Cuando vi en el blog de Cris -blog que es un auténtico "postre visual" y os recomiendo ir a ver si no lo habéis visitado todavía- su receta de tejas para los Daring Bakers de este mes, una vez más me dejé llevar por la tentación.
Las pasadas Navidades había visto esta recetilla de Martha, esa diosa doméstica fría y patológicamente perfecta, que me apetecía probar (la receta, no a Martha, Martha es bastante poco incitadora a la lujuria). Pero al final no lo hice porque anduve ocupada en otras cosillas y, lo reconozco, las tejas me evocan un je-ne-sais-quoi de postre de solterona, de galleta de viejecita rancia, de ésas que tienen tapetes de ganchillo sobre la tele y fundas de encaje para cubrir los rollos de papel higiénico en el cuarto de baño. Estoy segura de que alguna vez he debido de visitar a alguna que debió de ofrecerme tejas, cuidadosamente guardadas en una caja de latón, y la asociación se me tatuó en el inconsciente para siempre jamás.
Por eso las perlas de la foto, esto se cocina con ristra de perlas al cuello y moño estilo Grace Kelly (en mi caso, he tenido que conformarme con perlas falsas y peinarme el pelo con raya a un lado, bien formalito).
Debe de ser porque ando cansada y estresada, el toque ligeramente anticuado de la receta me apetecía mucho hoy, y como a causa de ese estrés he estado muy perra esta semana con monsieur M., me he dicho que iba a intentar compensar mi humor lamentable con ofrendas de paz. Y es que monsieur M. es un loco de los barquillos, en cualquiera de sus formas y manifestaciones. Es una de esas aficiones que tiene que encuentro conmovedoras, como sus libros de autoayuda para encontrar su lado sensible y femenino (enterrado en las profundidades de ese cuerpo de bigfoot), lo de que le guste planchar a pecho descubierto o el que aún guarde la colección entera de tebeos de Gastón Lagaffe, y que de vez en cuando la relea.
La receta de doña Marta Estuardo de "tejas de encaje al limón" es una de esas recetas que cuando la lees te dices: -"Ey, simple". Pocos ingredientes, aparentemente pocas complicaciones. Atención: aquí es cuando dejamos a un lado la hilera de perlas y el lenguaje de este post empieza a deteriorarse. Y una mierda, fácil. Citando a Julia Child: "simple, no es necesariamente fácil".
La mezcla de la masa en sí no tiene ningún misterio, el problema es para darles la forma. Martha dice en su receta: "dejar reposar un minuto antes de empezar a darles forma". Martha tiene razón, maldita sea. Para darles la forma cilíndrica enrollándolas en torno al mango de una cuchara de madera, si la masa está demasiado caliente, aparte de romperse (porque es finísima y llena de calados que son lo que dan a las tejas ese aspecto como de un jodío encaje de bolillos, con perdón), te quemas los dedos como una oligofrénica, y no mantienen la forma. La forma de teja clásica es más fácil de conseguir: mientras te quemas y blasfemas sonoramente, buscas frenéticamente el rodillo de amasar -o una botella- y lanzas la masa encima, dejándola enfriar.
Es lo que tiene esta masa de las tuiles: un punto de temperatura muy exacto para trabajarla. En cuanto al horneado, no perdona, ni permite el multitasking: he tenido la malísima idea de hornear una segunda tanda mientras daba forma a la primera. No lo hagáis en vuestras casas. Mientras luchaba por hacer malditos canutillos para impedir que mi hombre me pida el divorcio (patético, lo sé), la masa ha pasado de un tono blanco paliducho a carbonizado en menos de un minuto (lo juro, tenía un minutero en marcha, he apartado la vista un momento y... ¡zas! La segunda bandeja quemada).
A pesar de que no haya conseguido un término medio -me han salido o muy pálidas o muy quemadas-, ricas, lo que se dice ricas, lo están. Con un perfume muy pronunciado de limón. Crujientes y ligeras. No como yo, que cuando he terminado de hacerlas me sentía todo menos ligera. Tenía la cara y el pelo pegajosos de azúcar, manchas grasas de mantequilla en todos los pomos de todas las puertas, las yemas de los dedos abrasadas y he tenido que hacer acrobacias para quitarle la pila al detector de humo, que se ha disparado cuando he carbonizado la segunda tanda.
