martes, 23 de diciembre de 2008

't was the night before Christmas / La víspera de Navidad

(Traducción-versión muy ¡ajem! libre del poema de Clement Clark Moore, «'Twas the night before Christmas», un clásico navideño americano.)

«Era la víspera de Navidad, y todo en la barraquita montrealesa era paz

nada se movía, ni siquiera Alfonso, ese campeón de la siesta;

los calcetines cuidadosamente colgados en la chimenea, las luces del árbol puestas,

con la esperanza de que San Nick llegaría pronto (y sin hacer ruido).

Monsieur M., y servidora estábamos acurrucados y abrigaditos acogedoramente en la cama como niños pequeños,

mientras visiones de bombones y de taladros inalámbricos (adivinad quién soñaba con qué) bailaban en nuestros sueños;

y yo con mi pijama estampado en muffins, y monsieur M. en su más puro estilo zen

(este nórdico hombretón no cree en los pijamas y duerme al natural)

acabábamos apenas de amodorrarnos para un largo sueño invernal,

cuando fuera, en el parterre, se oyó un ruido tremendo, como de vajilla rota,

salté de la cama dispuesta a atrapar a la maldita marmota.

Como un rayo corrí a la ventana,

la abrí temblando (no veais el biruji que hace en Montreal, a las tantas de la mañana).

La luna iluminaba la nieve recién caída, dándole un brillo de mediodía,

cuando, ante mis ojos asombrados vi como aparecía,

no Doña Marmota, sino un trineo tirado por renos,

con un tipo barbudo a las riendas, tan vivaracho y animado,

que asombrada pensé: -"Jo, no debería haber añadido tanto ron al eggnog que me he tomado".

Hasta que miré mejor y me dije, para el cuello de mi pijama:

"Debo de estar como una cuba, mejor me vuelvo a la cama,

el tipo este se parece a San Nick, Papá Noel, Santa Claus, vaya."



(De fondo, sonoro ronquido de monsieur M., desde la cama).

Mientras me frotaba los ojos, incrédulos y soñolientos,

el trineo comenzó el descenso.

Rápidos como centellas los renos trotaban,

y el barbudo en cuestión silbó, y gritando los llamaba:

"¡Vamos, Dasher, venga, Dancer! ¡Vamos, Prancer y Vixen!"

"¡Venga, Comet! Venga Cupid! ¡Venga, Donder y Blitzen!"

"¡Al balcón! ¡Al tejado!"

"¡Corred! ¡Rápido! ¡Rápido!"

Mientras, copos de nieve revolaban al viento,

hacia el cielo subían, rodeando el trineo en movimiento.

Por encima de la casa el trineo voló,

lleno de juguetes, con San Nicholas al timón.

Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, escuché en el techo

brincos y ruidos de patas de reno.

Preocupada por la decrépita barraca, susurré:

-"Oh, no, el tejado, ¿qué han hecho?"



Apenas me dio tiempo a dar media vuelta,

cuando San Nicholas aterrizó en la chimenea, rebotando maltrecho.

Vestía con pieles de pies a cabeza,

y su ropa estaba sucia de cenizas y hollín.

No pude evitar pensar: -"Encima habrá que pasar la aspiradora, y esta semana me toca a mí."

A la espalda llevaba un saco lleno de regalos

mientras lo abría me dije: -"Y monsieur M. que sigue roncando".



"Podría ser un loco, un maniaco sexual,

o peor, un vendedor , o un testigo de Jehová."

Mirándolo con desconfianza, en medio de la sala,

me preguntaba si llamar a la poli,

o atizarle con una pala.

Sus ojos --¡cómo brillaban! Tenía unos hoyuelos alegres

unas mejillas y una nariz coloradas;

la boca, graciosa, con una amplia sonrisa,

y la barba blanca como la nieve.

En la boca, una pipa,

y una corona de humo que en torno a él flotaba,

cruzando los brazos, medio dormida y helada,

le observé, irritada: -"¡Ey! ¡Oiga! ¡El de la tripa!

¡En esta barraca no se fuma!

¡Encima de despertarme, viene usted y me ahúma!".

Tenía una carota redonda y una panza bien llena,

que se agitó con su risa, y dijo: -"¡Muy graciosa, nena!"

Era un abuelo rellenito y regordete, un vejete jovial,

y lo de "nena" a mis 36, pues no me pareció tan mal.

Así que terminé riéndome, y perdonándole el humo;

él me guiño el ojo y murmuró algo sobre dejar de fumar.

Un gruñido procedente de la habitación, un ronroneo,

monsieur M. y Alfonso seguían en brazos de Morfeo.

