viernes, 29 de agosto de 2008

Cerveza Boreal


... y no es cualquier cerveza, es una Boréale... rousse.
La preferida de monsieur M.

Una cerveza muy nórdica.


...Y no, no cobro comisión (aunque estoy abierta a toda negociación).

jueves, 28 de agosto de 2008

Take home chef

"La televisión es muy educativa. Cada vez que alguien la pone me marcho a otra habitación y leo un libro".

Groucho Marx


Es verano, y parece casi obligatorio lo de dejar el cerebro en reposo. No es mi caso, (tesina habemus) pero la calidad de la tele no deja de recordármelo. Hoy, en un post más bien marujón, voy a hablaros de uno de los programas que se escucha en mi cocina mientras trabajo, uno de esos programas que puedes ignorar mientras picas cebolla, pero al que echas un ojo de vez en cuando porque las recetas están bien, y porque el chef en cuestión... en fin, digamos que echarle un ojo a este chico no irrita las córneas. Cuando el plato que está preparando no es muy interesante, la camiseta ceñidita que lleva lo es lo suficiente como para que la tele siga encendida. Imagino que dentro de poco sacarán la versión masculina del programa, algo así como "Cocina para hombres de verdad", con una chef sexy, cocinando con escotes vertiginosos.

Este programa, "Take home chef", un reality show del canal americano TLC (sí, qué pasa, a ver si creéis que el nivel cultural no decae nunca en esta casa), parte de una idea simple e inocente (?), con un saborcillo como a los felices años 50, en los que todas las amas de casa eran supuestamente felices en sus labores y no tomaban antidepresivos ni le daban a la botella (al menos en público). Curtis, el chef, guapo mozo, se pasea por los supermercados de Estados Unidos al acecho de un ama de casa monísima (porque nunca las elige gorditas, ni feas , curioso). La aborda con mucho charme y le dice (resumiendo): -"Jaaaay, llévame a casa. Y te cocino una cena que no se la salta un caló."




Normalmente, la sorprendida ama de casa pierde el uso de sus neuronas delante de semejante cocinero viril, y pasa el resto del programa mirándolo, presa de una risa floja. El chef se porta: paga la compra, añade una botellita de vino, unas flores y algún aparato de cocina necesario para la receta que va a preparar, y se planta en casa de su víctima. Ahí explica las recetas, todo ello entre mucha tensión sexual soterrada, mucho coqueteo y más risitas tontas, ayudado por la madame, que llama a su marido/compañero/novio para soltarle una bola que retrase su llegada a casa y les permita terminar el menú. El susodicho suele tragarse la bola con una facilidad desesperante. Es como para preguntarse por qué a algunas adúlteras las pillan in fraganti. Con lo fácil que se miente a un marido en Norteamérica (esto no lo digo por tí, mon chevreuil, no vayas a inquietarte).

El programa termina con la sorpresa del marido, que se queda tieso en la puerta con cara de bobalicón, al ver su casa invadida por las cámaras, su mujer que sigue riéndose de forma incontrolada y un tipo cachotas en su cocina, con un delantal y una camiseta en elastán, preparándole la cena.

Las recetas son simples y con productos de temporada. Los vídeos de extractos del programa están bien, si conseguís descifrar el infernal acentillo australiano de Curtis. Y como parece que va a empezar a hacer gira por Canadá, corro a ponerme los rulos, que luego tengo que ir al súper. Por si las moscas.

miércoles, 27 de agosto de 2008

On the air

Tal y como se anunció en este blog, la versión radiofónica de la cocina montrealesa saldrá al aire el próximo domingo, 31 de agosto, a las 23:30 hora española, en el programa viajero de Radio Euskadi "Levando anclas". Como podéis ver, la hora de emisión ha cambiado.
Los que ya escucharon la entrevista de "La casa de la palabra" encontrarán que algunas de las cosas que se cuentan se repiten, por petición de Roge, el presentador, para los que no hubieran tenido la oportunidad de oír la primera entrevista. Esta vez hablaremos un poco más de Quebec en general, para los que estén planeando su próximo viaje.
A los lectores habituales de este blog les diré que no van a escuchar nada que no hayan leído por aquí, pero el programa de Roge siempre es interesante (hablo de sus otros invitados), y a los que pese a todo quieran escucharme, les diré que colgaré la nueva entrevista como hice con la primera.
Y esto de hablar en la radio tempranito por la mañana, es fatal para la autoestima. Con lo lento que tengo yo el despertar...

Vamos de paseo III : Burlington

Cuando se dio cuenta de que yo ya no podía soportar mi monacal encierro delante del ordenador ni un minuto más, monsieur M. propuso una excursioncilla a los USA, aprovechando que el dólar canadiense está a la par con el americano. A fin de cuentas, el mundo de la lingüística puede pasarse sin que yo lo revolucione durante un día entero.
Y alegremente nos fuimos a Burlington, la ciudad más grande del estado de Vermont, que duerme a orillas del lago Champlain y está muy cercana a la frontera, en nuestro coche lleno de materia vegetal (tronchos de manzana) en descomposición debajo del asiento.
La verdad es que no hay unas diferencias enormes entre los USA y Canadá cuando uno pasa la frontera (detalles de la arquitectura, que es diferente, pero poco más). Mismas cadenas de tiendas, mismo tipo de vehículos, mismos restaurantes de comida rápida, mismos pueblecitos, mismos porches de casas con mecedora.
Pero al pasear por el centro te topas de narices con el primer Macy's, y ahí te dices que sí, que esto es América (bueno, los Estados Unidos) con su templo del consumo que preside el centro de la ciudad.

