viernes, 29 de agosto de 2008
Cerveza Boreal
... y no es cualquier cerveza, es una Boréale... rousse.
La preferida de monsieur M.
Una cerveza muy nórdica.
...Y no, no cobro comisión (aunque estoy abierta a toda negociación).
jueves, 28 de agosto de 2008
Take home chef
Este programa, "Take home chef", un reality show del canal americano TLC (sí, qué pasa, a ver si creéis que el nivel cultural no decae nunca en esta casa), parte de una idea simple e inocente (?), con un saborcillo como a los felices años 50, en los que todas las amas de casa eran supuestamente felices en sus labores y no tomaban antidepresivos ni le daban a la botella (al menos en público). Curtis, el chef, guapo mozo, se pasea por los supermercados de Estados Unidos al acecho de un ama de casa monísima (porque nunca las elige gorditas, ni feas , curioso). La aborda con mucho charme y le dice (resumiendo): -"Jaaaay, llévame a casa. Y te cocino una cena que no se la salta un caló."
Normalmente, la sorprendida ama de casa pierde el uso de sus neuronas delante de semejante cocinero viril, y pasa el resto del programa mirándolo, presa de una risa floja. El chef se porta: paga la compra, añade una botellita de vino, unas flores y algún aparato de cocina necesario para la receta que va a preparar, y se planta en casa de su víctima. Ahí explica las recetas, todo ello entre mucha tensión sexual soterrada, mucho coqueteo y más risitas tontas, ayudado por la madame, que llama a su marido/compañero/novio para soltarle una bola que retrase su llegada a casa y les permita terminar el menú. El susodicho suele tragarse la bola con una facilidad desesperante. Es como para preguntarse por qué a algunas adúlteras las pillan in fraganti. Con lo fácil que se miente a un marido en Norteamérica (esto no lo digo por tí, mon chevreuil, no vayas a inquietarte).
El programa termina con la sorpresa del marido, que se queda tieso en la puerta con cara de bobalicón, al ver su casa invadida por las cámaras, su mujer que sigue riéndose de forma incontrolada y un tipo cachotas en su cocina, con un delantal y una camiseta en elastán, preparándole la cena.
Las recetas son simples y con productos de temporada. Los vídeos de extractos del programa están bien, si conseguís descifrar el infernal acentillo australiano de Curtis. Y como parece que va a empezar a hacer gira por Canadá, corro a ponerme los rulos, que luego tengo que ir al súper. Por si las moscas.
miércoles, 27 de agosto de 2008
On the air
Vamos de paseo III : Burlington
El hotel de Burlington...
Os dejo con unas fotos de casitas del lugar, imagino que os resultarán curiosas. Las casas quebequesas son menos cúbicas que las americanas, y un poco más pequeñas. Tienen más volúmenes diferentes. Pero claro, todo depende de la época en la que hayan sido construídas, y del lugar. En general, cuanto más cerca de la frontera americana, el estilo es más inglés. La españolita en mí, que viene de una ciudad en la que el metro cuadrado ha alcanzado unos precios que rozan la ciencia ficción, sigue maravillándose diez años después, cada vez que se pasea por una calle como esta. Exactamente igual que vosotros.
lunes, 25 de agosto de 2008
Liberad a Victor / Free Victor / Vive Victor libre!
Cuando empecé a escribir este blog, me paseaba un poco por el ciberespacio echando un vistazo al inmenso universo de la blogosfera. Para alguien que acababa de descubrir este medio de expresión, era apasionante ver lo que otras personas consideraban importante como para que que el mundo entero lo supiera.
Tampoco es que lo que yo escribo aquí sea indispensable, vaya. Pero tengo que decir que no salía de mi asombro cuando leía a una abuela que ajustaba cuentas con sus ingratos nietos, un maníaco de los cochecitos de colección excitarse con su última adquisición, una esposa infeliz lanzarse con alegría al público escarnio del cónyuge, un fetichista del calzado salivar sobre los últimos Jimmy Choo, una estreñida crónica (lo juro) escribir una detallada bitácora de sus movimientos intestinales, una sufridora de candidiasis describiendo sus síntomas cotidianos. Entre otros.
