Guarradillas japonesas.

Guarradilla tailandesa (?) con nombre irrepetible. Pastel de arroz relleno de judías verdes ( o alubias, para los vascos. Sí, sí, alubias en un dulce). El exterior blanco semejaba mucho a un polvorón.
Un templo de la construcción y de la reforma, une cour à bois, culto mayoritario en Québec, cuyos fieles practican sobre todo en primavera y verano. Con tótem y pick-up incluídos.
...Y una cola de fieles que esperan pacientemente para poder comerse su sandwich de smoked meat en Schwartz's.
Durian, las minas antipersonales del mundo frutal. Apestan, pero deben de ser deliciosos. O eso me dijo una amiga malaya, para la que eran tan comunes como las peras. El olorcillo que despiden, como de fondo de cesto de la colada, hace que los quebequeses de rasgos occidentales que se pasean por las aceras no los compren jamás. Este verano, cuando estén en temporada, (y que pueda abrir la ventana mientras lo pelo), me lanzo. Y os lo cuento.
No sé si existen todavía, pero el caso es que ayer me lancé al primer depanneur (tienda de la esquina versión Québec, igual que las corner shop inglesas, sólo que aquí el propietario es invariablemente camboyano o vietnamita, y habla muy poco francés), y me compré todo un muestrario.
Sabe bastante a vainilla, casi me calmó la nostalgia. Interesados: de venta en el depanneur del metro McGill, centro Eaton. A vuestra cuenta y riesgo.
Pasamos al lado castizo y populachero, el francófono (no en general, susceptibles, sólo en lo tocante a estos pasteles).
Incapaz de terminarlo, se lo pasé a un jubilado, que lo recibió con gran alborozo.
Otro enigma : ¿Animal? ¿vegetal? Misterio chino. Se vende en la sección "marinados a granel". Normalmente soy intrépida, pero con esto no me he atrevido.
El de destino, como todas las buenas relaciones, tiene ese perfume un poco temporal, al fin y al cabo, si hemos emigrado allí, podríamos desplazarnos a otro sitio. Nos sentimos ambulantes, el desarraigo tiene esas ventajas, se aprende a vivir con raíces aéreas y móviles. Eso le fuerza a conquistarte un poco todos los días, a no darte por descontado, a seguir seduciéndote, a traerte sus flores, como ocurre en las buenas relaciones.
El país que extraño ya no existe, y en el país en el que yo existo, siempre seré un poco extraña. La única vuelta atrás posible, en caso de nostalgia, es la vuelta adelante.
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Uno de mis cómics favoritos, que adopté inmediatamente al llegar a Canadá : "For better or for worse". Es muy canadian, la autora es una ontariense. No siempre es gracioso, como la vida misma. Os recomiendo empezar a leerlo por los archivos.
http://www.fborfw.com/strip_fix/
Una vez cocidos, un hilito de aceite de oliva, un poco de parmesano rallado, más salvia, y unas gotas de limón. En cocina, como en muchas otras cosas, nada supera a la simplicidad.
A riesgo de aburrir a los que conocen un poco el té, me explico: en un principio, todos los tés son verdes, todos vienen de la misma planta (con diferentes variedades), la Camelia Sinensis. Los tés derivan en algo diferente según la manera en la que se trabajen las hojas.
La leyenda cuenta que al final del siglo XVII, un cargamento de té verde que venía de China llegó a Londres tras una travesía especialmente larga. Durante el viaje, las cajas de té habían enmohecido y el té había pasado del color verde al negro. Los ingleses, poco entendidos, lo probaron y lo adoptaron inmediatamente. Este fue el nacimiento de la "nice cup of tea" al estilo inglés.
Los tés negros, o fermentados, los que se consumen más en Europa, como los clásicos británicos, se obtienen en varias etapas:
- Marchitamiento (no me he inventado esta palabra, ¡lo juro!), en la que se deja que las hojas de té se marchiten al sol durante algunas horas y después se dejan enfriar a la sombra. La fermentación u oxidación comienza.
