martes, 24 de marzo de 2009

Nos vamos de chóping (II)


Andaba yo de buena mañana intentando resolverme a empezar a revolucionar el mundo de la lingüística -al menos la porción correspondiente a esa mañana-, pero en realidad leyendo discretamente el periódico entre entrada estadística y entrada estadística (ya habrá algún lector avezado preguntándose qué demonios tiene que ver la estadística con la lingüística; y bien, yo tampoco tengo mucha idea, por eso me va como me va...), cuando el cartero, que últimamente vuelve a mirarme con indulgencia -no plenaria, pero casi- cuando me da los paquetes, (espera a que llegue el verano y prospere la maleza en el parterre, ya verás cómo la indulgencia desaparece), sube ruidosamente los escalones de la entrada.

Alertada por el ruido, levanto la cabeza de la versión electrónica del "Hola" (bueno, vale, no sólo leo el periódico, pero es que ya llevo un par de infantas de retraso y me siento fatal, desconectadísima de la madre patria), y observo por la ventana al cartero, que cuidadosamente se pone el paquete bajo el brazo, y estira la manga del uniforme hasta cubrirse la mano con ella. Llama a la puerta con tres golpes.

El hecho de que el cartero, quebequés acostumbrado al agua corriente y a la electricidad, y a los timbres eléctricos, llame a mi puerta con los nudillos, se debe a un antiguo y molesto hábito del timbre de esta barraquita montrealesa: cada quince días se escacharra. Soy estudiante, y por el momento no hay pasta para gastarla en futilidades como un timbre. Cuando vuelva al trabajo, me compraré una réplica del Big Ben.

Nuestro cartero, que ya es un tío curtido y un veterano y sabe lidiar con nuestras marmotas irritables, malezas cubriendo los escalones y timbres inútiles, se cubre la mano para tocar nuestra puerta. Este detalle no se me escapa. Tras abrir la puerta y recoger el paquete, miro alejarse al señor cartero y observo la puerta. Una simple ojeada a la puerta me revela lo que mi subconsciente no ha querido que vea durante más de dos años: nuestra puerta está podrida. No sólo eso, hace ya mucho que la cerradura sirve tan sólo como complemento, como mera decoración (he olvidado las llaves más de una vez, y he logrado girar el tambor y abrir con un cortauñas). Para daros una idea de lo segura que es la ciudad de Montreal.

Ese mismo día, más tarde, cuando monsieur M., el zen de la casa, llega del trabajo y se calza las Birckenstock con calcetines, le anuncio a bocajarro (ni siquiera le dejo entrar a la cocina):

Esposa Infame (Yo): -"Hola, mon beau bûcheron. No sé si tu ojo de lince lo ha notado, pero la puerta de la entrada está podrida. Terminada. Finie. Kaputt. " Yo soy así. Lo malo lo suelto inmediatamente, en cuanto entra por la puerta del hogar, ese remanso de paz, sin darle tiempo para respirar.

-"La próxima vez que el cartero la toque, se caerá en una nube de serrín en descomposición." "No he tenido tiempo de hacer nada para cenar, revolucionar el mundo de la lingüística cuesta, y aquí es donde vamos a empezar a pagar. Con algo congelado."
"Tu madre ha llamado y me ha pedido que te diga que eres un hijo ingrato, que no quiere volver a saber nada de tí, que te ha desheredado, que no vas nunca a verla, que claro, total, ella sólo es una anciana enferma y sola a la que sólo le queda esperar a la muerte, y que le lleves sin falta una botellita de tinto cuando vayas esta tarde, porque lo que les sirven en la residencia es una porquería."
"La contable dice que si este año le damos los recibos para la declaración amontonados en una caja de zapatos como el año pasado, los impuestos nos los va a hacer nuestra abuela. Que se los demos ordenados o que no la llamemos nunca más." "La ducha se ha ido otra vez al garete, y además no traga," "¿Has tenido un buen día, chéri?"

Monsieur M. suspira.

