un símbolo de estatus socioeconómico, de tradición familiar perpetuada, de virilidad. Los hombres las prefieren enormes (la mía es más grande que la tuya), fardonas, brillantes (en acero inoxidable, aún mejor), hablan entre ellos de precios, comparan potencias (en BTU), a veces -pocas- intercambian trucos y recetas. El homo americanus de verdad no cree en patrañas como el colesterol, los problemas cardiovasculares, la obesidad mórbida, y los múltiples estudios que han demostrado lo muy cancerígeno que es comer demasiada carne roja, y aún peor, demasiada carne roja carbonizada. Rumores. Cuentos para asustar mariquitas. Pásame esa vaca.

El proceso que conlleva preparar una barbacoa un sábado cualquiera en un hogar cualquiera de Norteamérica, es muy similar, desde nuestra barraquita montrealesa hasta Nueva Orleans, desde Vancouver hasta Tulsa. Os lo describo paso a paso:

BARBACOA PARA HOMBRES DE VERDAD

Todo hombre que se precie de serlo, se ofrece voluntario para cocinar una barbacoa de vez en cuando. El proceso suele seguir siempre la misma sucesión de pasos, que empieza con un par de frases inocentes y muchas buenas intenciones:

Hombre-de-Verdad: -"Ma Petite Chérie, has pasado toda la semana trabajando como una loca en -pongamos, un ejemplo completamente al azar- la tesina. Mereces un descanso. Hoy cocino yo. Invitamos a unos amigos y te relajas, disfrutas de la compañía."

La Chérie en cuestión le dirige una mirada cargada de escepticismo. A continuación, tras ver la hora que es y preguntar al Hombre-de-Verdad lo que va a preparar...

1. Petite Chérie se viste, agarra el bolso, sube al coche y se va al supermercado a comprar todos los ingredientes.

2. Tras descargar sola la compra, Petite Chérie prepara la ensalada, las verduras de acompañamiento y el postre.

3. Petite Chérie procede a preparar la marinada y a cortar la carne, que dejará marinando en un recipiente que situará, junto con los utensilios (pinzas, espátula, mechero, trapo), al lado de la parrilla, al alcance del Hombre-de-Verdad, que está de pie, cervecita en mano, charlando con los amigos invitados.

4. Hombre-de-Verdad pone la carne en la parrilla.

5. Petite Chérie entra de nuevo en casa, saca mantel, platos, cubiertos, vasos, servilletas y lo lleva todo -en varios viajes- al patio, donde pone la mesa. Vuelve a entrar, corta el pan y aliña la ensalada y mira el punto de cocción de las verduras.

6. Petite Chérie sale de nuevo al patio para avisar a Hombre-de-Verdad de que es hora de darle vuelta a la carne.

7. Hombre-de-Verdad le da la vuelta a la carne. Se abre otra cervecita.

8. Petite Chérie pone música y enciende unas velas en la mesa para crear un ambientillo agradable. Limpia los mostradores de la cocina y saca la cabeza por la puerta para avisar a Hombre-de-Verdad de que la carne se está quemando.

9. Hombre-de-Verdad saca la carne el fuego y se la pasa a Petite Chérie.

10. Petite Chérie reparte la carne en los platos, sirve las verduras, la ensalada y hace los honores, diciendo a Hombre-de-Verdad lo bien hecha que está la carne.

11. Todos los comensales alaban sus habilidades cocineriles y le agradecen la estupenda cena.

12. Hombre-de-Verdad abomba el torso ligeramente y sonríe, satisfecho. Afirma, sin falsa modestia, que nadie cocina en la barbacoa tan bien como él, que su padre le pasó el método familiar secreto. Mientras, Petite Chérie va a buscar el postre y lo sirve, y prepara las tazas para el café.

13. Después de comer, Petite Chérie despeja la mesa (porque según la tradición en la casa, "el que cocina no friega") y friega los platos.

14. Hombre-de-Verdad pregunta a Petite Chérie antes de acostarse que "si le ha gustado tener la tarde libre" y, tras ver su reacción enfadada, concluye que a las mujeres no hay quien las entienda.