- Enrollado. La forma de enrollar las hojas influye en el sabor (cuanto más apretadas, más fuerte será el té). En el caso del té negro, el enrollado es diferente del té verde, no se trata de dar forma a la hoja, sino de romper sus células para facilitar las reacciones enzimáticas de la fermentación.
-Fermentación. Las hojas fermentan en una sala cálida y extremadamente húmeda, pero bien aireada, de una a tres horas.
Los tés verdes se producen en solamente tres etapas :
- Torrefacción. Ya la he explicado, los tés japoneses utilizan un método al vapor.
Los tés semi-fermentados, como los de la familia Oolong, se elaboran en cuatro etapas, tres de las cuales funcionan exactamente como en los otros tés : marchitamiento, sudación - la etapa característica de este tipo de té-, torrefacción y enrollado.
-La sudación consiste en aplicar una presión sobre las hojas, que reposan en una cámara húmeda (un poco menos que la cámara de fermentación) y cálida. Esta presión permite que los aromas del té se realcen y que una ligera fermentación comience.
Estos tés son por consiguiente fermentados, pero ligeramente. De ahí el color verde más oscuro (comparad la foto con la del té genmaicha). Los chinos los llaman tés azul-verdosos. El contenido en teína es muy reducido, así que son ideales para tomar por la tarde o por la noche. También son digestivos, tienen la reputación de ayudar a digerir las grasas. Hace tiempo tuve una compañera de trabajo china que afirmaba que el secreto de los chinos para no engordar era la gran cantidad de té verde que consumían. Es una idea. Aunque probablemente si uno se atiborra a alubias con chorizo y costilla continuamente, lo del té no funcione demasiado bien.
El color de los tés Oolong es generalmente más ambarino y su sabor es más profundo que el de los tés verdes, más amaderado, menos amargo, menos vegetal. Es un sabor de equilibrio.
Ya que es difícil de alcanzar en todo lo demás, hay que probarlo al menos en el té.
Y el postre, qué decir del postre... dejo que la foto hable por sí misma. Torta caprese, con coulis de framboises.
A ver si termina el invierno, porque para entrar en los pantalones de nieve me voy a tener que untar de vaselina.
Éste es uno de los tés que preferimos en casa , infusado en la tetera que más me gusta, de hierro fundido, típicamente japonesa, mi tetera matsuba. El té genmaicha (la sílaba final, cha, quiere decir té), con el sobrenombre simpático de té popcorn, es un té verde japonés clásico, mezclado con arroz tostado y eso que parecen palomitas es en realidad sorgo o cebada, aunque últimamente también suele ser maíz. Personalmente, prefiero los tés verdes chinos a los japoneses, un poco amargos y con un sabor demasiado "vegetal"para mi gusto. Aunque depende del momento. El momento siempre dicta el tipo de té. (Proverbio mío :-) Lo que me gusta del genmaicha es que el arroz tostado y el popcorn le dan una nota de dulzor que contrarresta el sabor amargo.
El té es una de esas cosas que se aprende a apreciar, para las que es necesario educar un poco el gusto. Sobre todo porque en países como España, no forma parte de nuestra cultura, que es "cafetera". Hay que probar mucho y de clases y calidades diferentes, para empezar a diferenciarlo. Lo primero, es aprender a prepararlo correctamente. No es esnobismo, preparar mal un té verde cambia completamente su sabor y lo convierte en una tortura amarga intragable. Olvidar las bolsitas cuando es posible -té en casa- también es importante. Con el tiempo, uno se da cuenta de que el té en bolsita sabe principalmente a la celulosa de la que está hecha la bolsita. Por supuesto, las bolsitas son un salvavidas para el "teófilo" al que le gusta tomarse un tecito en el trabajo... o de cámping :-)
En realidad, nada relacionado con esta bebida debería tener un relente esnob, yo la veo como la bebida más proletaria y popular que existe.
Y tomar una taza de té verde es lo único zen que he sido capaz de practicar con sincero entusiasmo. La meditación es más fácil cuando se practica con galletitas. And a nice cuppa.