Tras hacer un alto (breve, pero oh, cuán traumatizante) en estos sitios, rascándome perpleja la coronilla, me dije para el cuello de mi camisa que si realmente hay vida inteligente en otros planetas (y como dijo no recuerdo quién, a veces uno se pregunta si la hay en este planeta), y que esas civilizaciones extraterrestres echaban un ojo a nuestros medios de comunicación para hacerse una idea exacta de lo que somos, iban a llevarse una impresión un tanto peculiar de la raza humana.
En el mejor de los casos, una inteligencia alienígena que hubiera seguido el mismo paseo virtual que acababa de darme yo, hubiera sacado en conclusión que: los seres humanos envejecemos con una mala leche apenas contenida, tras haber vivido lamentables acoplamientos, en los que el componente de sexo masculino de la pareja necesita lamer unos tacones de aguja de charol rojo para poder llevar a cabo la función reproductora que se espera de él, y el componente de sexo femenino, que vive una existencia centrada en torno a sus funciones defecadoras, lucha contra una micosis crónica. Qué bonito.
Tras este reflexivo e indispensable preámbulo, voy al meollo de la cuestión: he dormido fatal. Vale, ahora habrá un par de vivos leyendo esto que pensarán que mis dificultades para dormir no les interesan mucho más que los problemas excretores de otras blogueras. Os lo concedo, tenéis razón. Pero en mi caso, esta falta de descanso vital es de una importancia capital para el mundo de la lingüística: si no duermo bien, me levanto hecha unos zorros. Si me levanto hecha una piltrafa humana, con la marca de la sábana tatuada en el carrillo y los ojos color breva madura, todo lo que escriba hoy en mi tesina distará bastante de revolucionar el mundo de la lingüística. De ahí la importancia de compartir mi falta de sueño con el mundo entero. No es egocentrismo, es un deber humanitario.
Ahora que mi altruísmo ha quedado claro, os diré que los responsables de este insomnio han sido dos: el lumpen montrealés y Victor. El primero pasa junto a mi ventana (que en esta chocita montrealesa está al nivel de la calle) prácticamente todas las noches de verano, rumbo a Montréal Nord, un barrio muy dinámico no lejano del mío, en el que a menudo en verano hay animación callejera como: motines contra la policía, quema de coches patrulla o, en su defecto, de coches de honrados ciudadanos residentes del lugar, tiroteos entre pandillas callejeras o alegre discusión pública entre los chulos y sus asalariadas. Traca y fin de fiestas.
No vayáis a formaros una idea equivocada de Montreal: es una de las grandes ciudades más seguras en las que he estado nunca,y la capital más segura de Norteamérica, si recuerdo bien las estadísticas, pero, como todas las grandes capitales, tiene su salsilla subdesarrollada que perfuma el resto.
Anoche, a las tres de la madrugada, tocó alegre y vivaz discusión entre chulos de p&*$a -no es una injuria, era su profesión- y las susodichas, y tuvimos la mala suerte de que llegaron al momento de la catarsis emocional junto a nuestra ventana. Si no me despertara a las seis y media de la mañana, con lo que mi estado a esas horas de la noche se asemeja mucho al de un organismo unicelular, hubiera sido una gran ocasión para grabar una muestra del más puro criollo, y hacer un estudio de campo. Pero cuando berridos histéricos jalonados de "Pute! Salope!" --- criollo---- "Va te faire enculer, ---criollo---, mange l'marde, ---más criollo--- mon hostie de chien sale!!!" me sacan de los brazos de Morfeo en plena noche, no me encuentro la lingüista interior.
Monsieur M. gruñe algo así como: -"Gggrrmmphh, llamo a la policía, jjjrrmmpffzzzzzzzzz", yo levanto la cabeza de la mancha de babilla en la almohada, sobre la que tan agradablemente dormía hace un segundo, me pongo las gafas (reflejo de la miope extrema que soy, porque si lo considero con lógica diurna, ponerse las gafas probablemente no ayuda a oír mejor), tiendo la oreja para ver si se emiten amenazas de muerte (en francés, porque en criollo, ni idea), y hay que llamar a la poli, y cuando oigo que la chillona meretriz parece estar ganando la batalla, doy tumbos hasta la ventana y la cierro. En el camino de vuelta piso al gato y me machaco el dedo pequeño del pie contra el canto de la puerta abierta, lo suficiente como para que el dolor me despierte del todo. Monsieur M. ronca de nuevo en el calor sofocante de la habitación, y yo me siento en el cuarto de baño reflexionando sobre mi creencia férrea en las virtudes de la educación pública para las clases más marginales de la sociedad, y cuando esa educación no funciona, en las ventajas de ser podridamente rico y vivir en un barrio rodeado de alambradas de espino y guardias armados.
