miércoles, 4 de junio de 2008

El meme del mal II: un poco más maléfico

(Imagen de Ed Polish & Darren Wotz)

Leyendo mi contribución al meme del mal que me envió Vega, me he dado cuenta de que no había entendido muy bien el espíritu maléfico de la cosa, especialmente en las seis cosas que me gusta hacer. Esta mañana me he levantado de una mala gaita bastante particular, así que me permito una sequel y añado 6 perversidades que me gusta hacer. Grrrrrr.

1. Como trabajo mucho en casa, me fastidia sobremanera el telemárketing. Cuando suena el teléfono y el número no está identificado, pienso que puede ser el móvil de monsieur M., que, por alguna razón desconocida, es anónimo. Descuelgo, y descubro que soy la afortunada ganadora de una batidora / un móvil / unas vacaciones en Cayo Coco / una tarjeta de crédito con crédito ilimitado, previa visita a una sesión de información… cuando intento ser educada y no colgar en las narices del vendedor, que a fin de cuentas está intentando ganarse las alubias, la cosa puede ponerse seriamente irritante. Así que con el tiempo he descubierto que siempre hay un vacío de unos segundos en esas llamadas, producido por la centralita que llama automáticamente y el vendedor que tarda un lapso de tiempo en ver que alguien ha descolgado. Ese lapso de tiempo es todo lo que necesito para colgar –con placer malsano- sin tener que soportar la llamada. Monsieur M. sabe que ahora tras mi:
- Allô? hay que ser rápido, porque tengo la colgada más rápida a este lado del Mississipi.

2. Otro placer malsano: cuando me enfrento a una situación (cena formal, invitación a boda / grupo de personas desconocidas sin nada en común vestidas con ropa de domingo), siento un placer perverso en soltar inconveniencias –dosificadas, que si no nadie me invitaría a nada nunca más-, y ejercer de agitadora de la mesa en la que me hayan colocado. Normalmente no ofendo a nadie y me lo paso muy bien, aunque alguna vez he creado alguna situación incómoda…

Ejemplo: cumpleaños de esposa de **** (digamos que tenemos que ir ligeramente a la fuerza). Mega-cena (50 personas) en restaurante chic. La esposa en cuestión es psicóloga y ha invitado a una pila de amigos psicólogos. El espíritu de la velada es tan petardo, que decide sentarnos a monsieur M. y a mí en la mesa de los psicólogos porque:
a) soy la única “importada” y eso siempre queda exótico
b) nosotros también tenemos estudios y eso siempre hace que la anfitriona quede bien ante los colegas (uno se codea con gente ilustrada, y encima, EUROPEA. Oysh.)
Ante tal situación y rebelándome ante la idea de ejercer de folleto turístico viviente durante toda la cena, cuando nos sentamos (llegamos de los últimos) en el sofá (porque el resto es tan chic que un lado de las mesas no tiene sillas, sino opulentos sofás de terciopelo rojo) y nos presentamos, al descubrir que estoy rodeada de “psis”, lo primero que se me escapa es: -“Uy, rodeada de tanto psicólogo casi me dan ganas de tumbarme en el sofá, más que de sentarme”. Silencio. Ligero malestar ambiental. Monsieur M. que intenta no reírse disimulando con un carraspeo.

3. En la misma línea inconveniente, tengo la broma compulsiva en situaciones incómodas. Ejemplo supremo de situación incómoda: citología anual, consulta del ginecólogo, pies en estribos (fríos) y espéculo (aún más frío, las señoras ya saben de qué hablo). En lugar de mirar formalita al techo agrietado de la consulta mientras la cosa termina, a la pregunta cortés y profesional (y un tanto idiota) del doctor: -“¿Está usted cómoda así?” se me escapa un –“¡Je! Estoy tan cómoda que casi me dan ganas de pedir un café con leche y un croissant.” Mirada perpleja de mi doctor, un vietnamita educadísimo. Risotada de la enfermera.

4. No me gusta conducir, nunca me ha gustado. Cuando me veo obligada a hacerlo, conduzco como una abuela (bueno, en autopista no). Digamos que conduzco al límite de velocidad exactamente, algo que NADIE hace. Cuando hay uno de esos conductores agresivos que pita porque has tardado un segundo en arrancar cuando la luz se pone verde, y que se te pega tanto que casi puede darte un beso en la nuca, y al que ves gesticular e insultarte a través del retrovisor, siento un placer enfermizo en conducir traaaaanquilamenteeee (digamos que respeto AÚN más los límites de velocidad) y en esperar a que la luz del semáforo se ponga naranja (cuando todos los carriles están ocupados) y arrancar en el último minuto, dejándole plantado.

