"Mi abuelo empezó a andar cinco millas cada día cuando tenía sesenta años. Ahora tiene ochenta y cinco y no tenemos ni idea de dónde demonios está."
Después de leer una entrada de Paco en su blog sobre el paseo, esa actividad nacional española, una vez más he sentido que este chico me ha leído el pensamiento. Hace ya años que lucho por introducir en Canadá - y especialmente, en Quebec- el concepto de paseo, actividad exótica por estas latitudes. Y hace ya años que lucho por introducir este concepto en la dura cabeza de mi quebequés de marido, quien, con nórdica obstinación, no termina de captar el espíritu de este agradable pasatiempo.
Monsieur M., como el nórdico de pro que es, no cree en "perder el tiempo", en actividades sin rumbo ni propósito, tales como el ibérico paseo. Es bastante comprensible: quien haya tenido la oportunidad de salir a la calle a veinte o treinta grados bajo cero, comprenderá que esa lentitud mediterránea, ese vals de pies que se suceden en dulce cadencia por los paseos marítimos de tantas ciudades costeras de la Europa del sur, en el invierno quebequés pueden costarte un pedazo de oreja o un par de dedos de los pies.
Con el tiempo y un par de visitas de amigos o familia españoles en pleno invierno, he podido entender el origen de esta fascinante diferencia cultural. Tras explicar a la visita que, o mueven el trasero a una velocidad más dinámica, o todos vamos a tener que ser tratados por hipotermia en el hospital más cercano, veo las cosas desde la perspectiva de mi gigante quebequés.
El abismo cultural se abre bajo nuestros pies cuando llega el calor. El dulce, húmedo y pegajoso verano montrealés se presta muy bien a la tranquilidad del paseo. Cuando propongo: "¿Vamos a dar un paseo?", ¡Zas! Veo la incomprensión que se anuncia en el poderoso entrecejo de mi nada abominable hombre de las nieves. La palabra queda suspendida en el aire, entre los dos. "Paseooo... ¿dónde quieres ir?" (¡Alarma! ¡Alarma! Parece que oigo las sirenas clamar en su eficaz cerebro de nórdico norteamericano. ¡Todos a sus puestos de combate! ¡Sugerencia ilógica!) Si respondo: "Ah, da igual. Donde sea. Lo que me apetece es simplemente dar una vuelta", empiezo a escuchar cómo chirrian los engranajes mentales de mi adorado hombretón, es casi como si oyera sus sinapsis neuronales explotar una tras otra. Y es que desde su más tierna infancia, como muchos quebequeses de "pura lana", monsieur M. no está programado para ninguna actividad fútil, estéril, sin utilidad ni sentido aparente.
Su herencia es la de muchas generaciones de colonos franceses luchando contra una naturaleza salvaje, en un clima inhóspito, activándose y apresurándose a la faena antes de las primeras nieves, como para perder el tiempo en chorradas, vaya.
Con el tiempo he aprendido a fijar vagos objetivos para tranquilizarlo. Cosas como "Vamos a buscar un ovillo de lana" o "Necesito nuevas acuarelas", marcan un rumbo a la caminata, que monsieur M. emprende braceando vigorosamente, a la conquista de la pelota 100% merino. Cuando ve que en camino, dilato el tiempo de la expedición mirando escaparates, sugiriendo un helado o un café, algo en su expresión denota que se siente ligeramente estafado, que de nuevo ha caído en la trampa, y que hay formas más rápidas de llegar a la tienda, caray. Porque, como dice Paco, su idea del paseo es ir del punto A al punto B, y vuelta.
Como los vagos motivos de paseo empiezan a escasear en mi imaginación, el fin de semana pasado, en un alarde de creatividad, pensé en un sitio lo más parecido posible a un parque, para sugerir un paseíto:
Yo: -"Mon ours polaire d'amour, ¿qué te parece si hoy vamos al zoo de Granby?"
Monsieur M., levantando la cabeza del peldaño de madera que está recortando y mirándome como si le hubiera hecho la sugerencia más peregrina que hubiera oído nunca (y probablemente, es el caso): -"Uh, ¿al zoo? Yo pensaba que vivimos en algo que se parece mucho a un zoo. Hasta tenemos una marmota en el parterre delantero." (Intentando ostensiblemente eliminar pelos de gato de las perneras del pantalón).
Yo: -"Ja, ja. Muy gracioso. En serio, creo que he estado en un zoo una o dos veces en mi vida, y eso en España. Puede ser instructivo (ahí le convenzo, con lo de la utilidad), porfaaaaa" (dedito en la pechera de la camisa).
Monsieur M., con expresión un tanto reblandecida, mirando el dedito: -"Umphf, no sé, a mí me parece una actividad un poco infantil, y ni siquiera llevamos a un niño como excusa."
Yo: -"Yo soy bastante inmadura. Sirve como excusa."
Monsieur M.: -"Bof, vale, vamos. Pero para mí que esto va a ser otro de tus paseos" (en español).
.........................................................................
El zoo, deprimente, como todos los zoos. Los animales tenían aspecto de estar atiborrados de tranquilizantes, los niños que los contemplaban tenían aspecto de estar atiborrados de Ritalín, y como era un día caluroso en plena hora de la siesta fáunica, estaban todos roncando, y los que no, nos ofrecieron magníficas vistas de sus magnas posaderas (¿una forma de protesta por su cautividad?). Los rinocerontes:
...los hipopótamos...