Normalmente ni siquiera consideraría la idea en pleno día, pero hay que ver lo de derechas que puedo ser a las tres AM. Podría haberles lanzado por la ventana un ejemplar de Boris Vian alabando las virtudes de la lectura y la escritura como válvula de escape, y sugerirles un curso municipal de gestión positiva de conflictos, pero me apetecía más lanzarles un guardia jurado con un dóberman.
En resumen, esta mañana, tras tres horas de sueño ininterrumpido, no sólo me sentía cansada, me sentía muy, muy vieja. Apocalíptica. Tras reptar hacia la cocina y pensar que dos cafés no bastarían (quizá con los cables de arranque del coche, como en el chiste...), la guinda sobre el pastel: Victor.
Victor es el gato albino de mi vecina de arriba. Aparte de necesitar un tinte, Victor necesita una terapia urgente, u otra dueña. No es que mi vecina le maltrate, no. Es una chica encantadora, mi vecina. Pero en un momento dado, debió de leer un artículo en una revista sobre los efectos benéficos del aire fresco para la salud del felino doméstico. Resultado: todas las mañanas, a unas horas indecentes, Victor es expulsado al balcón. Afrontémoslo: a Victor el aire fresco se la refanfinfla. Odia el mundo exterior. Odia el maldito balcón. Y odia que su dueña, con ese espíritu higiénico tan quebequés, haya decidido que durante una hora, hay que tomar el aire. Mi encantadora vecinita cierra la puerta -sin gatera- y desde ese preciso instante, Victor comienza a maullar. Sus maullidos son angustiados, patéticos, trágicos. Victor maúlla como si le estuvieran pillando la cola con una puerta, destripando vivo, o peor aún, obligándole a escuchar los grandes éxitos de Céline Dion.
Cuando tengo la mala fortuna de estar tomándome el café fuera, Victor busca solidaridad, una cómplice, saca la cabeza por los barrotes del balcón, y aúlla con toda su alma, mirándome fijamente con sus ojos pálidos, pidiéndome que lo salve. Esta mañana, tras la noche de muestrario sociológico enfrente del dormitorio, he devuelto la mirada a Victor con una mezcla de compasión e impulso felinicida, y me han dado ganas de gritar: -"¡Liberad a Victor!"
Mi vecino Victor, albino y mártir.
sábado, 23 de agosto de 2008
Madre no hay más que una (afortunadamente)
¡¡BIRLUPBIRLUPBIRLUP!! (Os prometo encontrar una onomatopeya mejor para el timbre del teléfono. Pero como tengo que revolucionar el mundo de la lingüística, de momento os tendréis que conformar con esta)
Yo (gruñido de exasperación, parece que Dicharachero Televendedor no tuvo suficiente con la friega telefónica que se llevó la semana pasada): -"Oui, allô?"
Santa Madre (jubilosa cual televendedor, sólo que en su caso, el júbilo es auténtico): -"Hola, cariño. ¡Te escuché en la radio!"
Hija Ingrata (oséase, yo), con precaución: -"Ehm, lo sé, mamá. Me llamaste tres segundos después de que terminara la entrevista para decírmelo."
Santa Madre: -"¡A tu tía le encantó oírte!"
Hija Ingrata (un poco perdida): -"A la tía le enc... ¿también escuchó el programa?"
Santa Madre: -"¡TODAS tus tías escucharon el programa!¡Y tus tíos!" (Mi santa madre tiene dos hermanos y dos hermanas, lo cual, sumando los múltiples tíos y tías paternos, se traduce en una cantidad de primos que podría llenar una ciudad de provincias). -"Pero ellos no pudieron venir. Ni los del lado de tu padre, tampoco".
Hija Ingrata (aún más perdida): -"Venir... ¿adónde?"
Santa Madre (sin respirar): -"Pues aquí, a casa, para escucharte, chatita. Los llamé a todos. Al final sólo vinieron tus tías. Hice una tortillita, con calabacín. La vecina iba a bajar, pero lo escuchó en casa, anda ocupada con el hijo, que está malo. A tu tía T. le costó un poco llegar, con la artrosis, se perdió la música del principio -¡le eché una bronca!-. Ella le dijo a tu tío que salías en la tele..."