"Valientes hombres de la casa"- pensé-

"Si este abuelete viene a robar el DVD,

le sacudo en pleno rostro con uno de mis fruitcake".

Sin decir palabra, San Nick siguió con su trabajo,

rellenó los calcetines; y dejó paquetes en el árbol -debajo-.

Y al terminar, se tocó con un dedo la punta de la nariz,



me saludó con la mano y desapareció por la chimenea;



saltó en el trineo y dio un silbido,

y salieron volando sin hacer ruido.

Mientras volvía a la cama y me tapaba de nuevo,

perpleja y convencida de haber mal digerido:

-"Demasiado eggnog, demasiado huevo"

pensando cómo explicar todo esto a mi quebequés de marido,

lejos, muy lejos, escuché como un eco:

"¡Feliz Navidad a todos, y a todos, buena noche!"

...Es la última vez que termino la cena con ponche. »

12 comentarios:

liuia drusilla dijo...

Tienes que haber estado entretenida un rato para escribirlo, pero ha valido la pena, es genial :).

La cuina vermella dijo...

Gracias por el cuento! Feliz Navidad bonita! miles de besos.

Marona dijo...

Creo que he escuchado la versión original en uno de los cds de villancicos... pero me quedo con la tuya... ¡es genial! Feliz navidad a ti también.

Anónimo dijo...

Mi primera lectura del día... una bonita forma de comenzar el maratón que me espera...


Muchas gracias por lo que me haces disfrutar...


¡¡¡ Feliz Navidad !!!

Anónimo dijo...

Oooohhhhhh...gracias!! muchas gracias!!! me ha encantado este regalo inesperado de Navidad!!
Que tengas muy felices fiestas y que tus calcetines esten llenitos a rebosar de riquísimo chocolate.
Un beso enorme
Maite

The Intercultural Kitchen dijo...

Hooolaaaa? Por fin estoy de vuelta en nuestra choza berlinesa después de un par de semanas de no parar de acá para allá! Justo a tiempo para desearte Feliz Navidad!
Un abrazo
PD: Y gracias por el poema, menuda traducción libre que te has hecho, con su rima en asonante y todo!

a n i s h i dijo...

Ay Arantza, qué buena eres, cómo nos entretienes, y las fotos preciosas, eres genial.
Te deseo unas Felices Navidades y que el Año Nuevo nos traiga mucha salud para poder compartir todas estas cosas tan gratificantes con que nos regalas.
Un abrazo a ti y otro a Monsieur M, pero solo por esta vez que es Navidad jajajajaj.

Diane dijo...

"Podría ser un loco, un maniaco sexual,

o peor, un vendedor , o un testigo de Jehová."

Oh... Arantza... No se que dir... Tu estas tan comica! Puedo solamente reir! Y reir! Y reir mas!

Tu es una de mis autoras prefiridades!

Arantza dijo...

A todas: respuesta comunitaria a todo correr antes de largarme a casa de mi cuñado, donde me espera el pavo de rigor. Si el poema os ha divertido tanto leerlo como a mí hacer la adaptación, tanto mejor. ¡Felices fiestas!

de norte a sur et vice-versa dijo...

Hola Arantza,
Por casualidad, porque buscaba un lugar donde vendieran embutidos españoles en Montreal, he entrado en tu blog. Ojeando y ojeando, he leido este texto que me pareció maravilloso. Yo espero seguir disfrutando de tus escritos. Yo soy de origen dominicano, vivo en montreal y casada con un quebeco.

Arantza dijo...

Norte a sur (qué largo :-): vaya, otra montrealesa de adopción. Bienvenida a esta cocina. Y gracias por los cumplidos a mi texto. Info práctica: para los embutidos, prueba en la tienda española en la calle Saint-Laurent, y, casi al lado, "La vieille Europe" también suele tener quesos de importación y chorizo. Si quieres algo más cercano, los supermercados Loblaws han sacado una especie de "imitación de chorizo" que, si bien no es igual que el auténtico, "ça fait la job", como diríamos por aquí. ;-)

de norte a sur et vice-versa dijo...

Hola Arantza,
Gracias por escribirme. Yo sabia de la tienda que esta en St-Laurent, voy a ver si me doy un paseillo por esos lares y encuentro algo (celebro el cumple de mi quebeco y el tema de este año es España). Los chorizos y el jamon serrano del Lowblas los compro para recodarme de los viejos tiempos (estudié en Madrid), pero no es lo mismo. Ya veré como me las apaño. He visto también tu perfil y veo que estas vincula al arte. Pues te cuento que yo tambien, actualmente estoy en redaccion de la tesis en Études des arts. A ver si un dia tenemos la ocasion de tomarnos un cafelito.

Betty Jansen