El hotel de Burlington...

Os dejo con unas fotos de casitas del lugar, imagino que os resultarán curiosas. Las casas quebequesas son menos cúbicas que las americanas, y un poco más pequeñas. Tienen más volúmenes diferentes. Pero claro, todo depende de la época en la que hayan sido construídas, y del lugar. En general, cuanto más cerca de la frontera americana, el estilo es más inglés. La españolita en mí, que viene de una ciudad en la que el metro cuadrado ha alcanzado unos precios que rozan la ciencia ficción, sigue maravillándose diez años después, cada vez que se pasea por una calle como esta. Exactamente igual que vosotros.




lunes, 25 de agosto de 2008

Liberad a Victor / Free Victor / Vive Victor libre!

Imagen de Ed Polish & Darren Wotz

Cuando empecé a escribir este blog, me paseaba un poco por el ciberespacio echando un vistazo al inmenso universo de la blogosfera. Para alguien que acababa de descubrir este medio de expresión, era apasionante ver lo que otras personas consideraban importante como para que que el mundo entero lo supiera.

Tampoco es que lo que yo escribo aquí sea indispensable, vaya. Pero tengo que decir que no salía de mi asombro cuando leía a una abuela que ajustaba cuentas con sus ingratos nietos, un maníaco de los cochecitos de colección excitarse con su última adquisición, una esposa infeliz lanzarse con alegría al público escarnio del cónyuge, un fetichista del calzado salivar sobre los últimos Jimmy Choo, una estreñida crónica (lo juro) escribir una detallada bitácora de sus movimientos intestinales, una sufridora de candidiasis describiendo sus síntomas cotidianos. Entre otros.

Tras hacer un alto (breve, pero oh, cuán traumatizante) en estos sitios, rascándome perpleja la coronilla, me dije para el cuello de mi camisa que si realmente hay vida inteligente en otros planetas (y como dijo no recuerdo quién, a veces uno se pregunta si la hay en este planeta), y que esas civilizaciones extraterrestres echaban un ojo a nuestros medios de comunicación para hacerse una idea exacta de lo que somos, iban a llevarse una impresión un tanto peculiar de la raza humana.

En el mejor de los casos, una inteligencia alienígena que hubiera seguido el mismo paseo virtual que acababa de darme yo, hubiera sacado en conclusión que: los seres humanos envejecemos con una mala leche apenas contenida, tras haber vivido lamentables acoplamientos, en los que el componente de sexo masculino de la pareja necesita lamer unos tacones de aguja de charol rojo para poder llevar a cabo la función reproductora que se espera de él, y el componente de sexo femenino, que vive una existencia centrada en torno a sus funciones defecadoras, lucha contra una micosis crónica. Qué bonito.


Tras este reflexivo e indispensable preámbulo, voy al meollo de la cuestión: he dormido fatal. Vale, ahora habrá un par de vivos leyendo esto que pensarán que mis dificultades para dormir no les interesan mucho más que los problemas excretores de otras blogueras. Os lo concedo, tenéis razón. Pero en mi caso, esta falta de descanso vital es de una importancia capital para el mundo de la lingüística: si no duermo bien, me levanto hecha unos zorros. Si me levanto hecha una piltrafa humana, con la marca de la sábana tatuada en el carrillo y los ojos color breva madura, todo lo que escriba hoy en mi tesina distará bastante de revolucionar el mundo de la lingüística. De ahí la importancia de compartir mi falta de sueño con el mundo entero. No es egocentrismo, es un deber humanitario.

Ahora que mi altruísmo ha quedado claro, os diré que los responsables de este insomnio han sido dos: el lumpen montrealés y Victor. El primero pasa junto a mi ventana (que en esta chocita montrealesa está al nivel de la calle) prácticamente todas las noches de verano, rumbo a Montréal Nord, un barrio muy dinámico no lejano del mío, en el que a menudo en verano hay animación callejera como: motines contra la policía, quema de coches patrulla o, en su defecto, de coches de honrados ciudadanos residentes del lugar, tiroteos entre pandillas callejeras o alegre discusión pública entre los chulos y sus asalariadas. Traca y fin de fiestas.

No vayáis a formaros una idea equivocada de Montreal: es una de las grandes ciudades más seguras en las que he estado nunca,y la capital más segura de Norteamérica, si recuerdo bien las estadísticas, pero, como todas las grandes capitales, tiene su salsilla subdesarrollada que perfuma el resto.

Anoche, a las tres de la madrugada, tocó alegre y vivaz discusión entre chulos de p&*$a -no es una injuria, era su profesión- y las susodichas, y tuvimos la mala suerte de que llegaron al momento de la catarsis emocional junto a nuestra ventana. Si no me despertara a las seis y media de la mañana, con lo que mi estado a esas horas de la noche se asemeja mucho al de un organismo unicelular, hubiera sido una gran ocasión para grabar una muestra del más puro criollo, y hacer un estudio de campo. Pero cuando berridos histéricos jalonados de "Pute! Salope!" --- criollo---- "Va te faire enculer, ---criollo---, mange l'marde, ---más criollo--- mon hostie de chien sale!!!" me sacan de los brazos de Morfeo en plena noche, no me encuentro la lingüista interior.