Hay días así, en los que las deidades reposteras no están de nuestra parte. Según monsieur M., en su comentario sexista preferido, esos días siempre tienen la tendencia a ocurrir en el mismo momento de cada mes.
En fin, echadles un vistazo, porque son fotogénicas, las puñeteras. Y porque no las voy a volver a hacer en mi vida.
8 comentarios:
¡Tienen un pinta estupenda! Pero creo que voy a por una caja de tejas y cigarrillos de Tolosa.
Saludos
Ya me parecía a mí que fáciles no eran.
Es que cuando comenzais con el proyecto entre todas me poneis los dientes largos.
¡Muy buena pinta!
Conchi
Uyyy!,pero qué cosa tan delicada y deliciosa, me gusta más esta receta que la que os pasaron.Y además esa textura de encaje casi traslúcida,las has bordado Arantza, me voy a animar un día de estos. Es verdad que los de Santa Martha siempre es tentador pero nunca termina siendo fácil.Monsieur Big Foot estará contentísimo.Tienen pinta de galleta ofrecda por una yaya en plana "yo soy la verdadera Anastasia", o algo parecido, no?.
Un beso
Me matas de hambre y de ganas de cosas suaves y crujientes, mala mujer. Me voy a la cocina. A falta de perlas y glamour, habrá chocolate o algo...
Ah, y voy a pedir que mi horno sea declarado área catastrófica. Qué depresión.
María: Haces bien. En su última visita, mi Santa Madre me trajo -entre otras cosas- una caja de esas tejas y cigarrillos. Duraron muy poco en nuestra despensa, pero largo tiempo en nuestra memoria. Mucho, mucho mejores que estas tejas mías, en mi opinión. Tienen un aspecto más proletario,menos "fancy", pero un sabor a almendra y una textura crujiente...mmmm. Ya estoy, babeando y a miles de kilómetros de Tolosa. "Merde".
Conchi: me he pasado por tu blog, y me ha parecido muy interesante ese tour que nos das por Helsinki. Fíjate que yo sabía que tenía un lector en esa ciudad, pero pensaba que era un amigo que vive allí desde hace muchos años (pensaba que no habría muchos españoles pululando por Finlandia), y resulta que sí, que hay otros... Tengo una gran curiosidad por saber cómo se vive en otros países nórdicos, así que ya tienes otra lectora. Bienvenida a esta cocina, sigue pasándote cuando quieras. Y ánimo, que una se acostumbra al invierno (es que en tu blog suenas un poco decaídilla, no sé, es una impresión...). Lo del "transplantarse" es duro al principio, pero luego se vuelve más fácil.
Cris: has pillado el punto del post, ji, ji, ji, "lace & pearls"... Al final me animé a apuntarme a los "Daring Bakers", por aquello de mi pasión repostera, pero cuando he visto lo exigentes que son, con tanta obligación y control, me ha dado para atrás, francamente, no creo que dure mucho... que esto es un pasatiempo, caray. Si es que hay gente que se lo toma más en serio... Un saludo.
Lupe: si quieres, yo empiezo una colecta en el blog por una buena causa: "Compremos un horno a Lupe". Yo te mandaría uno, pero soy estudiante, el voltaje aquí no es el mismo, y como que no tengo un sobre acolchado lo bastante grande...
Si es nuevo... Es que no nos entendemos. Hay una falta de sintonía tan grande entre nosotros... Y me da nosequé ir comprando un horno tras otro hasta dar con el horno perfecto, ¿sabes? Que imagínate que no existe o algo...
Pues por las fotos nadie se imaginaría la que has armado en la cocina, pobre.
La verdad es que te han quedado muy bonitas, y antes de leer el texto pensé, '¡Tejas! esto lo tengo que probar', pero creo que esperaré a volver a Gipuzkoa y darme un paseíto por Tolosa...
Lupe: claro, y tampoco es cuestión de comprarte un horno y así, recién estrenado, ponerte a pensar que puede cambiar... los hornos hay que aceptarlos tal y como son. Con sus limitaciones.
Ka: pásate por Tolosa y no sufras, no vale la pena.
Publicar un comentario