Brochetas shish taouk acompañadas de taboule casero. Y bíceps de monsieur M.

Estas brochetas de pollo shish taouk (también conocido como shawarma en otros países) no tienen ningún misterio. La marinada que da al pollo ese sabor delicioso es sanota y fácil de preparar:

INGREDIENTES (Para unas 4 personas)

- 4 pechugas de pollo de buen tamaño, cortadas en cubos para brochetas (o unos muslos, según preferencias)

- pinchos para hacer las brochetas (si son de bambú, remojarlos en agua durante un cuarto de hora, para evitar que se chamusquen)

- 3 cucharadas soperas de yogur natural

- 1 cabeza de ajos, pelados y rallados

- el zumo de 1 limón

- un poco de piel de limón rallada

- una pizquita de cayena

- sal y pimienta

Mezclar todos los ingredientes en un recipiente y marinar el pollo durante un mínimo de 4 horas en el frigo (mejor toda la noche). Preparar las brochetas y ponerlas en la parrilla. Para que el pollo no quede seco, hay que hacerlas a fuego vivo, el tiempo justo. Una vez hechas, meterlas dentro de pan de pita y envolverlas en papel de aluminio para que no se enfríen.

Acompañar con taboule, hummus o brochetas de verduras.

miércoles, 17 de junio de 2009

Compota de ruibarbo con fresas


El ruibarbo, esa verdura tan especial que se utiliza como una fruta, está especialmente rico si se combina con fresas. Su sabor ácido y astringente, que encaja la mandíbula de algunos, se suaviza mucho cuando se acompaña con fresas, y el punto de jengibre fresco que lleva esta receta es como el lazo que da el toque final al paquete.

Esta compota de ruibarbo con fresas es un clásico norteamericano, y aunque se puede untar en las tostadas como una mermelada -un poco líquida-, como mejor está es servida aún tibia sobre una bola de helado de vainilla. En el patio.


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INGREDIENTES:

- 3 tazas de ruibarbo cortado en pedazos, fresco o congelado
- 2 tazas de fresas cortadas en cuartos
- 1 taza y media (o 2, si sois muy golosos) de azúcar
- 1 cucharada de té de esencia de vainilla
- 1 punta (del tamaño de un dedo de chica :-) de jengibre fresco


Se ponen en un bol grande o ensaladera los pedazos de ruibarbo, se riegan con la vainilla y se espolvorean con la mitad del azúcar, mezclando todo bien a continuación. En otro bol, se hace lo mismo con las fresas y el resto del azúcar. Dejar reposar la fruta alrededor de una hora, revolviendo de vez en cuando, soltará jugo.

Se pela y se ralla el pedazo de jengibre fresco, y se estruja bien encima de un colador. Se reserva el jugo.

Poner a fuego medio el ruibarbo y todo el líquido que habrá soltado, llevar a ebullición y cocer, removiendo frecuentemente, durante unos cinco minutos. Añadir las fresas y el jugo del jengibre y seguir cociendo y removiendo a menudo hasta obtener el espesor deseado (una media hora).

Se reprime una para no comérselo todo a grandes cucharones frenéticos y dejar algo para el postre.

domingo, 14 de junio de 2009

Canadiana * : sabiduría inuit


(* El título de este post no es un gentilicio inventado por mí, tiene más que ver con all things Canadian. )

Este invierno pasado (tengo la impresión de que acaba de terminar) os hablé un poco de la cultura inuit.

Este pueblo vive al norte del norte, es decir, si os da la impresión de que yo vivo en un país nórdico, la prueba de que todo es relativo (y una cuestión de percepciones) es que para un inuk, residente del Artico canadiense, los montrealeses vivimos en el sur. España sería entonces el sur del sur, y Argentina, por poner un ejemplo, el sur del sur del sur.

Anécdota mediática divertida:

Un famoso locutor de Radio Canada se va de expedición a Nunavut para impregnarse de sabiduría inuit y contarnos luego lo reveladora que ha sido para él esta experiencia ártica. Fascinada por todo lo que tenga que ver con esas tierras, y plenamente consciente de lo sesgado y simplista del punto de vista que le va a dar el tipejo éste, sigo el reportaje.