Monsieur M. gruñe algo así como: -"Gggrrmmphh, llamo a la policía, jjjrrmmpffzzzzzzzzz", yo levanto la cabeza de la mancha de babilla en la almohada, sobre la que tan agradablemente dormía hace un segundo, me pongo las gafas (reflejo de la miope extrema que soy, porque si lo considero con lógica diurna, ponerse las gafas probablemente no ayuda a o­ír mejor), tiendo la oreja para ver si se emiten amenazas de muerte (en francés, porque en criollo, ni idea), y hay que llamar a la poli, y cuando oigo que la chillona meretriz parece estar ganando la batalla, doy tumbos hasta la ventana y la cierro. En el camino de vuelta piso al gato y me machaco el dedo pequeño del pie contra el canto de la puerta abierta, lo suficiente como para que el dolor me despierte del todo. Monsieur M. ronca de nuevo en el calor sofocante de la habitación, y yo me siento en el cuarto de baño reflexionando sobre mi creencia férrea en las virtudes de la educación pública para las clases más marginales de la sociedad, y cuando esa educación no funciona, en las ventajas de ser podridamente rico y vivir en un barrio rodeado de alambradas de espino y guardias armados.

Normalmente ni siquiera consideraría la idea en pleno día, pero hay que ver lo de derechas que puedo ser a las tres AM. Podría haberles lanzado por la ventana un ejemplar de Boris Vian alabando las virtudes de la lectura y la escritura como válvula de escape, y sugerirles un curso municipal de gestión positiva de conflictos, pero me apetecía más lanzarles un guardia jurado con un dóberman.

En resumen, esta mañana, tras tres horas de sueño ininterrumpido, no sólo me sentía cansada, me sentía muy, muy vieja. Apocalíptica. Tras reptar hacia la cocina y pensar que dos cafés no bastarían (quizá con los cables de arranque del coche, como en el chiste...), la guinda sobre el pastel: Victor.

Victor es el gato albino de mi vecina de arriba. Aparte de necesitar un tinte, Victor necesita una terapia urgente, u otra dueña. No es que mi vecina le maltrate, no. Es una chica encantadora, mi vecina. Pero en un momento dado, debió de leer un artículo en una revista sobre los efectos benéficos del aire fresco para la salud del felino doméstico. Resultado: todas las mañanas, a unas horas indecentes, Victor es expulsado al balcón. Afrontémoslo: a Victor el aire fresco se la refanfinfla. Odia el mundo exterior. Odia el maldito balcón. Y odia que su dueña, con ese espíritu higiénico tan quebequés, haya decidido que durante una hora, hay que tomar el aire. Mi encantadora vecinita cierra la puerta -sin gatera- y desde ese preciso instante, Victor comienza a maullar. Sus maullidos son angustiados, patéticos, trágicos. Victor maúlla como si le estuvieran pillando la cola con una puerta, destripando vivo, o peor aún, obligándole a escuchar los grandes éxitos de Céline Dion.

Cuando tengo la mala fortuna de estar tomándome el café fuera, Victor busca solidaridad, una cómplice, saca la cabeza por los barrotes del balcón, y aúlla con toda su alma, mirándome fijamente con sus ojos pálidos, pidiéndome que lo salve. Esta mañana, tras la noche de muestrario sociológico enfrente del dormitorio, he devuelto la mirada a Victor con una mezcla de compasión e impulso felinicida, y me han dado ganas de gritar: -"¡Liberad a Victor!"

Mi vecino Victor, albino y mártir.

sábado, 23 de agosto de 2008

Madre no hay más que una (afortunadamente)

"Todas las mujeres terminan siendo como sus madres. Ésa es su tragedia. Eso no les pasa a los hombres. Ésa es su tragedia." ~Oscar Wilde, "La importancia de llamarse Ernesto", 1895


"Quiero que mis hijos tengan todas las cosas que yo no pude permitirme. Después quiero mudarme a su casa."
~ Phyllis Diller


"No es fácil ser madre. Si lo fuera, los padres lo serían."
~De la serie "Las chicas de oro"


"The most remarkable thing about my mother is that for thirty years she served the family nothing but leftovers. The original meal has never been found." ("Lo más notable sobre mi madre es que, durante treinta años sirvió a la familia solamente sobras. La comida original aún no ha sido hallada.")
~ Calvin Trillin


¡¡BIRLUPBIRLUPBIRLUP!! (Os prometo encontrar una onomatopeya mejor para el timbre del teléfono. Pero como tengo que revolucionar el mundo de la lingüística, de momento os tendréis que conformar con esta)

Yo (gruñido de exasperación, parece que Dicharachero Televendedor no tuvo suficiente con la friega telefónica que se llevó la semana pasada): -"Oui, allô?"

Santa Madre (jubilosa cual televendedor, sólo que en su caso, el júbilo es auténtico): -"Hola, cariño. ¡Te escuché en la radio!"

Hija Ingrata (oséase, yo), con precaución: -"Ehm, lo sé, mamá. Me llamaste tres segundos después de que terminara la entrevista para decírmelo."

Santa Madre: -"¡A tu tía le encantó oírte!"

Hija Ingrata (un poco perdida): -"A la tía le enc... ¿también escuchó el programa?"

Santa Madre: -"¡TODAS tus tías escucharon el programa!¡Y tus tíos!" (Mi santa madre tiene dos hermanos y dos hermanas, lo cual, sumando los múltiples tíos y tías paternos, se traduce en una cantidad de primos que podría llenar una ciudad de provincias). -"Pero ellos no pudieron venir. Ni los del lado de tu padre, tampoco".

Hija Ingrata (aún más perdida): -"Venir... ¿adónde?"