Hija Ingrata (intentando en vano meter baza): -"Euh, no, no era en la---"
Santa Madre (embalada): -"...ya le dije yo, T., que no escuchas, reina mora, vamos a tener que regalarte un audífono, que no es en la tele, que es en la radio. El caso es que había fútbol -como todos los días aquí, hija, están que no paran, con el cochino fútbol- y tu tío le soltó que para escuchar chorradas de mujeres mejor venía aquí a escucharlas conmigo..."
Durante un breve instante dejo mi pensamiento flotar vagamente hacia la figura de mi tío, hombre entrañable, símbolo viviente de los roles atribuídos a los sexos en el Pleistoceno.
Hija Ingrata (volviendo en mí, y mirando el reloj): -"Eh, ¿mamá?--"
Santa Madre (sin inmutarse): -"...chorradas de mujeres, lo que hay que oír, tu tía estaba de una mala gaita cuando llegó... me dijo que le iba a montar a tu tío un pollo cuando volviera a casa que se iba a acordar por los siglos de los siglos..."
Ahora pienso en mi tía, esa artista de la dictadura matriarcal soterrada, que le lleva a mi tío bien derecho y consigue que aún mantenga esa idea de que el que manda en casa, es él.
Hija Ingrata (con pocas esperanzas): -"...¿mamá?---"
Santa Madre (impertérrita): -"Conociendo a tu tía T., me parece que tu tío va a comer borrajas hervidas el resto de la semana. Pues nos en-can-tas-te, chatita. Estabas elegantísima."
Hija Ingrata (ofuscada): -"Eh, mamá, era una entrevista en la radio. Cuando la hice creo que llevaba puesto un pantalón de chándal. Viejo. Con pelotillas. Cortado por las rodillas a tijeretazos . Y---"
Santa Madre (impávida): -"Da igual, mocetona mía. Sonabas elegante, que es lo que importa. Lo que no entiendo es por qué no saludaste..."
Hija Ingrata (sin comprender enteramente lo que está pasando): -"¿Saludar? Pero si el presentador me ofreció saludar. Y lo hice. Contra todos mis principios. Dije: "saludo a mi ama, que me estará escuchando, y a mi hermano" -que se estará tronchando- (esto lo pienso pero no lo digo en voz alta). -"¿No me oíste?"
Santa Madre (con la indignación de los justos): -"¿Y tus tíos? ¿Y tus tías? ¿Es que no cuentan, o qué? Hija, que yo no te he criado así."
Hija Ingrata (con jaqueca incipiente): -"Ajem, mamá, es que con lo prolífica que es nuestra familia, si me pongo a saludarlos a todos, hubiera necesitado una hora o dos más de programa."
Santa Madre espeta: -"No te pongas impertinente. En fin, que estoy orgullosísima, ya le decía a tu tía, si es que la nena puede hacer lo que se proponga, ya se ve..."
Hija Ingrata (mascullando): -"Claro, de aquí a la gloria."
Santa Madre (convencida): -"¡Pues claro que sí! Hasta presidenta, podrías ser, chiquitina!"
Mi madre es friamente realista y objetiva en lo tocante a evaluar las capacidades y talentos de sus retoños.
Hija Ingrata (pelín sarcástica): -"El problema es que para que te elijan lehendakari hay que ser residente en el País Vasco, mamá. Y me pilla un poco a desmano. Y ser nacionalista -y hombre- ayuda bastante. Me temo que lo tengo un poco difícil."
Santa Madre (enfervorizada): -"¡Tú puedes conseguirlo, chatita!"
Hija Ingrata: -"..." "Mmh, ¿mamá? Te dejo. Es que ando un poco liada, tengo que encontrar el remedio contra el cáncer antes de la cena."
Santa Madre: -"Claro que sí, pocholona. Tú vete a hacer tus cosas. Ya te llamo yo mañana."
...Sabía que nunca escucha lo que le digo.
viernes, 22 de agosto de 2008
Levando anclas
No sé si habréis observado ese reproductor de mp3 que ha aparecido debajo del archivo de este blog cocineril. Pues me temo que eso no es todo, folks.