5. Cuando veo en el metro una embarazada, o un viejo (sin diminutivo, qué demonios), y hay uno de esos monstruos del averno sentado (léase adolescente, sentado como si fuera un invertebrado con el Ipod a toda castaña, que mira al viejo / embarazada en cuestión como si fuera un curioso espécimen), siento un escalofrío perverso cuando le toco en el hombro y le digo que –“Madame / Monsieur van a estarle muy agradecidos de que un joven tan encantador les ceda el asiento amablemente”, con una gran sonrisa de vendedor de coches pegada a la cara.

6. Me gusta correr tras el guarro / guarra que ha tirado el envoltorio / periódico gratuito / vaso de café vacío alegremente al suelo y decirles muy preocupada que “uf, menos mal que me he dado cuenta de que se le “había caído” esto”. Hasta me dan las gracias.

10 comentarios:

Marona dijo...

Vale, creo que me has ganado en lo de maligna... jajajaja... mijita, cómo me río contigo... aish...

con Ka dijo...

¡Jaaa! Gracias Arantza, me has alegrado el día.
Qué bueno, fíjate que siempre he querido hacer lo descrito en el punto 6 con los que tiran la colilla del cigarro en cualquier sitio, pero tendría que ir todo el día con unas pinzas en el bolso...

Jo, la maligna Marona me ha pasado este meme, pero creo que soy demasiado buena... a ver qué se me ocurre ;)

The Intercultural Kitchen dijo...

Jo, chica, apenas consigo seguir el ritmo dejando algún comentarillo por tu cocina y tú ya me pones un meme malo II... y yo aún dándole vueltas al mío (y apuntando en libretilla de las antiguas lo poco que se me ocurre)! Menudo marrón ;-P (pero me hace ilusión). En fin, algún día te la devolveré... JAjaJAja (léase como risa maléfica)!

Arantza dijo...

Marona y Ka: debo ser una payasa vocacional, porque me encanta que la gente se ría con mis tonterías... Marona, maligna, ya, y un cuerno, lo de la bragueta abierta inadvertida es muy pero que muy malvado, especialmente cuando el afectado es profe y va a enfrentarse a una clase. Ka: suéltate la melena, recuerda que la gente buena va al cielo, pero la mala a sitios mucho más interesantes.

Arantza dijo...

Noema: que me devuelvas un meme, ni tan mal, lo que más me haría sufrir sería que me hicieras pasar el aspirador por tu casa o fregarte una pila de cacharros, o leerme tosas las "Atalayas" atrasadas que andan por el baño... y escribirte un resumen de los artículos en 150 palabras. ESO sería malvado. JA, JA, JA!!! VIva el mal! Viva el capital!

Sara dijo...

Pobres adolescentes Canadienses...

Lo de los psicologos me ha encantado. Pero me parecen más maligno el "cuerpo de psicologos" por no reírse con la broma. No pierdas ese sentido del humor.

a n i s h i dijo...

Malignísima por doble, falta hace ese sentido del humor para reirnos de más de cuatro cosas. Un día voy a poner en práctica esta actitud, a soltarme la melena como dices, a ver si disfruto.
Un beso.
Ana

Arantza dijo...

Sara: malignísima, esa liga de psicólogos, oyes. Para mí que la cena era una excusa y se habían reunido para planear cómo controlar el mundo, menos mal que llegué yo y les entorpecí un poco los planes. Qué dura es la vida de superhéroe.

Ana: bueno, si ahora no te sientes con ganas de soltarte la melena tienes una buena excusa (humor de quimio, esper que no te moleste
;-). Pero siempre puedes leer algo que te haga reír (tengo una buena sugerencia preparada, dentro de unos días la publico), la risa es antiinflamatoria, supervitamina y remineraliza. Y si no, al menos te lo pasas bomba mientras dura.

liuia drusilla dijo...

Jajaja, qué maravilla, me encantado el punto 6.
Bueno, me han encantado todos. Me has hecho recordar otro de los grandes placeres de la vida: saludar cada vez más descaradamente a los maleducados que nunca contestan a los buenos días -mi sonrisa y mi sorna crecen cada vez que me encuentro gente así, jajaja.

Arantza dijo...

Liuia: hace tiempo trabajé en una escuela donde los profesores no saludaban jamás cuando alguien entraba en la sala de profes (curioso para gente que se supone tiene que poner énfasis en los buenos modales para dar ejemplo a los chavales). Empecé a exagerar la nota, y acabé dando los buenos días casi a gritos, con una especie de gesto con la mano estilo "papamóvil". Estoy segura de que aún comentan cómo perdí el juicio mientras trabajaba allí.