Santa Madre (sin respirar): -"Pues aquí, a casa, para escucharte, chatita. Los llamé a todos. Al final sólo vinieron tus tías. Hice una tortillita, con calabacín. La vecina iba a bajar, pero lo escuchó en casa, anda ocupada con el hijo, que está malo. A tu tía T. le costó un poco llegar, con la artrosis, se perdió la música del principio -¡le eché una bronca!-. Ella le dijo a tu tío que salías en la tele..."

Hija Ingrata (intentando en vano meter baza): -"Euh, no, no era en la---"

Santa Madre (embalada): -"...ya le dije yo, T., que no escuchas, reina mora, vamos a tener que regalarte un audífono, que no es en la tele, que es en la radio. El caso es que había fútbol -como todos los días aquí, hija, están que no paran, con el cochino fútbol- y tu tío le soltó que para escuchar chorradas de mujeres mejor venía aquí a escucharlas conmigo..."

Durante un breve instante dejo mi pensamiento flotar vagamente hacia la figura de mi tío, hombre entrañable, símbolo viviente de los roles atribuídos a los sexos en el Pleistoceno.

Hija Ingrata (volviendo en mí, y mirando el reloj): -"Eh, ¿mamá?--"

Santa Madre (sin inmutarse): -"...chorradas de mujeres, lo que hay que oír, tu tía estaba de una mala gaita cuando llegó... me dijo que le iba a montar a tu tío un pollo cuando volviera a casa que se iba a acordar por los siglos de los siglos..."

Ahora pienso en mi tía, esa artista de la dictadura matriarcal soterrada, que le lleva a mi tío bien derecho y consigue que aún mantenga esa idea de que el que manda en casa, es él.

Hija Ingrata (con pocas esperanzas): -"...¿mamá?---"

Santa Madre (impertérrita): -"Conociendo a tu tía T., me parece que tu tío va a comer borrajas hervidas el resto de la semana. Pues nos en-can-tas-te, chatita. Estabas elegantísima."

Hija Ingrata (ofuscada): -"Eh, mamá, era una entrevista en la radio. Cuando la hice creo que llevaba puesto un pantalón de chándal. Viejo. Con pelotillas. Cortado por las rodillas a tijeretazos . Y---"

Santa Madre (impávida): -"Da igual, mocetona mía. Sonabas elegante, que es lo que importa. Lo que no entiendo es por qué no saludaste..."

Hija Ingrata (sin comprender enteramente lo que está pasando): -"¿Saludar? Pero si el presentador me ofreció saludar. Y lo hice. Contra todos mis principios. Dije: "saludo a mi ama, que me estará escuchando, y a mi hermano" -que se estará tronchando- (esto lo pienso pero no lo digo en voz alta). -"¿No me oíste?"

Santa Madre (con la indignación de los justos): -"¿Y tus tíos? ¿Y tus tías? ¿Es que no cuentan, o qué? Hija, que yo no te he criado así."

Hija Ingrata (con jaqueca incipiente): -"Ajem, mamá, es que con lo prolífica que es nuestra familia, si me pongo a saludarlos a todos, hubiera necesitado una hora o dos más de programa."

Santa Madre espeta: -"No te pongas impertinente. En fin, que estoy orgullosísima, ya le decía a tu tía, si es que la nena puede hacer lo que se proponga, ya se ve..."

Hija Ingrata (mascullando): -"Claro, de aquí a la gloria."

Santa Madre (convencida): -"¡Pues claro que sí! Hasta presidenta, podrías ser, chiquitina!"

Mi madre es friamente realista y objetiva en lo tocante a evaluar las capacidades y talentos de sus retoños.

Hija Ingrata (pelín sarcástica): -"El problema es que para que te elijan lehendakari hay que ser residente en el País Vasco, mamá. Y me pilla un poco a desmano. Y ser nacionalista -y hombre- ayuda bastante. Me temo que lo tengo un poco difícil."

Santa Madre (enfervorizada): -"¡Tú puedes conseguirlo, chatita!"

Hija Ingrata: -"..." "Mmh, ¿mamá? Te dejo. Es que ando un poco liada, tengo que encontrar el remedio contra el cáncer antes de la cena."

Santa Madre: -"Claro que sí, pocholona. Tú vete a hacer tus cosas. Ya te llamo yo mañana."

...Sabía que nunca escucha lo que le digo.

viernes, 22 de agosto de 2008

Levando anclas


Los pobres oyentes de Radio Euskadi y los lectores habituales de este blog corren el riesgo de saturarse seriamente, a fuerza de escuchar a la autora de estas líneas hablando por la susodicha cadena de radio. Qué empacho de mí misma, diantre.

No sé si habréis observado ese reproductor de mp3 que ha aparecido debajo del archivo de este blog cocineril. Pues me temo que eso no es todo, folks.

Roge Blasco, es el simpático locutor de mi otro programa preferido de Radio Euskadi, "Levando anclas", programa que se emite los domingos, de las 22:05 a las 24:00, hora española, las 16:05, hora quebequesa. Roge es el mismo presentador de "La casa de la palabra", que no parece haber escarmentado tras una primera entrevista, y ha decidido que sus oyentes -y él mismo- podrían soportar una sobredosis de cocina montrealesa, y me ha liado para una nueva charla. Os aseguro que no tengo acciones de Radio Euskadi, ni estoy en nómina, y que Roge no es mi cuñado, ni tiene ningún grado de parentesco con una servidora.

Como la entrevista en "La casa de la palabra" entraba dentro de una sección culinaria del programa ("cocinas del mundo"), Roge pensó que Quebec es bastante desconocido, y que sus oyentes del programa viajero y trotamundos "Levando anclas" estarían interesados en oír hablar de este rincón del planeta -y no sólo de su cocina- a alguien que lo conoce bastante bien.

