En Navidad no pueden faltar los hombrecitos de jengibre. Y Lupe los pide con insistencia, así que ahí van. Este sábado celebré mis recién empezadas vacaciones con un maratón galletero, que las fiestas navideñas ya han empezado (la avanzadilla de las fiestas empieza la primera semana de diciembre, ya que en Quebec la mayor parte de los lugares de trabajo tienen por costumbre hacer una fiesta para los empleados). Preparé una caja de galletas surtidas para una buena amiga que organizó un high tea pre-navideño.
Aprovechando el chute de adrenalina que aún tengo metido en el cuerpo por el estrés brutal de los exámenes finales y con la estación de la gripe en pleno apogeo en el trabajo (el hospital donde trabajo está de un lleno que andan pensando en acostar a los pacientes en estanterías en lugar de camas, para ganar sitio), pues llevo dos días como sin frenos, amasando, horneando, haciendo baños... monsieur M. aprovecha discretamente para encerrarse en su mazmorra del bricolaje (el taller en el sótano), y no salir.
Cuando preparo galletas por estas fechas, lo hago en modo producción en masa: justamente, preparo la masa, y como la mayoría de las masas de galleta necesitan refrigeración para poder manipularlas y cortarlas con los cortapastas sin blasfemar demasiado, mientras la primera se enfría preparo la siguiente. A continuación, estiro la masa con el rodillo y la corto, una masa detrás de otra, y como ésta es la fase del proceso galletero que resulta más engorrosa -y pringosa-, es un alivio pasarla "en serie".
Sólo queda poner las galletas cortadas en una superficie plana (cartón, bandeja... algo que quepa en el congelador), cubrirlas con papel encerado o papel pergamino, y congelarlas. Una vez lo bastante duras, es mejor meterlas en bolsas de congelación, para evitar que el frío "queme" la masa.
Como lo más trabajoso ya está hecho, el día que queráis preparar las galletas es un lujazo: sólo hay que hornearlas. Y decorarlas, si os apetece.
Yo no me concentré mucho en la decoración porque mi prioridad era más bien la variedad de las galletas, porque todos los comensales eran adultos a los que, como a mí, el colorante verde-pino no les emociona mucho, y porque en el universo de blogueros cocinillas ya hay algunas que son expertas en la materia ;-), expertas que podéis consultar si queréis pasar una tarde agradable decorando estos hombrecitos (actividad chachi si tenéis niños, que ya es hora de despegarlos de la gamecube, leche). Sin embargo, decoré algunas a todo correr por mostraros un poco la presentación tradicional.
La receta, es de doña Marta Estuardo, of course. Un inciso con un par de truquillos importantes: cuando Martha dice "refrigerar una hora la masa", hacedlo. Evitadme la tentación esa de "si total, esta masa se puede estirar ya mismo". Cuando empecéis a intentar despegar los malditos hombrecitos y a decapitarlos, arrancarles miembros y otras atrocidades, vais a lamentar no haber hecho caso a Martha. Creedme.
Otro truquillo: el papel encerado. El papel encerado le salva la cordura a cualquiera que haga galletas con formas más sofisticadas que un círculo. Si ponéis un pedazo bajo la masa antes de comenzar a estirarla y cortarla, y otro por encima, evitaréis que la masa se pegue a la mesa y al rodillo, y será mucho más fácil despegar los hombrecitos y ponerlos en la bandeja de horno sin crueles desmembramientos.
Truquillo final: en lugar de espolvorear la mesa-papel encerado-rodillo con harina, que tiene la tendencia a secar las galletas, hacedlo con azúcar glas. Antes de cortar cada galleta, untad el molde igualmente en azúcar glas, la forma del hombrecito será mucho más nítida.
Mi "familia interracial de jengibre" recibe su nombre por la tanda que se me requemó ligeramente cuando andaba amasando otro tipo de galletas (peligros del multitasking), así que el resultado es papá jengibre, mamá jengibre, abuelo jengibre, hijito jengibre... y el hijito adoptado en Haití.
Si no os apetece hacer la versión antropomórfica, no es obligatorio. He aquí la versión nórdica.
7 comentarios:
Ay.
Gracias.
Con la moderación y templanza que me caracterizan, me sentaría y me comería a la familia entera. Empezando por el niño haitiano.
Ohhh! Me ha encantado la familia gallleteril. Creo que les invitaré para estas fiestas. ja,ja,ja
Guapa familia, creo que voy a utilizar tu receta de Martha Estuardo siguiendo tus valiosos tips.Este fin de semana he tenido sesión galletil (hombrecillos y pingüinos) y han terminado al fondo de la bolsa de basura, ni para fotografiarlos de lejos.Nada,la próxima finde a intentarlo de nuevo.
Un beso
Arantza: este fin de semana me voy a ir a casa de mi madre (dos islas más allá, rumbo al oeste) con el siniestro propósito de hacer los hombrecitos de jengibre. Porque el horno de ella sí es decente y digno de confianza. ¡Ja! Pedazo de high tea voy a prepararle a mi incauta familia.
Gracias otra vez.
Lupe: tanto agradecimiento me abruma un poco, mujer. Que la receta ni siquiera es mía. En lo único en lo que me he esforzado un poco es en publicarla antes de lo previsto, dadas tus ansias jengibreras :-). No sé muy bien si es posible pasearse por el archipiélago con un paquete de masa de galletas, pero si lo es, hasta puedes hacerla en la calma de tu casa y hornearlas en casa de tu madre. Ya me contarás qué tal. Por cierto, no los quemes como yo, que quedan como piedras (untados están buenos, pero a palo seco...). En cuanto veas que están firmes al tacto, y los bordes muy,ligeramente dorados, apaga el horno. Y que la fuerza de Martha sea contigo.
María: Entre la cantidad de gente que se ha animado tras leer a Bea, y vosotras hoy, va a haber como una ola de olor a jengibre recorriendo la península (y las Canarias ;-).
Cris: penita pena. Yo no soy buena perdedora en cocina. Especialmente si trabajo como una loca. Ya sé que de los errores se aprende y blablabla, pero los cinco minutos de tacos carreteros mientras lo tiro todo, no me los quita nadie. Lo de los moldes en forma de pngüinos aquí sería de un adecuado terrible. :-)
holaaa
acabo de hacer la pausa del cafe i ya vuelvo a tener hambre... que peligro de blog :-)))
JB: nada, hombre. Ya pensaremos en la línea en enero. Por ahora, disfruta.
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