miércoles, 12 de noviembre de 2008

El sueño eterno (oda al café filtro)


Noviembre me suele producir ese efecto: cuando empieza a anochecer hacia las cuatro y media, la temperatura baja, ya no queda prácticamente rastro de vegetación, pero aún no hay nieve que ilumine Montreal con esa luz blanca (este año las primeras nieves vienen con retraso, normalmente ya tendrían que haber caído un par de nevaditas sólidas, y sólo hemos tenido un día de "espolvoreo" blanco); cuando noviembre se arrastra gris, lluvioso, frío, lento y lleno de trabajo, entro en fase de hibernación.

Me despierto -es un decir- a esas horas dementes de la mañana que son las normales en este país (a mí, toda hora más temprana que las siete de la mañana me parece demente), con esa náusea característica del ibérico que se levanta, echo mano de la bata de polar, ésa que ha hecho pelotillas en apenas dos lavadas y que sigo usando como coraza antisexo (y es que a mí, a las seis de la mañana, no me toquessssss), trastabillo con Alfonso, que está tumbado al lado de la cama y ni siquiera ha abierto un ojo -maldito gatito- y navego como puedo hacia la cocina y esa máquina que me ha salvado la vida desde que llegué: la cafetera programable.

Ya os he hablado varias veces de lo amante del té que soy, he leído y probado lo suficiente como para diferenciar muchas clases y calidades. Pero en este mes de noviembre en el que uno se despierta con luz eléctrica, y llega a casa por la tarde a la amarillenta luz de las farolas, lo que me permite ponerme a funcionar por la mañana no es un exquisito té gyokuro de primera cosecha, no. Es un cafetazo filtro.

Mis gustos en café son tan basureros como sibaríticos los que tienen que ver con el té: cuando vivía en la piel de toro, nunca fui capaz de apreciar el café tal y como se sirve en las cafeterías, (por eso comencé a tomar té). Ahora que monsieur M., gran epicúreo del café, tiene una super cafetera exprés italiana, algo así como la Lamborghini de las cafeteras, regalo de Estoico Hermano y Recia Cuñada (con ella terminaron de ganarse su varonil corazoncito), sigo sin ser capaz de apreciar el buen café. También hay que especificar que monsieur M., viril muchachote canadiense, prepara unos cafés que se cortan con cuchillo y tenedor.

El café que me gusta es deleznable, es el café al que me hice adicta al llegar a Canadá, país que carbura a café filtro americano, donde todo el mundo se pasea vaso de café en mano por todas partes, a todas horas : en el metro, en el hospital, en los cursos universitarios, los funerales, los cines y los coches. Y encima, aromatizado: café con sabor a vainilla o avellana. Qué se le va a hacer: me gusta el equivalente al fast food del café. Y aunque sea consciente de que es de peor calidad, me sigue gustando más el chocolate con leche que el chocolate negro. Ya está, ya lo he confesado, ahora lo sabéis todo. Me temo que mis papilas gustativas están infantilizadas, son unas inmaduras.

Con esta larga explicación proclamo, en este universo de cocinillas donde casi todo el mundo hace sus reducciones de balsámico y utiliza azúcar aromatizado a la lavanda, el derecho a seguir apreciando ciertas cosas de calidad dudosa, pero oh, cuán reconfortantes. Abajo el esnobismo alimentario. Vivan el proletariado y el café filtro. Y la tableta roja de Nestlé. (Sin embargo, si algún amable lector quiere invitarme a cenar al Bulli, no diré que no, para qué engañaros).

Qué haría yo sin mis dos cancarritos de café filtro. Este blog, escrito de buena mañana, (hora canadiense), no existiría sin ellos. Gran pérdida para la humanidad entera -especialmente para el mundo de la lingüística-. Y en este vegetativo noviembre de sueño eterno (tenéis que ver la peli de Hawks, una obra maestra), en el que acabo de levantarme y escucho ya la llamada de la cama y sus viles cantos de sirena que me impiden trabajar, en el que no puedo esperar a llegar a casa y saltar en la bata y las pantuflas de peluche, en el que urge empijamarse y edredonarse, y dormir doce horas, un café, es justo y necesario. Es mi deber y salvación.

Voy a servirme otra tacita ya mismo.

Imagen de Ed Polish & Darren Wotz

18 comentarios:

Maria Fernanda dijo...

¡¡¡La chica de la última imagen soy yo!!! ¡Yo son mi café mañanero no soy nada!
¿Cuándo nos tomamos uno? Ya lo extraño :(

Maria Fernanda dijo...