Esta vez, la entrevista será en diferido. La fecha de emisión aún no es fija, pero, en principio, la entrevista saldrá al aire el domingo, 31 de agosto, a las 22:05 hora española. Si hay algún cambio, lo publicaré con antelación. Para escucharla en directo, pinchad aquí. Intentaré grabarla y colgarla en el blog, al igual que con la primera, pero la calidad de la grabación por Internet deja un poco que desear. Desgraciadamente, Radio Euskadi no ofrece podcasts de programas realmente interesantes, como éste (son cinco mil, Roge ;-)
Justamente, estaba hablando con mi hermano por Skype, y él se quejaba del escandaloso deterioro de este programa, que entrevista a gente cada vez más lamentable :-). No pude evitar convenir con él que tenía razón.

Después de esto, os prometo una larga temporada de silencio. Al menos, lo intentaré. Pero no veáis lo orgullosa que se pone mi santa madre cuando escucha a su nena en la radio.

jueves, 21 de agosto de 2008

I'm the queen of dairy


Desde que vi esa escena en la película "Cosas que nunca te dije", de Isabel Coixet, en la que la protagonista, que acaba de ser dejada por su novio de la forma más vil, rastrera y poco elegante posible, corre a la tienda de la esquina, llorando para comprar un bote de "Rocky Road" de Haagen-Dazs; o aquel capítulo de"Sex & the city", "The Post-it always sticks twice", en el que Carrie recibe otro plantón aún menos elegante, vía Post-it, y termina ahogando sus penas en uno de esos pantagruélicos platos helados que sólo se encuentran a este lado del Atlántico, supe que hay algo especial en esa estrecha relación mujeres-helado.

Cuando llegué a Montreal y entré por primera vez en una heladería, tuve un auténtico shock cultural: mi francés inexistente en aquella época y mi inglés aproximativo dificultaban la ya de por sí dificilísima tarea de elegir entre aquella avalancha de sabores, cornetes, copas, toppings y tamaños -todos ellos enormes, this is America, and America thinks big-.


No os voy a mentir: desde un punto de vista estrictamente culinario, los helados caseros se llevan la palma, y los helados "a la europea" (es decir, a la italiana, esencialmente), son mejores. Los ingredientes son más naturales, y si pensamos en el contenido nutricional... al menos contienen los ingredientes básicos del helado: huevos, nata. Cuando los montrealeses quieren comer un helado de calidad, se van a la Petite Italie (el barrio italiano) y se piden un buen gelato.

Pero cuando una lleva media jornada sudando delante del ordenador, y lo que quiere es un antidepresivo, pilla las llaves del coche y se va al Dairy Queen. Como ocurre con casi toda la comida basura, la falta de calidad de los alimentos se compensa por el aspecto, el tamaño (nuestra comida es una mierda, pero le ofrecemos más), la forma, con esas torres de helado como de ilustración de cuento, el colorín, la guinda.
El helado, que en Francia, en francés popular, se llama glace, en Quebec se pide por crème glacée (traducción literal: crema o nata helada). Me temo que cualquier rastro de nata en los helados del DQ es pura coincidencia. Podrían ser calificados más bien de "grasa helada", como la mayor parte de los helados industriales. Lo cual no impide que una coupe glacée o sundae, con esa mezcla de caliente y frío (se sirve con salsa de chocolate caliente), sea la mejor receta para una inspiración en pleno bloqueo.

...Y sabe mejor que el Prozac.

Para los que intentan cuidarse las arterias (monsieur M.), siempre hay una versión más sana: el yogur helado, hecho en el momento con fruta de verdad y yogur natural.


Aún no me he integrado lo suficiente como para ser capaz de pedir que me echen toppings como migas de Oreo, M&M's, u ositos de goma.

Pero dadme tiempo.

miércoles, 20 de agosto de 2008

HEMC 25: Bruschetta au soleil

Muchas de mis recetas contienen tomates en todas sus formas y manifestaciones, porque siento por esta verdura (...fruta) verdadera adoración, y porque, gracias a los invernaderos y a mi jardín en macetas en el patio trasero (esa albahaca de la foto es cosecha propia), es una de las verduras frescas con más sabor que se encuentran en Quebec (y en mi cocina).


En un post anterior hablé un poco de los tomates, y comenté que aunque la variedad más consumida en Europa (y en Quebec) es la de color rojo, existen otras muchas variedades menos conocidas. En la foto, una ensaladita preparada con amor por dos amigas quebequesas, en la que se codean tomates de tres colores: los tan conocidos rojos, naranjas y amarillos.


Aida e Irene, las anfitrionas del HEMC 25, han elegido el tomate como ingrediente estrella. Lo difícil que ha sido elegir una sola receta, con esta verdura tan versátil y omnipresente en mi cocina.
Al principio, pensando, casi sucumbo a ese reflejo de "querer impresionar", los cocinillas que me leéis ya sabéis de qué reflejo os hablo: el de querer hacer algo que provoque "oohs" y "aaahs". Como una tarta tatin de tomates, que está muy buena y es de lo más fotogénica. Pero al final me decidí por un poco de modestia y ser fiel a mí misma; para qué engañarnos, ando siempre tan liada que lo que más cocino son recetillas que cumplan mi norma de las tres "S" : simples, suculentas, sanas.