... y el elefante. Como podéis constatar, todos ellos típicos de la fauna nórdica :-).
Al menos, nos dimos un paseíto.
11 comentarios:
WOW!!!
Releñes!!! No existe el paseo en Quebec??? Claro,,, y ahora me dirás que tampoco la siesta y lo que es peor,,, tampoco se va de Txikiteo??? Pardiez,,, Jesusito, Jesusito de mi vida,,, que me quede donde estoy!!!
Bueno será lo de la cosa cultural, por que cuando le dices a algún extranjero que en Euskadi no se f... liga, se puede también ver cierta cara de incomprensión!!!
Mu chuli el Zoo... Pero a mi como que no me gustán. Me da un poco de grima ver a los pobres bichos, como bien dices parecen todos dopados. Hace años que fuí a Cabarceno,,, y no vuelvo a más.
Un besote.
Ayer precisamente leía en la pared del local del proveedor de proteínas del consorte esta frase: si pasear fuese sano, el cartero sería inmortal.
Al consorte tampoco le gusta el paseo, pero la perra es una buena excusa ;).
Vaya...nunca hubiese imaginado que lo de pasear no fuese algo "normal" en Quebec....Dios mio, con la de sitios preciosos que teneis para ir a dar una vuelta!!! eso casi, casi es pecao!!
Lo de no salir en invierno, vale, lo entiendo pero en veranito...y en otoño! si tiene que ser una gozada!!
Yo salgo a dar una vuelta sin runbo siempre que puedo, sola o acompañada, y te puedo asegurar que el paseo maritimo de al lado de mi casa tiene overbooking a todas horas.
Maite
Que curioso, mi L me dice todo lo contrario "Vamos a dar una vuelta a la orilla del mar. Anda, que es bueno caminar" Y mira que nordico es, pero le van los paseos, llueva o truene :)
Pues mira, a mí con mi pareja, me sucede algo parecido, pero en situación diferente. Cuando llegan las vacaciones si propongo un lugar, me pregunta que qué se puede hacer allí, que si hay librerías con libros en francés, que si hay tiendas de libros antiguos, que si hay tiendas de rarezas... Todo eso. No concibe un viaje sin algo útil (según él) que hacer. El paseo por el paseo o el caminar por caminar no entra en sus planes. En la próxima vida, antes de vivir en pareja, haré un cuestionario más completo ;))
Felicidades por tus post, son siempre divertidos y ocurrentes.
canela
Trapu: comparto tu opinión de los zoos, los encuentro bastante deprimentes. Después de esta visita, no creo que caiga otra.
Liuia: al consorte quebequés sí que le gusta moverse, pero con objeto-propósito-misión. Vamos, como que no acaba de entrar en lo de la latina indolencia :-).
Maite: no, si salir, en Quebec se sale mucho, tanto en invierno como en verano. Pero siempre con un objetivo, normalmente deportivo (la gente aquí es muy deportista). En verano, roller, bici, senderismo. En invierno, esquí de fondo, patín sobre hielo, raquetas. Lo que no son capaces es de salir sin más, a "darse un clareo".
Pilar: es que con una orilla del mar así, a mano, es pecado no pasear... a mí me encantaba (cuando vivía por aquellos lares) pasearme por la playa en pleno invierno, en días grises... suertuda...
Canela: gracias por todos esos piropos que les echas a mis posts. En cuanto a tu pareja, fóbica del paseo como la mía, jo, te tiene que costar un rato prepararte los viajes...
Trapu: se me había pasado... oye, que en Euskadi sí que se liga... o a lo mejor en un década los tiempos han cambiado y está más difícil que en mis tiempos de soltería...
Wow!!!
Se liga??? :|
Ozu,,, el menda ni hace una década ni en esta década,,, es más si habría (hubiera o hubiese,, en bilbainismo) se llamaría la DECADA PRODIGIOSA!!! ummm... o más bien la Década del milagro!!!
Un besote.
P.D. los feos no ligamos sea la época que sea ni seamos de donde seamos,,, pero nos gusta hechar la culpa a la cuestión vasquita!!!
El pequeño M , 5 años (perdón, casi 6) es mas directo:
Pasear ?? bujfff menudo rollo!!
En cambio acepta sin ningun problema, dando saltos por el sofá, "vamos ha comprar gosokis"
¿has probado con los gosokis?
Trapu: bueno, bueno, lo de feos o guapos es cuestión de modas, Trapu. No te preocupes, que llegará tu hora. Si no, mira a Javier Bardem, en sus comienzos en "Huevos de oro", en la que encarnaba el prototipo de bruto machista que repugnaba a cualquier mujer de mi generación, y mírale ahora, haciendo de seductor en la última peli de Woody Allen...
Ata: la versión de los gozokis (¿o gosokis?) aplicable a monsieur M. es la del pollo asado estilo portugués de la calle Saint Laurent... el olor puede mantenerle caminando horas y horas... o una buena ferretería ;-)
Bien por la conexión transoceánica!:-)
Saludetes
Publicar un comentario