El urbanita periodista se hace las consabidas fotos en la consabida parka gigantesca, junto al acostumbrado y paciente inuk, que posa junto a él, sonriente y convenientemente desdentado (si conserva todos sus dientes, queda menos auténtico). Le llevan a ver osos polares, a cazar la foca, de la cual le ofrecen el corazón, manjar muy especial para los inuit, quienes probablemente piensan que es un desperdicio ofrecérselo a un tipo obeso que no sabrá apreciarlo. Vamos, le preparan un completo nórdico con queso.

Cuando el presentador en cuestión lleva ya un par de días en el gran norte y se siente aclimatado y elevado por tanta autenticidad, y enajenado por tanto aire puro y tanto contacto con la naturaleza en bruto, él hace el ídem y entrevista a un cazador inuk que le lleva de paquete en la motonieve sobre el banco de hielo, para intentar avistar narvales:

Presentador entusiasmado, y un poco jadeante en el micro, luchando contra el viento de cara: -"¡Wow! ¡Es increíble! Llevamos horas atravesando a toda velocidad este inmenso desierto blanco, y mi guía parece saber perfectamente adónde va! Este pueblo tiene realmente un sexto sentido, un contacto primigenio con la superficie de los bancos de hielo. Todas sus células le guían a través de la tundra."

El presentador entusiasmado le inserta el micro en los belfos al impasible conductor inuk, y le pregunta, sin aliento: -"¿Cómo lo hace? ¿Cómo es capaz de orientarse en este paisaje? ¿El sol? ¿La dirección del viento? ¿Sigue los inukshuk?"

El conductor vuelve brevemente la cabeza, con su gorro de lana bien encasquetado hasta las cejas, y responde con una sonrisa de oreja a oreja: -"No, no inukshuk. GPS."

miércoles, 10 de junio de 2009

Knit happens : World Wide Knit in Public Day / Jornada Mundial del Tejido en Público


A primera vista, uno podría pensar que junio no es un buen mes para pensar en tejer. La idea de echarse encima un ovillo de lana y la porción de bufanda-jersey-mantita que estemos haciendo nos hace sudar y nos da un poco de urticaria.

Pues os equivocáis. Porque junio es precisamente el mes en el que se celebran en todo el mundo los KIP (o Knit in Public Days). Estos días (cuatro, en total: el 13 y 14 de junio, osea, este fin de semana, y el 20 y 21 de junio, para que no pongáis la excusa de "estaba ocupado", el masculino genérico es porque conozco caballeros que le dan a las agujas sin complejos) son días en los que se intenta promover este tipo de artesanía, y ya de paso, mostrar a la gente joven que se pueden reunir en un parque para algo más que para tragarse una botella de alcohol barato. Si Jon y Yoko se encamaron por la paz, vosotros podéis darle a la madeja de lana.

Este año os aviso con tiempo, porque siempre se me pasan estos días conmemorativos y acabo por publicar algo demasiado tarde. El resultado de mi memoria defectuosa es que publico entradas para eventos tan importantes para la humanidad como el Día Internacional Sin Dieta o el del Tejido en Público, pero se me pasa el Día Internacional Contra la Homofobia o el Día Mundial de la Tierra. Os aseguro que mis prioridades personales no se reflejan del todo en lo que publico u olvido publicar...
Esta vez tenéis tiempo de sobra para organizaros, me consta que entre mis lectores (al menos, entre mis lectoras), hay algunas tejedoras apasionadas. ¿Cómo organizarse? En este sitio tenéis los puntos de encuentro españoles (o quebequeses, o mexicanos, por poner un par de ejemplos...) en los que va a haber grupos tejiendo. No tenéis más que presentaros con vuestra labor y ganas de conocer gente, y la naturaleza hará el resto. Por el momento, en España habrá reuniones en Burgos, Barcelona, Lleida y Las Palmas (que yo sepa), pero si sois gente emprendedora podéis organizar un encuentro en vuestra ciudad y anunciarlo en el sitio mencionado, o ponerlo en los comentarios a este post.
Los cupcakes son de Vegan Yum Yum. Las bufandas son mías.