Roge Blasco, es el simpático locutor de mi otro programa preferido de Radio Euskadi, "Levando anclas", programa que se emite los domingos, de las 22:05 a las 24:00, hora española, las 16:05, hora quebequesa. Roge es el mismo presentador de "La casa de la palabra", que no parece haber escarmentado tras una primera entrevista, y ha decidido que sus oyentes -y él mismo- podrían soportar una sobredosis de cocina montrealesa, y me ha liado para una nueva charla. Os aseguro que no tengo acciones de Radio Euskadi, ni estoy en nómina, y que Roge no es mi cuñado, ni tiene ningún grado de parentesco con una servidora.
Como la entrevista en "La casa de la palabra" entraba dentro de una sección culinaria del programa ("cocinas del mundo"), Roge pensó que Quebec es bastante desconocido, y que sus oyentes del programa viajero y trotamundos "Levando anclas" estarían interesados en oír hablar de este rincón del planeta -y no sólo de su cocina- a alguien que lo conoce bastante bien.
jueves, 21 de agosto de 2008
I'm the queen of dairy
Aún no me he integrado lo suficiente como para ser capaz de pedir que me echen toppings como migas de Oreo, M&M's, u ositos de goma.
miércoles, 20 de agosto de 2008
HEMC 25: Bruschetta au soleil
Así que ahí va esta receta de bruschetta, un antipasto (aperitivo, tapa) de lo más típico. Es la versión italiana del pan con tomate. Para ir al cielo ni siquiera hace falta ser bueno: sólo necesitáis un buen pan tostado en el grill, aceite de oliva, ajo, tomates, albahaca fresca y sal.
Y un poco de sol.
* (Para los que buscáis otras recetas con tomates, todas ellas fáciles de hacer y deliciosas, os he recopilado aquí los enlaces de recetas anteriores publicadas en este blog. Espero que os sea útil.)
CONJUGANDO EL TOMATE EN TODOS LOS TIEMPOS: AQUI HAY TOMATE
- la clásica tortilla de patatas... with a twist "tomatero": tortilla isabelina de patatas con pesto rosso
- no podían faltar un par de recetas de pasta, los espaguetis que han hecho que mi relación de pareja dure ya una década: spaguetti aux tomates confites (espaguetis con tomates confitados). Fácil, fácil, y se convertirá en un clásico en vuestros menús.
- ...y la receta que hace que muchos amigos vengan a echarnos una mano en las reformas sólo por comerlos : spaguetti à la Corleone
- la salsa mexicana
- ...y, por supuesto, el indefectible gazpachito.
lunes, 18 de agosto de 2008
A tree grows in Brooklyn
El paso de las estaciones es una de las cosas que más me gustan de vivir en Quebec, los ciclos que vuelven y se renuevan, repitiéndose siempre y siempre diferentes, al mismo tiempo. Quizá por esa razón tengo un cierto tipo de lecturas de verano, otras de otoño; normalmente literatura fantástica o policiaca, quizá por la magia de esta época del año, Harry Potter y "la vuelta al cole", H.P Lovecraft cuando Halloween anda cerca, Tolkien y las primeras heladas, las novelas policiacas de Mankell, o Conan Doyle, o Highsmith y las cortas y grises jornadas de noviembre; y otras de invierno -nada como un buen invierno canadiense para leer Pasternak, Tolstoï o cualquier otro clásico ruso, o relatos de aventuras de Julio Verne o Jack London-.
Me pasa lo mismo con el cine. Hay películas que asocio indefectiblemente con una estación concreta, y que me gusta volver a ver cada año, como un ritual.
Voy a hablaros de un clásico americano poco conocido, "A tree grows in Brooklyn" (publicado en España como "Un árbol crece en Brooklyn"), de Betty Smith. Una historia de infancia y de cómo la dejamos atrás hasta llegar a la edad adulta, y de cómo las dos fases tienen sus alegrías y sus penas. Sé que es un tema clásico, pero está tan bien contado que merece la pena leerlo. Es también una historia de libros, de lectura y de amor por la lectura.