Errata: leer "son" por "sin" creo que necesito otro café...*se esconde*

CRIS dijo...

Yo sin mi café mañanero, soy una zombie además lo adultero añadiendo un cucharada de cacao en polvo.Por la tarde ya me paso al té. Esa adaptación de Chandler tiene como unos aires metafísicos,no?.La Bacall está genial.
Qué te vaya bien el día!( yo me voy a dormir)

The Intercultural Kitchen dijo...

Jo, maja, creo que voy a investigar eso de que nos separaran en el hospital al nacer... la tableta roja de Nestlé, ¡en bocadillo! (sigo haciéndome merendolas así cuando no me ve nadie). Tampoco he podido domar todavía el gusto por el chocolate con leche, relleno de nougat o caramelo a ser posible. Pero si hace feliz ¿por qué es malo?
Besos

Lía dijo...

Pues yo siento discrepar, pero niña un café es un café y no el agüita marrón esa que dan en el resto del mundo. Quizás es que no viajo a los países que debo (Italia, Turquía...), pero para mi una de las peores cosas de los viajes es que no hay manera de tomarse un café como dios manda en ningún sitio.

Marona dijo...

A mí también me gusta el café de filtro pero me sienta fatal... me siento toda yo como "shaky" y prefiero uno de los de la cafetera moka de toda la vida. Me da rabia porque me encanta el de filtro y dura más... nchts.

mon dijo...

A mi es que no me gusta el café, ninguno, ni de filtro ni agüilla asique no me asusta que te guste uno u otro, yo me despierto con preparado alimenticio al cacao, que se le va a hacer.

jb500.blogspot.com dijo...

holaaa

mi proceso es inverso, me levanto es condiciones similares a las tuyas, pero empiezo con un te, tomado con una cierta tranquilidad, pero justo antes de llegar a la oficina, hago la parada preceptiva para tomar un cafe de esos que le gustarian a mr.m, de los de cuchillo i tenedor
los cafes "agüilla" me sientan fatal

Anónimo dijo...

Para mí, el café espeso y cremoso y corto y oscuro. Mi cafetera costó cuatro euros y lo hace regiamente. La de mi madre es la que anuncia George Clooney [pausa para babas y suspiros], costó un pastizal y hace un café ruin, miserable, indigno, en fin.
En Italia y en Portugal ponen unos cafés riquísimos en todos los bares, y yo soy feliz, y me tomo 300 al día y voy por ahí como una rana hiperactiva.

Anónimo dijo...

Yo también soy de café mañanero (si es de bar, mejor). Y ya entrada la mañana té o alguna infusión rarita como el té mu.
¡Lo qué hace trabajar en casa!
Saludos a tod@s

Anónimo dijo...

(descubrimiento que no tiene nada que ver con el café, pero que comparto porque me parece socialmente útil: si les abres la puerta a los testigos de Jehová en paños menores, se van corriendo)

Anónimo dijo...

Incomprensible, el québécois. Y qué quieres que te diga, yo soy igual de sibarita con el té que con el café...

Besos.

Rosa dijo...

Tienes toda la razón, los amantes de la cocina solemos ser un bastante sibaritas.... la sal normal, no!, en escamas, vinagre de toda la vida, no!, de modena y a ser posible, reducido,amasamos nuestro propio pan, usamos especias exoticas, robots de cocina futuristas.... y entre todo esto.... que bien sienta de vez en cuando marranear un poco y comerte algo 100% industrial! ¡¡vivan los sobres de capuchino al caramelo soluble!!

Arantza dijo...

María Fernanda: ¡Cuánto tiempo sin leerte por aquí, futura doctora! Ya pensaba que habías entrado en hibernación tú también, y que no sabría nada de ti hasta abril... Si tú te identificas con la segunda imagen , en estos momentos a mí me gustaría estar como la primera... *suspiro*

Cris: esa mezcla que tomas y que puede parecer bastante hereje a los españoles que nos leen, aquí es un clásico: el café "mocha". Yo también soy de té por las tardes (más que nada porque ya soy bastante espitosa naturalmente, como para seguir tomando cafés... En cuanto a la peli, Bacall está efectivamente estupendísima, y la novela en la que está basada también es muy recomendable.

Noema: ese bocata de pan con chocolate ha sido el clásico de nuestra generación. Aquí no se encuentran tabletas rojas, pero me consuelo con Lindt "Extra creamy". Y así me lucen las cartucheras.