Yo no me considero una auténtica tejedora, sigo haciendo sólo cosas cuadradas o rectangulares, lo que me limita bastante (digamos que me limita a, ehm, bufandas y mantas). Mi único intento de jersey tenía la abertura del cuello tan pequeña que era necesario untarse la cabeza de vaselina para poder ponérselo. Y abandono mis proyectos durante largas temporadas. Sobre todo en verano.

Soy una autodidacta muy torpe, me autoenseñé utilizando videos en Internet y este libro. Sin embargo, y a pesar de mi falta de aplicación para aprender más, el tejido me ha aportado ese mismo refugio que encuentro en la cocina, pero con la ventaja de ser portátil: en tiempos duros, when shit happens, en mi caso knit happens, nada para una hiperactiva como yo como adelantar una bufanda durante las largas horas de espera en un hospital. La impotencia que se siente al no poder hacer nada por la persona que velamos, se alivia cuando las manos ejercitan ese maratón artesanal. El resultado es lo de menos. Creo que siempre termino regalando mis bufandas. Soy algo así como la señora Weasley de las aprendizas del punto.

Para terminar, os propongo una lectura veraniega (por lo facilita), que acompaña bien al tejido: "The friday night knitting club", de Kate Jacobs. Recomendable para las que ya han hecho sus pinitos con un par de agujas, y para las que echan de menos a su grupo de amigas. A mí no me pareció el mejor libro que he leído, pero es un pasatiempo agradable. Algo así como el equivalente literario a un buen capítulo de "Friends".

Los cupcakes de las fotos, auténtica obra de arte decorada con mazapán, no son míos, son de Vegan Yum Yum, que agasaja a sus compañeras tejedoras con estas maravillas comestibles. También os propongo un modelo de invitación para una tarde de stitch & bitch completa.

Muchas veces, no se adelanta gran cosa, pero las risas compensan. Ya sabes, knit your bit.

domingo, 7 de junio de 2009

Chewy Center Chocolate Chip Cookies : galletas no culpables hasta que se demuestre lo contrario


Sigo explorando la receta clásica de las chocolate chip cookies, porque da mucho de sí. Nada tan satisfactorio como comerse una big, fat, chewy cookie recién salida del horno, (al menos, nada que pueda hacerse vestido y con dolor de cabeza).

El secreto para obtener unas cookies "coffee shop style" realmente a la americana, es decir, tostaditas y crujientes en los bordes y chiclosillas y tiernas en el centro, es remplazar un cuarto de taza de harina de la receta por fécula de maíz (Maizena).


Dejad de quejaros por la línea: podéis empaquetarlas en una bolsa y llevároslas en una caminata por el monte. Y siempre podéis deciros que no hay ningún problema con vuestro cuerpo, son esos malditos vaqueros que no están hechos para gente real.

La gente real tiene arrugas, vello, celulitis, varices, lunares y facturas por pagar. La gente real de sexo femenino también tiene mollas que se salen parcialmente del biquini, pechos que cuelgan, y que se aplastan en posición de decúbito supino. Insisto, cuando una mujer se tumba, no es normal que sus pezones apunten hacia el firmamento y que sus pechos no se muevan del sitio, cual pétreas boyas portuarias. La gravedad nos afecta a todas, salvo si nos hemos instalado flotadores quirúrgicos.

Nadie persigue a la gente real con un Photoshop para ir borrando las imperfecciones de la carne mientras andan por la playa. Pero la gente real es realmente guapa cuando está contenta de sí misma y de lo que la vida le ha regalado, y cuando alguien le recuerda que es deseable y de agradable compañía. Y es que a fuerza de ver gente de mentira hemos terminado pensando que existen.

miércoles, 3 de junio de 2009

Todo lo que usted siempre quiso saber de la vida sexual de los quebequeses, pero nunca se atrevió a preguntar (II): monsieur M. y la pornografía

Imagen de Anne Taintor

Interior, noche. Plano de dormitorio en barraquita montrealesa. Zoom ligero, se abre a plano general. Paredes: azul genciana. Estilo decorado: shabby-country mezclado con japonés de oferta (el shabby no es intencional, los muebles son viejos). Luz tamizada de sendas lamparitas Ikea (también de oferta) a cada lado del futón.

