Si no estabais convencidos hasta ahora de que este blog no trata de lo que se dice alta gastronomía, este post terminará por convenceros y hacer que perdáis el respeto a su autora de forma irremediable. (Si es que sois de un tímido, que ya no sé qué hacer para que participéis un poco, así que lo de hoy es pura provocación).
En esta línea un poco trash, esta semana me ha dado una de esas ansias de comer algo por pura nostalgia, y ya no sólo de España, sino de mi niñez. Regresiva estoy, oyes. Debe ser esta primavera que no termina de llegar.
Mi antojo era de esos pastelitos industriales con los que me recompensaba mi padre cuando íbamos de vacaciones, si tras dos horas de coche perfumado al tabaco más negro posible, aún no había vomitado. Sospecho que también era una forma de mantenerme callada con la boca convenientemente llena, pero eso son conjeturas. Lo que mi pobre padre no sabía era que, a base de utilizarlos como recompensa, una cosa tan banal como los pasteles "Bony", "Tigretón" y "Pantera rosa", terminaría simbolizando la infancia y sus brillantes días veraniegos. Estamos realmente lejos de las magdalenas de Proust, ¿eh?.
Mi preferido era la "Pantera rosa", porque además del dibujo de este personaje de dibujos animados en el envoltorio, estaba recubierto de un glaseado imitación chocolate de color... rosa. Creo recordar que a mi hermano le tiraba más el "Tigretón", pero siempre me puede desmentir.
No sé si existen todavía, pero el caso es que ayer me lancé al primer depanneur (tienda de la esquina versión Québec, igual que las corner shop inglesas, sólo que aquí el propietario es invariablemente camboyano o vietnamita, y habla muy poco francés), y me compré todo un muestrario.
Si lo disfrazo de estudio sociológico, me da menos vergüenza que me vean comiendo (¡y fotografiando!) unos pastelitos que toda persona mayor de doce años considera infectos. Tengo que decir que me inspiro de los estudios pasteleros del estupendo blog "¿Te quedas a cenar?".
Empecemos por Mrs. Freshley's: sospecho que aquí se refleja el abismo cultural y político entre quebequeses anglófonos y francófonos. Los primeros deben comprarlo, porque lo encontré en un depanneur de un barrio anglófono. Pero no forma parte de la imaginería popular francoparlante, porque nunca les he oído hablar de él. Y eso que es azul, un color muy poco sugerente del punto de vista gastronómico, pero muy independentista, del punto de vista ideológico. Pero, con el sentido clásico de la diplomacia y de la flema sajona, está espolvoreado de chispitas rojas, para darle el contrapunto liberal-conservador. Muy bipartito, muy canadian. Menos mal que mis cursos de semiótica sirvieron para algo.
El relleno, una especie de crema 100% grasa hidrogenada, no era azul, gracias al cielo. Hay que ver los riesgos que corro por la ciencia.
Sabe bastante a vainilla, casi me calmó la nostalgia. Interesados: de venta en el depanneur del metro McGill, centro Eaton. A vuestra cuenta y riesgo.
Pasamos al lado castizo y populachero, el francófono (no en general, susceptibles, sólo en lo tocante a estos pasteles).
Primero, el Jos. Louis (pronunciado YÔ LUI). Sé de buena tinta que es muy apreciado por los trabajadores de la construcción. Tras haber leído el contenido calórico (350 cal. por uno simple, 450 por uno doble), veo que equivale casi a un asado de cordero. Y contiene los mismos gramos de grasa saturada. No me extraña que les guste a los obreros. Esto no está hecho para un oficinista.
El May West (en este caso, un super May West) es la versión blanca del Jos, aunque fue inventado el primero. El nombre se inspira de la actriz de Hollywood.
El May West (en este caso, un super May West) es la versión blanca del Jos, aunque fue inventado el primero. El nombre se inspira de la actriz de Hollywood.
Incapaz de terminarlo, se lo pasé a un jubilado, que lo recibió con gran alborozo.
7 comentarios:
¡Sólo de ver las fotos me subió el azucar y el colesterol! Pero cómo se me antoja uno en estos momentos de primavera que se hace esperar.
Querida María Fernanda: Estamos todos depresivos, de ahí este post de alto contenido calórico. Bájate al depanneur y cómprate un par de ellos, verás como no los echas de menos hasta el año que viene ;-)
Aquí estoy de nuevo... estupendo el estudio sociocultural de la pastelería industrial, ¡oye! tiene su punto. Me han entrado ganas de hacer un estudio aplicado a la pastelería de aquí... reflexionaré sobre el tema.
Yo me quedo con el Bony, sin duda.
Un abrazo ;-D
Ay, Noema, de Bony tenías que ser... (brooma).
Si te lanzas, asegúrate de estar acompañada de alguien que no le haga ascos a comerse los pastelitos en cuestión, de preferencia un niño de 10 años en ayunas. El primero se come con entusiasmo,pero los demás... ouf. Hoy necesito un desatascador de arterias.
Tu te has propuesto aligerar la carga del sistema de pensiones canadiense verdad? Como le das una bomba colesterolica como esa a un jubilado!!!
Pero era un jubilado chino, esbeltísimo, sanote... y lo contento que se puso.
Y ya que estamos... tù eras màs de Bony, Tigretòn, o Bucanero?
Porque si de algo estoy segura, es que de Pantera Rosa no eras.
Curiosidad existencial que me corroe, oyes.
Otro beso.
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