Un par de días más tarde, estoy de nuevo delante del ordenador rellenando tableros absurdos, cuando monsieur M. entra por la puerta media hora antes de su llegada habitual y me dice:

Monsieur M.: -"Vístete, mon petit chardon. Nos vamos de compras."

Esposa Infame (los ojos enrojecidos y las lentillas secas y pegadas a las córneas, los pelos aún como los de María Von Trapp en su época de novicia, vestida de un chándal lleno de pelo de gato porque Julieta y Alfonso se turnan sobre mis rodillas mientras trabajo): -"¿Euh?"

Si monsieur M. me hubiera propuesto irnos a California en furgoneta y gastarnos su fondo de pensión en un mega trip de ácido, me hubiera parecido más propio de él. Y es que mi quebequés de marido es grande, es zen, ha eliminado el apego y, por consiguiente, prefiere que le arranquen las uñas de los pies con unas tenazas antes que ir de compras.

Monsieur M. con irritante jovialidad, según su costumbre: -"Hace un día espléndido. Vayamos de chóping, femme de rêve."

Esposa Infame, mirando la cantidad de pelo felino pegado a la sudadera con el eslogan "Linguists have more phone": -"¿Y qué vamos a comprar en este día espléndido?"

Monsieur M., con la gran sonrisa de quien anuncia una supersorpresa : -"Nos vamos a mirar puertas. Acaban de anunciar en la radio que cualquier compra de material para renovación de una propiedad va a desgravar un montón para los impuestos. Es el momento."

Genial. Exactamente el tipo de tarde de compras por el que suspira cualquier chica.

Esposa Infame, levantándose con escaso entusiasmo. -"Puertas. Súper. Corro a ponerme los tacones."

Monsieur M.: -"He mirado el termómetro, y tenemos dos gradazos. Vayamos a pie, un paseo primaveral."

Esposa Infame, abriendo el armario, pensando en el camino siniestro de pabellones industriales que lleva hasta el centro de bricolaje. Decido ponerme las botas de monte, la puntera no es de acero, pero si hay que defenderse puede servir. -"Dos grados. Wow. Definitivamente, saco las bermudas."

Monsieur M., ignorando mi sarcasmo: -"Y ya que vamos de compras, estoy incluso dispuesto a tomar el tiempo de mirar un timbre."

Esposa Infame: -"No sé si podré soportar tanto esparcimiento y frivolidad."

Monsieur M., los ojos brillantes, hablando consigo mismo, buscando en un cajón: -"... ya que estamos, han salido unas brocas que... ¿dónde dejé el catálogo?"
A ver, si esto no es amor, no sé lo que es.

9 comentarios:

The Intercultural Kitchen dijo...

Jajajaja, si ya sabía yo que en el fondo a todos los hombres les gusta ir de compras... a su manera.
PD : mi timbre también está roto, ¡desde hace cinco años!

La Lupe dijo...

Ya me imagino, mirando puertas. "¿Y ésta la tendrás en color cereza? ¿Una 40?" "No, no, me parece que sólo hasta la 38, y el color... espera que lo voy a mirar al almacén". "Pues el hueco no creo que se pueda apuntar a spinning". "Mira, el cereza se acabó, era una edición especial para Navidad, con los apliques en plateado; pero tengo un burdeos que se le parece un poco... bueno, de noche... en la ventisca..."

Anónimo dijo...

Porrrrrfavooorrrrrrrrr....queremos una "afoto" de la puerta nueva cuando este relucientemente recien colocada!! jo! las puertas montrealesas que pusiste hace tiempo son tannnnn bonitas...
Por que doy por cierto que habeis salido de chopig en este bonito día de primavera, no?
Besos miles
Maite

Anónimo dijo...

Huy!!! Veo que los maridos francófonos son todos iguales. Al mío lo tengo que rescatar de la tienda de bricolage. Un día iba a por un par de tornillos y a mí me dió tiempo de hacer la compra del mes, meterla en el coche e ir a buscarlo a la sección de tornillería (seguía mirando los tornillos, aggg!!!)
Por cierto, mi timbre tampoco funciona, pero es que el gabacho lo pintó por encima y se quedó pegado...

natalika dijo...