Travelling hacia el lado izquierdo de la cama, con primer plano de mesita de noche (también Ikea, también de oferta). Música aérea y femenina, sugiriendo que la mesita en cuestión es la de Ella.

El plano recorre el amasijo de objetos sobre la mesita iluminado suavemente por la tulipa blanca de la lámpara fijada a la pared, justo encima de la mesita: una caja de kleenex, un vaporizador Sterimar para la sinusitis, una barra de protector labial marca Lypsil, un tubo de crema de manos Neutrógena, y dos pilas altas de libros de bolsillo, apoyados en equilibrio precario contra la pared, con alguno que otro de tapas duras que sobresale de la pila. La pila más alta está coronada por un libro de cómics "For better or for worse" más ancho que los demás, libro que amenaza con caerse en cualquier momento. La otra pila está coronada por "Vida tinta", de María Hernández Martí.

El plano se mantiene un momento, estático. Ruido amortiguado de pasos en off. Maullido suave, con tono interrogativo: -"Me-aow-uff?". Voz de mujer en off: -"Vale, Julieta. Pero te quedas a los pies, ¿eh?"

Zoom. El plano se abre de nuevo, una gata blanca con manchas marrones y negras y mucho pelo salta a los pies de la cama, y se tumba delicadamente formando una bola. Ella, con un corte de pelo extraño, vestida con un pantalón de chándal y una sudadera con capucha con la inscripción en la espalda "I never met a chocolate I didn't like", se inclina hacia la mesita, de espaldas a la cámara y coge la caja de kleenex. Comprobando que está vacía, rodea la cama, y se sienta en el otro lado, el lado de Él.

Alcanza la caja de pañuelos de Él, tira de uno, y mientras se suena la nariz, estira el otro brazo para dejar la caja donde estaba. El movimiento se detiene y la mano permanece en el aire, con la caja de kleenex. Ella se inclina hacia la mesita para ver mejor la revista que se encontraba debajo de la caja, el pañuelo aún apretado en una mano.
La revista, abierta y doblada por la mitad, en una página cubierta de texto y sin fotos, brilla ligeramente a la luz de la lámpara. -"¿Qué--?" murmura Ella.
Deja la caja de cartón encima de la almohada y coge la revista. Empieza a leer en voz apagada: -"...es el vaivén suave de la mano masculina, ese movimiento avanza-retrocede, avanza-retrocede, ejercido con una suavidad infinita al mismo tiempo que con la necesaria firmeza para trabajar la hendidura, es ese movimiento el que dará los mejores resultados.."

Agitada, se detiene. -"!!!"

-"...Pero ¿qué dem--?"

Sigue leyendo, con voz trémula: -"A menudo se encontrará con que los bordes, sobre todo las partes superiores, necesitan un toque especial, más suave. Frotando ligeramente puede conseguir resultados, pero necesitará más tiempo. Hay veces que unos toquecitos ligeros pueden acelerar el proceso, aunque puede que usted sienta simplemente el deseo de trabajarlo a la antigua usanza, tomándose su tiempo y disfrutando del momento tanto como del resultado final."

Ruborizándose, Ella cierra bruscamente la revista y la deja sobre sus rodillas. Mira delante de sí, sin enfocar la vista en nada en particular, y con una sonrisa torcida, dice entre dientes: -"El muy cerdo."

Presa de un impulso, la respiración ligeramente acelerada, mira subrepticiamente por encima del hombro hacia la puerta de la habitación, tendiendo momentáneamente la oreja. Abre de nuevo la revista y sigue leyendo: -"Para trabajar las partes más delicadas, un papel con un grano más fino será preferible. Para las hendiduras, nada funciona tan bien como la tradicional sierra de trasdós. Le aconsejamos un acabado con una capa de suave aceite de linaza, que dará una protección natural y un aspecto satinado a su obra."

Perpleja, cierra la revista y mira la portada, de un papel más grueso y brillante.
Lee el título: - "Fine woodworking."