Así que ahí va esta receta de bruschetta, un antipasto (aperitivo, tapa) de lo más típico. Es la versión italiana del pan con tomate. Para ir al cielo ni siquiera hace falta ser bueno: sólo necesitáis un buen pan tostado en el grill, aceite de oliva, ajo, tomates, albahaca fresca y sal.

Y un poco de sol.


* (Para los que buscáis otras recetas con tomates, todas ellas fáciles de hacer y deliciosas, os he recopilado aquí los enlaces de recetas anteriores publicadas en este blog. Espero que os sea útil.)


CONJUGANDO EL TOMATE EN TODOS LOS TIEMPOS: AQUI HAY TOMATE

lunes, 18 de agosto de 2008

A tree grows in Brooklyn


"Home at last and now it was the time she had ben looking forward to all week: fire-escape-sitting time. She put a small rug on the fire-escape and got the pillow from her bed and propped it against the bars. Luckily there was ice in the icebox. She chipped off a small piece and put it in a glass of water. The pink-and-white peppermint wafers bought that morning were arranged in a littel bowl, cracked, but of a pretty blue color. She arranged glass, bowl and book on the window sill and climbed out on the fire-escape. Once out there, she was living in a tree. No one upstairs, downstairs or accross the way could see her. But she could look out through the leaves and see everything."

"[...] As she read, at peace with the world and happy as only a little girl could be with a fine book and a little bowl of candy, and all alone in the house, the leaf shadows shifted and the afternoon passed."


..."The world was hers for the reading."

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El paso de las estaciones es una de las cosas que más me gustan de vivir en Quebec, los ciclos que vuelven y se renuevan, repitiéndose siempre y siempre diferentes, al mismo tiempo. Quizá por esa razón tengo un cierto tipo de lecturas de verano, otras de otoño; normalmente literatura fantástica o policiaca, quizá por la magia de esta época del año, Harry Potter y "la vuelta al cole", H.P Lovecraft cuando Halloween anda cerca, Tolkien y las primeras heladas, las novelas policiacas de Mankell, o Conan Doyle, o Highsmith y las cortas y grises jornadas de noviembre; y otras de invierno -nada como un buen invierno canadiense para leer Pasternak, Tolstoï o cualquier otro clásico ruso, o relatos de aventuras de Julio Verne o Jack London-.

Me pasa lo mismo con el cine. Hay películas que asocio indefectiblemente con una estación concreta, y que me gusta volver a ver cada año, como un ritual.

Voy a hablaros de un clásico americano poco conocido, "A tree grows in Brooklyn" (publicado en España como "Un árbol crece en Brooklyn"), de Betty Smith. Una historia de infancia y de cómo la dejamos atrás hasta llegar a la edad adulta, y de cómo las dos fases tienen sus alegrías y sus penas. Sé que es un tema clásico, pero está tan bien contado que merece la pena leerlo. Es también una historia de libros, de lectura y de amor por la lectura.

Este libro, que he leído antes de lo previsto debido a una curiosa coincidencia con Lía, va a quedar grabado en mi memoria como un libro de verano. Y no sólo porque lo he leído en verano, sino porque la historia pide ser leída en el balcón, en la terraza, sentado en los escalones, en un momento libre robado al calor de la tarde. En un verano urbano, con calor de asfalto y ruido de sirenas. Perfecto para este verano, en el que me quedo en Montreal. Y nada como el final del verano para concedernos un momentito de nostalgia por la niñez...

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Dentro de poco, y sin que sepa muy bien cómo, me daré cuenta de que el otoño ya está aquí. Sé que a los que vivís en España os parece pronto, allí el verano está instalado en todo su esplendor, pero en esta parte del norte la escuela comienza antes (en la última semana de agosto), y ésa es la señal de que el otoño está cerca.

Una de estas mañanas de finales de agosto saldré al patio trasero con la taza de café en la mano, miraré al cielo, y veré ese cielo azul profundísimo de principios del otoño canadiense. Es un cambio sutil, el día es igual de soleado, pero hay un fondo de frescor en el aire de la mañana, el aire huele a limpio y es "crujiente" y nuevo, las puntas de las hojas del arce de casa empiezan a amarillear ligeramente. Entraré en la cocina para buscar un jersey, y me sentaré fuera de nuevo, un ratito de inmovilidad para contemplar como la tierra y las estaciones siguen girando.

sábado, 16 de agosto de 2008

Vamos de paseo (II)

Cuando salimos de caminata montañera, monsieur M. está acostumbrado a mis pequeños hábitos y manías, como mi escasa autonomía de contención (máximo, una hora de coche sin parada miccional de urgencia), debido a mi gran afición al café y al té verde, bebidas que provocan en una servidora el comportamiento de un abuelito prostático. Eso y la paradita de rigor en el Tim Hortons, más las paradas obligatorias en los puestillos de los granjeros de vuelta a casa, para aprovisionarnos de productos de temporada (estas últimas también le gustan a él, así que todo es peace & love en el coche, ese vehículo productor de compost que es el nuestro).


En nuestro último paseo "cosechamos" unas fresas, unas frambuesas y unos arándanos, directamente vendidos por el productor local. Su puestillo hubiera hecho feliz a cualquier oso. Las frutas del bosque les vuelven locos y ahora es la temporada. Los arándanos aterrizaron en el bizcocho que visteis el lunes.



Y un queso típicamente quebequés: el popular fromage en crottes (literalmente, "cagarrutas" -con perdón- o pegotes de queso), o fromage en grains (queso en grano, pero desengañaros, nadie lo llama así). Con ese nombre tan poco tentador, y está bueno.