Juas juas... Pero: ¡Si las supermacro-tiendas de bricolaje son geniales! Un mundo nuevo infinito lleno de cosas sobre cuya existencia una casi nunca tiene conocimiento...

Yo ahora estoy de obras (algo que odio infinitamente, casi tanto como estar de mudanza) y lo único que me está salvando estos días el humor es meterme al hiper-brico e indagar todos esos extraños tipos de tornillos tuercas y materiales raros para cosas raras...

Además, no quejarse: ¿Tú no tienes timbre? Yo no tengo inodoro... 8-0

The Intercultural Kitchen dijo...

Natalika me ha hecho acordarme de una cosa (y es que a mí en el fondo me gustan mucho las supertiendas de bricolaje), porque dan para mucho, como por ejemplo, para comprarse "aros de emplatar" que ya quisiera el Ferrán Adrià para sí, por un par de eurillos de na (sección tuberías).

Ginebra dijo...

Si no me encargara yo de traérsela (y de cambiarla después, quéajcomásgrande), JB compraría la ropa por catálogo. En cambio se puede pasar horas en una tienda de ésas de bricolage. La última vez se trajo una taladradora. Vale, no está mal una taladradora, pero es que ya tenía dos. Y luego me ve que tengo ....cientos pares de zapatos y se extraña.

Esperanza dijo...

¡Qué envidia me das! Sí, sí. Pero no por lo de ir de compras, aunque me encantan las tiendas de bricolage, tengo que decirlo. Yo soy de las que se lanzan a taladrar y a serrar sin ningún temor. Prefiero eso a barrer, la verdad.
La envidia es por lo de tener una puerta podrida que se abre con un empujón, y estar tranquila.
Yo vivo en un piso, doy cuatro vueltas a la llave todas las noches e incluso de día, cuando no está el pater familia, doy dos, si oigo algún ruido sospechoso en el descansillo. Es un sin vivir. Y eso que mi barrio es seguro. Ja!
Esperanza.

Arantza dijo...

Noema: es verdad, el consumismo no tiene sexo. Lo único que cambian son los objetos de deseo.

Lupe: pues más o menos fue así. Yo, de la calidad del aislante no puedo juzgar mucho, me baso en lo que me expliquen el señor/a de la tienda y monsieur M., (hay dos lugares en el planeta que me hacen sentir una auténtica retrasada: el garaje, cuando el mecánico me explica por qué me va a clavar una fortuna, y el centro de bricolaje). Así que me pongo a elegir colores, y cristales, y picaportes, y a preguntar ¿no tiene el mismo en latón mate?. Jjrumpf. I'm such a girl, sometimes...

Maite: mis docuficciones siempre tienen una parte de realidad (de ahí el "docu"), efectivamente, fuimos a elegir una puerta. Ahora andamos con ventanas (monsieur M. se ha engorilado, me temo). Así que aún no hay nada instalado, andamos haciendo cuentas. Pero mostraré fotos, si se tercia. porque la puerta por colorida, será colorida. No prometo hacer lo mismo si me voy a comprar lencería.

María: yo hago lo mismo. Nos dividimos en comandos, y él se va a babear y a excitarse con las sierras mecánicas, mientras yo me voy al super, o a echar una ojeada a Winners (ropita y ¡slurrp! material de cocina de liquidación).

Noema : Al fin y al cabo, la cacharrería y los gadgets de cocina son otra especie de ferretería. No somos tan diferentes.

Natalika: yo ya he pasado por lo de renovar (y construir uno partiendo de cero) cuartos de baño. No te pido sórdidos detalles, los conozco.

Gin: veo que el cromosoma Y produce afinidades entre todos los varones del planeta. Las colegas de trabajo de monsieur M., cuando le ven una camisa que les gusta, le preguntan: "¿dónde la ha comprado tu mujer?". Y él YA compra ropa por catálogo:

http://www.mec.ca/Main/home.jsp?bmLocale=fr_CA&bmUID=1238081804041

Esperanza: mujer, deja de leer la sección "Sucesos" en el periódico. Que te vas a producir una enfermedad. Y es que vivir con miedo es agotador.