Este libro, que he leído antes de lo previsto debido a una curiosa coincidencia con Lía, va a quedar grabado en mi memoria como un libro de verano. Y no sólo porque lo he leído en verano, sino porque la historia pide ser leída en el balcón, en la terraza, sentado en los escalones, en un momento libre robado al calor de la tarde. En un verano urbano, con calor de asfalto y ruido de sirenas. Perfecto para este verano, en el que me quedo en Montreal. Y nada como el final del verano para concedernos un momentito de nostalgia por la niñez...
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Dentro de poco, y sin que sepa muy bien cómo, me daré cuenta de que el otoño ya está aquí. Sé que a los que vivís en España os parece pronto, allí el verano está instalado en todo su esplendor, pero en esta parte del norte la escuela comienza antes (en la última semana de agosto), y ésa es la señal de que el otoño está cerca.
Una de estas mañanas de finales de agosto saldré al patio trasero con la taza de café en la mano, miraré al cielo, y veré ese cielo azul profundísimo de principios del otoño canadiense. Es un cambio sutil, el día es igual de soleado, pero hay un fondo de frescor en el aire de la mañana, el aire huele a limpio y es "crujiente" y nuevo, las puntas de las hojas del arce de casa empiezan a amarillear ligeramente. Entraré en la cocina para buscar un jersey, y me sentaré fuera de nuevo, un ratito de inmovilidad para contemplar como la tierra y las estaciones siguen girando.
sábado, 16 de agosto de 2008
Vamos de paseo (II)
En nuestro último paseo "cosechamos" unas fresas, unas frambuesas y unos arándanos, directamente vendidos por el productor local. Su puestillo hubiera hecho feliz a cualquier oso. Las frutas del bosque les vuelven locos y ahora es la temporada. Los arándanos aterrizaron en el bizcocho que visteis el lunes.
Y un queso típicamente quebequés: el popular fromage en crottes (literalmente, "cagarrutas" -con perdón- o pegotes de queso), o fromage en grains (queso en grano, pero desengañaros, nadie lo llama así). Con ese nombre tan poco tentador, y está bueno.
Es un queso cheddar fresco, de vaca, cuya duración es bastante limitada, y que al masticarlo hace un estruendoso "squiick, squiick" entre los dientes. De hecho, ese sonido es el indicador de la frescura del queso. Cuanto más estruendosos "squiiick" hace al masticarlo, más fresco está. Normalmente se come fresco del día, y, curiosamente, en esta norteamérica tan aséptica, se vende a la temperatura ambiente, ya que cuando se refrigera, pierde mucho de su textura y sabor. Parece ser que este tipo de queso comenzó a fabricarse en los años 60, cuando el excedente de leche provocó que algún ingenioso granjero buscara una forma de utilizarla rápidamente. Este queso, que no tiene que pasar por ningún proceso de moldeado y curado, fue la solución.
Éste es también el queso que se utiliza en el "plato nacional" de Quebec: la poutine.
Sólo para valientes. O, en su defecto, gente muy de Bilbao.
jueves, 14 de agosto de 2008
Oyez! Oyez! Bonnes gens! / Se hace sabeeer...
Parece ser que en Canadá, Peter Cox, de Halifax, (35 años ejerciendo el oficio de pregonero) y Daniel Richer, alias "La Flèche", de Ottawa (27 años de experiencia) todavía realizan este trabajo a tiempo completo. Aún se les oye durante las festividades y otros acontecimientos, berreando las noticias y comadreos varios...
Y como cuento con menos de una semana para aprender a hablar de forma inteligible... os dejo, que tengo que salir corriendo a mi curso de dicción :-)
miércoles, 13 de agosto de 2008
Sonata para teléfono en Do mayor nº 2, Opus 514 (bis)
lunes, 11 de agosto de 2008
Gâteau aux bleuets et à l'orange
viernes, 8 de agosto de 2008
Están locos, estos romanos (III)
miércoles, 6 de agosto de 2008
Melon d'eau
martes, 5 de agosto de 2008
Épluchette de blé d'Inde
Este tipo de encuentro se heredó de las culturas amerindias, y es una forma de festejar la cosecha de este alimento de base y de hacer más agradable la tarea de pelar las mazorcas, en grupo de amigos y familiares.
Si ya habéis mordido una mazorca caliente, recién cosechada, goteando una mezcla de mantequilla fundida y sal, llena de granos de maíz jugosos y dulces que explotan en la boca, entenderéis por qué esta costumbre no ha muerto, y aún es símbolo del verano.