Es un queso cheddar fresco, de vaca, cuya duración es bastante limitada, y que al masticarlo hace un estruendoso "squiick, squiick" entre los dientes. De hecho, ese sonido es el indicador de la frescura del queso. Cuanto más estruendosos "squiiick" hace al masticarlo, más fresco está. Normalmente se come fresco del día, y, curiosamente, en esta norteamérica tan aséptica, se vende a la temperatura ambiente, ya que cuando se refrigera, pierde mucho de su textura y sabor. Parece ser que este tipo de queso comenzó a fabricarse en los años 60, cuando el excedente de leche provocó que algún ingenioso granjero buscara una forma de utilizarla rápidamente. Este queso, que no tiene que pasar por ningún proceso de moldeado y curado, fue la solución.

Éste es también el queso que se utiliza en el "plato nacional" de Quebec: la poutine.

Sólo para valientes. O, en su defecto, gente muy de Bilbao.

jueves, 14 de agosto de 2008

Oyez! Oyez! Bonnes gens! / Se hace sabeeer...


En el Quebec rural de hace un siglo aproximadamente, la figura del pregonero también existía. Se llamaba "crieur public", traducido literalmente, "gritador público", lo cual describe la profesión perfectamente. Empezaba su noticiero al grito de "Oyez, oyez, braves gens!" (¡Escuchad, escuchad, buenas gentes!").

Parece ser que en Canadá, Peter Cox, de Halifax, (35 años ejerciendo el oficio de pregonero) y Daniel Richer, alias "La Flèche", de Ottawa (27 años de experiencia) todavía realizan este trabajo a tiempo completo. Aún se les oye durante las festividades y otros acontecimientos, berreando las noticias y comadreos varios...

Aprovecho la introducción para contar (no gritar) las últimas noticias de esta cocina: la cocina montrealesa va a salir en ondas hercianas el miércoles, 20 de agosto, en Radio Euskadi (en castellano), a las 21:05 (hora española). Roge Blasco entrevistará a la perpetradora, perdón, autora, de estas modestas líneas en su programa "La casa de la palabra", programa que se emite de lunes a viernes, de 21:05 a 22:00. Si os apetece escuchar el muy interesante programa de Roge y mi voz nada melodiosa, podéis hacerlo en línea pinchando aquí (pinchad en el botón "Radio Euskadi Online").

Para los fieles admiradores que no podrán escuchar la radio a esas horas, pero que no quieren perderse el fastuoso evento (concretamente, unas tres personas: monsieur M., mi Santa Madre, y mi hermano, para poder reírse de mí), parece ser que este programa no se ofrece en podcast ni en la fonoteca de la emisora, pero intentaré obtener el fichero audio y colgarlo aquí.

Y como cuento con menos de una semana para aprender a hablar de forma inteligible... os dejo, que tengo que salir corriendo a mi curso de dicción :-)

miércoles, 13 de agosto de 2008

Sonata para teléfono en Do mayor nº 2, Opus 514 (bis)

Clic, clic, clac, clac, tip, tap, tip, tap (dedos presurosos sobre el teclado, escribiendo tesina que revolucionará el mundo de la lingüística, o, en su defecto, me procurará un título y un poco de paz mental).

¡¡¡BIRLUPBIRLUPBIRLUP!!! (Cómo echo de menos el antiguo -sigh- RRRRRIIIINNNNNGGG)

Miro la pantalla del teléfono. Llamada no identificada. Puede ser:

a) Mi santa madre, que quiere cantarme por teléfono la última habanera que está ensayando con la coral.

b) Monsieur M., que me llama para decirme que, aparte de un intelecto superior, tengo un cuerpo de diosa griega, que soy la luz de sus días y que ya me echa de menos (ya, y a las ranas les está creciendo pelo).

c) Nick Nolte, Harvey Keitel o Gerard Darmon, o los tres, qué demonios, (tengo gustos peculiares, lo sé) invitándome a cenar (y, ya puestos, declarándome una pasión devoradora).

d) Un jovial vendedor de telemárketing.

Con la vana esperanza de que la llamada corresponda a las posibilidades b) o c), descuelgo, con voz que pretende ser rauca y sexy, pero que me sale un poco como de matinal bebedora de cazalla:

- "Oui, allô?" Seguido de tremenda carraspera para evitar que mi interlocutor piense que me repongo de una traqueotomía.

- "Bonjour, Madame, ça va bien ce matin?" Dicharachero televendedor. Merde.

- "Ajjjjjjjem," Más carraspera. Abandono el tono ronroneante. -"Hmm, si, gracias, muy bien. ¿Y usted?"

Con osadía renovada, animado por mi respuesta civilizada: -"Muy, MUY bien, señora. Me llamo Silvain de XXX & Cía. y estoy muy contento de anunciarle esta mañana que usted es la afortunada ganadora de un privilegio especial, una oferta que no podrá rechazar---"

Interrumpiéndolo, con tono encantadísimo: -"¡Uy, qué bien! ¡Qué casualidad! ¡Mira que hay coincidencias curiosas! ¡No me diga que me llama para lo mismo para lo que estaba yo a punto de comunicar con usted! ¿Me dice usted que se llama Silvain?" Muertita de deleite.