Lía: he ahí el conflicto intercultural que tanto nos interesa a Noema (imagino) y a mí
: un café no es lo mismo en todas partes, como un té tampoco. Según los baremos británicos y chinos, el té que se encuentra en un bar normalito en España es horrible. Pero eso es lo que se toma en España. Como en Norteamérica, el café clásico español/italiano es de lo más snob, un producto para yuppies. Aquí el "café-café" es el de filtro. Ya ves, todo depende de con qué "filtro cultural" mira uno las cosas.

Marona: justamente andaba yo con la duda de si se dice "café filtro" (sin preposición), o "café de filtro", y una investigación previa a la publicación del post no me ha sacado de dudas. A ver si tú me aclaras la cuestión... en cuanto a lo de que el café filtro te pone un poco temblona, curiosamente parece que tiene más cafeína que el de cafetera moka, aunque sepa más "flojito". Te escribo todo esto café en ristre.

Quemona: pues estupendamente, ese cacao para desayunar. ¿Has probado el "Ovaltine"? Es un producto malteado al que me aficioné cuando vivía en Escocia. A mí me gusta, pero parece que se considera como bebida de viejecitos...

JB y Lupe: creo que es por lo que le he respondido a Marona... a tí y a Lupe os gustarían los cafés-petróleo que hace mi legítimo esposo... café sólo para hombres de verdad (debe de ser tu lado masculino, Lupe). Ahora que caigo, aún no le he hecho probar el carajillo en nuestras expediciones a España. No sé si atreverme...

Lupe: Gracias por el consejo anti-testigos. Tengo una duda: cuando una trabaja en casa, envuelta en sólidos calcetines de lana, pantalón de pijama de franela y horrible -pero oh, cuán calentita- sudadera, ¿qué hace cuando llaman a la puerta? Porque lo de ponerse en bragas a toda velocidad me parece poco práctico...sobre todo que a veces es el cartero, o el señor de Hydro-Québec, que viene a leer el contador... no sé, como que puede dar lugar a malentendidos. Y a congelaciones parciales, en invierno.

María: ese té (mu) no lo conozco. Tengo que investigarlo. En cuanto a lo de trabajar en casa, uno de los efectos secundarios es la adicción al pijama. Muy difícil de superar.

Ander, sibarita: hombre, es que hay que hacerse al acento (ni te cuento cuando yo llegué a Escocia, lo que me costó coscarme de algo). La línea argumental es que las niñas pertenecen a un equipo de gimnasia y están haciendo una colecta para financiarlo (normalmente te venden chocolate o galletas), y le piden a la señora que las apoye ("encourager", jugando con el doble sentido de "animar"), la pobre señora aún no tiene todas las neuronas en funcionamiento, y se pone a animarlas en plan cheerleader patética ("Let's go, "Pirouettes"). He buscado una versión con subtítulos, pero no había.

Rosa: ahí, ahí, veo que he tocado una fibra sensible... yo también cocino con sal Maldon o flor de sal de Guerande, pero de vez en cuando hay que volver a ras de suelo. Y nada como un poco de marraneo para conseguirlo.

Anónimo dijo...

(claro, Arantza, yo también trabajo en casa, sólo que en el trópico desértico, y cuando alguien toca a la puerta a semejante hora y me interrumpe me indigno toda y se me olvida qué ropa llevo o no llevo) (menos mal que era un viejito tímido)

Lía dijo...

No te equivoques, que mi primera experiencia con el café fué en Usa y en principio me gustaba...pero una vez probado el hecho aquí y en un bar mejor que mejor para mí ya no hay vuelta atrás.
Coincido en lo de los tés de los bares españoles, yo el té me lo tomo en mi casa ;)
Cambiando de tema radicalmente, he visto este post y me he acordado mucho de tí:
http://discretolector.blogspot.com/2008/11/hablar-de-libros.html

Maria Fernanda dijo...

Hoy leí en una revista culta (ehem! ehem!) dedicada al cancer de mama que tomar entre 4 o 5 tazas de café ayudan a prevenirlo. El problema es que seguramente en alguna otra revista tan culta como ésta estarán diciendo que tu corazón no lo resistirá.... Siempre se puede encontrar un argumento para justificar nuestros pequeños pecadillos jijiji...

Ara: si estoy viva, sólo que con muchísimo trabajo, ya te imaginarás :S

Arantza dijo...

Lía: muy interesante, el post, lo he leído, y casi me ha parecido un piropo que te recuerde a mí, el nivel divulgativo del discreto lector es bastante más elevado que el mío, si no, para muestra un botón: hoy hablo de gominolas...
;-)

MF: siempre hay un estudio por ahí que justifica cualquier cosa, viva! (a estudio regalado, no le miremos la metodología, no? ;-) Corro a prepararme otro café.