Siguiendo con las recetas dickensianas de esta época del año, os voy a proponer la que, con diferencia, más éxito ha tenido últimamente, y la más guarrona de toda la repostería que he cocinado para las fiestas, yo que soy integrista del integral: las barras guarras, guarras (insisto) de cheesecake (versión personal de las Bleak House Bars o Barras Casa Desolada, del último libro de Diane Mott Davidson, de la que ya os he hablado ). Guarronas, sí, pero muy ricas. A pesar de su nombre tristón.
La receta aquí, amablemente copiada del libro por una bloguera que, como yo, anda experimentando con las recetas propuestas en las novelas.
Un par de detalles que la receta no especifica: os aconsejo cortar las barras cuando ya hayáis refrigerado la fuente, porque en caliente, como lo hice yo (glotona que es una, e impaciente por probar), las barras se cortan mal y pierden la forma. En frío forman cuadrados perfectos, y las capas sucesivas (nueces, fudge de chocolate, y queso) se distinguen estupendamente. No cortéis los cuadrados muy generosos, os aseguro que el postre es tan cremoso y cochinote que con un pedazo pequeño vuestros comensales tendrán suficiente (por eso es ideal para un buen grupo, y con la ventaja de que se sirve en bocaditos, que podéis poner en cestos decorativos de papel, tipo muffin). Para dar el toque final, os recomiendo utilizar un buen chocolate cortado a cuchillo, en lugar de poner por encima las chocolate chips de la receta: la calidad del chocolate es mejor, y el aspecto final mucho más interesante.
Para los que no quieren sacrificar demasiado las arterias: yo hice el fondo de nueces con aceite vegetal, aunque se desmiga un poco más que con mantequilla, y la capa de queso con Philadelphia ligero, cuya sustitución de la grasa por productos químicos es probablemente peor que la grasa en sí, pero es lo que encontré en el súper (¿habrá escasez mundial de queso Philadelphia?).
Cuando envié a monsieur M. con la caja anual de dulcerío que suelo preparar para la gente que trabaja con él (tanto zen puede terminar volviendo loco a cualquiera, por eso intento tener un detalle con ellos), sabía que a las colegas con niños, ultraestresadas en estas fechas, les iban a gustar. Es más, hice una apuesta con él: le aposté que entre todos esos hombrecitos de jengibre, muffins rellenos de chocolate, fragantes rebanadas de fruitcake, delicadas galletas de azúcar, matizadas speculaas, sanas galletas integrales de avena y arándanos -para las que se preocupan por la línea-, lo que más éxito iba a tener eran las barras, guarras, dulces, densas, cremosas y pecaminosas, pero, oh, cuán ricas. Y no me equivoqué.
Hacia las nueve y media de la mañana, la mitad de la oficina -especialmente la mitad femenina-, tenía las comisuras de la boca pringadas de una mezcla de chocolate y frambuesa, los dedos pegajosos, y me mandaban correos entusiasmados pidiendo la receta.
Mujeres cansadas y estresadas: cómo os conozco. A falta de ocho horas de sueño reparador, bueno es el chocolate.
(* Nota para amables lectoras como Sara: estas barras son fantásticas para la congelación, que las vuelve más compactas y mejores para comer en "bocadito". Descongelar uno o dos días antes de servir/regalar, pero -importante- en el frigo, NO a temperatura ambiente. Y mantenerlas en el frigo el mayor tiempo posible).
1 comentario:
Gracias por incentivar mi instinto conservero!
Al congelador que se van!
Abrazos transoceanicos!
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