Televendedor, perplejo y un poco menos entusiasta: -"Euh, sí, pero, ¿qué quiere usted decir con lo de que iba a comunicar conmi---"

Yo, cogiendo carrerilla, con entusiasmo digno de una capitana de cheerleaders: -"Silvain, soy representante de la compañía «Beauté en ligne», y tengo el honor de comunicarle que le hemos elegido como feliz ganador de una oferta especial para probar nuestros productos. Nuestra línea cosmética masculina está pensada para cubrir las necesidades de la piel viril, para hombres modernos y ocupados como usted, cuyo trabajo les exige mucho. Sólo por hablar ahora conmigo, y gracias a su puesto de televendedor, usted opta au-to-má-ti-ca-men-te a un descuento del diez por ciento... ¡sobre TODOS nuestros productos! ¿No es genial?" Gritito fervoroso.

Televendedor, ahora mucho menos jubiloso: -"Euh, señora, eeh, creo que hay un malentendido, el que le llamo soy yo, y quiero ofrecerle---"

Yo (perrrversa): -"Pre-ci-sa-men-te, mon ami Silvain, como el que me ha llamado es usted, no sólo va a obtener el diez por ciento de descuento, NOOO, sino que además, y porque me ha caído usted simpático, le voy a dar unas muestras de nuestra mascarilla exfoliante para hombre y, si me hace aquí y ahora un pedido de más de 50 dólares de nuestros productos de la línea masculina -fabricada sólo con los mejores ingredientes orgánicos-, le mando com-ple-ta-men-te GRATIS, gratis, me oye usted bien, un elegante neceser de caballero."

Televendedor (confuso, muy confuso, intentando ganar tiempo): -"...Eehm... "

Yo (forzando la nota un pelín): -"Si hace su pedido en los próximos cinco minutos, le mandamos el antifaz ocular antiinflamatorio"

Televendedor: -"..."

Yo: -"Perfecto para la resaca después de una noche loca". "Picarón."

Televendedor: -"..., ¿y, uh, tienen lociones after shave?"

Yo: -"¡Ah, que sí, amigo Silvain! ¡Las mejores, las más emolientes del mercado! ¡No encontrará usted nada igual! Entonces le pongo un after shave, la hidratante con filtro solar de día, la crema antiestrés de noche -porque le hace falta reposar la piel, querido Silvain- el antifaz y el distinguido neceser, ¡¡todo ello por el increíble precio de oferta-descubrimiento de nuestra marca, 120 dólares!!! Está usted de suerte. ¿Como prefiere la forma de pago?, (tecleando un poco en la tesina) ¿tarjeta de crédito o cheque?"

Televendedor (la voz monocorde, aturdido, no sabiendo muy bien por dónde le da el aire ): -" ... Cheque. Euh, ¿Lo escribo a nombre de quién?"
.......................................................

Al menos esta interrupción ha valido ciento veinte pavos.

lunes, 11 de agosto de 2008

Gâteau aux bleuets et à l'orange

Otra de esas cosas estupendas del verano en un país nórdico: lo que en España se llaman "frutas del bosque", en este caso las blueberrys o bleuets en francés, que creo que en España no existen -al menos yo no las conocía antes de venir aquí-.

La traducción de su nombre me ha causado todo un problema: en Francia las conocen por el nombre de myrtilles (arándanos), y en Québec por bleuets (acianos, según el diccionario), en español da como resultado dos traducciones diferentes. Con mi sagacidad lingüística habitual (por tirarme flores, que no quede), he descubierto que el bleuet en francés es también el nombre de una flor, en castellano el aciano, azulejo o centaurea, con la que no creo que puedan hacerse pasteles. Voilá la explicación.


Así que con arándanos -y con zumo y ralladura de naranja- preparé este pastel que rebosa mantequilla (me lancé a la versión porno-calórica, que ser muy prudente todo el tiempo no es bueno para el alma, aunque también podéis ser buenos chicos y prepararlo con un aceite vegetal de girasol o soja, menos colesteroloso y pecaminoso). Y ya puestas a pecar, lo serví con un chorrito de nata líquida. Mmmmhhh...
Ésta es la receta (en francés).
El resultado: esponjoso, húmedo, blandito, dulce pero no demasiado, gracias al contraste entre el sabor cítrico de la naranja y el dulzón de los arándanos. Pena que mis sobrinos estén tan lejos, les hubiera encantado.

viernes, 8 de agosto de 2008

Están locos, estos romanos (III)


En el amplio catálogo de señales de circulación típicas del país, ésta es una de las más clásicas... (y necesarias, un encontronazo en plena noche con un alce, y nunca sabrás quién ha atropellado a quién, el alce puede que muera como resultado del accidente, pero tu coche también).


Otra estimulante actividad turística que puede practicarse en cualquier parque natural canadiense.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Melon d'eau



Otro símbolo del verano... la sandía. O melon d'eau, como la llaman los quebequeses (en Francia pastèque). Comida en el patio, contemplándose las sandalias.
En tardes como esta, es difícil de creer que en tres o cuatro meses la terraza será sepultada por la nieve.

martes, 5 de agosto de 2008

Épluchette de blé d'Inde


“Summer is butter on your chin and corn mush between every tooth.”
- Calvin and Hobbes

Agosto en Quebec es la época de la cosecha del maíz, o blé d'Inde, como lo llaman aquí. Es también la época de hacer una épluchette de blé d'Inde con los amigos.

Este tipo de encuentro se heredó de las culturas amerindias, y es una forma de festejar la cosecha de este alimento de base y de hacer más agradable la tarea de pelar las mazorcas, en grupo de amigos y familiares.

Si ya habéis mordido una mazorca caliente, recién cosechada, goteando una mezcla de mantequilla fundida y sal, llena de granos de maíz jugosos y dulces que explotan en la boca, entenderéis por qué esta costumbre no ha muerto, y aún es símbolo del verano.