Mensaje encontrado a mi llegada a casa, a las seis y media de la tarde. Garabateado en un gran post-it, y pegado en mi puerta por un miembro de la horda de obreros que está rehaciendo las podridísimas escaleras exteriores de esta barraca montrealesa (en francés, en el original):
"Ma petite madame (no sé qué tienen estos fornidos trabajadores, que a través de su filtro nublado por la testosterona y el paternalismo me ven pequeña y necesitan decírmelo a toda costa):
Mañana hacia las siete llega la hormigonera que rellenará de cemento los cimientos para la nueva escalera. Aprovecharemos para rellenar ese agujero enorme justo al lado de la columna que sostiene la estructura, parece ser una madriguera de marmota, y por el tamaño, hace ya años que está instalada. Eso le evitará futuros daños al parterre y al sistema de tuberías. Por favor, mueva el coche para dejar sitio a la hormigonera.
Atentamente,
Yves"
Releo la nota y me quedo pensativa mirando al vacío, en uno de esos momentos de ausencia que tanto inquietan y relajan a monsieur M., mi legítimo reposo, digo esposo. Lo inquietan, más que nada porque suelen dar lugar a esas grandes ideas que hacen que terminemos en el centro de bricolaje gastando dinero en algún proyecto absurdo que va a tener que llevar a cabo él, con sus manitas; y lo relajan porque, a diferencia de monsieur M., yo no he pasado vacaciones en monasterios budistas en "retiro de silencio". Y a la larga, mi exuberante y brillante conversación lo mina un poco, zen que es él.
Presa de un impulso, corro a la impresora y fotocopio la nota. Con un bolígrafo, garrapateo rápidamente en la parte inferior de la nota fotocopiada : "Lo siento. De verdad." La meto en un sobre, lo cierro, escribo en él "Doña Marmota" con una fuerte impresión de que mi desequilibrio mental habitual está ganando tranquilamente la partida, salgo al parterre, enrollo el sobre y lo meto en el agujero. Miro a derecha e izquierda, saludo a mi pasmado vecino, propietario de variados gnomos de jardín, que riega maniacamente el césped como todas las tardes a esta hora, aunque llevemos un verano que parece la estación del monzón (¿estará plantándose un arrozal?), y entro de nuevo en casa en dos zancadas.
A la mañana siguiente, el ruido de la hormigonera haciendo marcha atrás para aparcar delante de casa hace que salga a la puerta a mirar, café en mano, intentando aplastar el ángulo imposible en el que se alza el lado izquierdo de mi cabellera recién levantada. Abro la puerta de nuestro palacete en ruinas, y encuentro un sobre de color malva, atrapado entre el felpudo y la madera del balcón. En el sobre está escrito, con primorosa caligrafía: "Monsieur Bigfoot y señora".
Perpleja, lo abro, saco una pequeña hoja de papel muy fino del mismo color malva que el sobre, la despliego y leo sólo una palabra, escrita en la misma letra cuidada y coqueta: "Gracias". En el suelo reposa un ramo de lirios amarillos, que parecen provenir de mi propio parterre.
12 comentarios:
Qué bien educadas están las marmotas canadienses. Aquí seguro que te hacían de okupas en casa o te mordían los cimientos... Je,je.
Seguro que se han mudado con el vecino.
¡Menos mal! Sabía que tendrías piedad de mi pobre primita :D:D:D:D
¡Un beso!
No hay nada como las buenas maneras para entenderse con los vecinos. Y por cierto, qué detalle el de Yves, ya me gustaría a mí que me dejaran notas así cuando vienen a hacerme arreglos...
Vaya, qué pena ¿ya no vamos a volver a saber de ella?
Y no creo que se hayan mudado con el vecino: ese hombre ¡tiene gnomos en el jardín! y alguien que escribe notas en fino papel malva no podría soportarlo.
PD: A propósito de los gnomos, mi madre todavía no te ha perdonado los enlaces que dejaste en mi blog al respecto, dice que te va a denunciar a Amnistía Internacional (palabras suyas).
Bueno, por lo menos fue educado y dio las gracias ;-)
Por cierto, pasé enfrente y vi las nuevas escaleras, quedaron bien :-D
Bisous!
E
Oh, las dulces marmotas, no sé si agradecidas por la forzada mudanza, quizá plinificando la venganza.
1: Siento que extrañaré a Doña Marmota.
2: ¿Por qué los $"&&$$/& gatos de mi vecino no pueden ser la mitad de educados que Doña Marmota?
María, Con Ka y Zarawitta: las marmotas canadienses son sumamente educadas. Los obreros, en general, lo son casi tanto como las marmotas.
Hombre ama de casa y Noema: mh, no sé yo. El vecino es un jardinero compulsivo, no hay maleza donde ocultarse, no como en nuestro amazónico parterre. Y efectivamente, tiene gnomos, elemento decorativo que da bastante miedo (en mi opinión, Noema, dile a tu madre que soy una mala persona y que me perdone).
Marona: es que son muchos años ya, de compartir terreno. Me daba cosa. Smuack!
Noema: nunca se sabe... pero la madriguera está rellena de cemento, y por las noches ahora reina una terrible quietud.
Ed: Han quedado bien ¿eh? Pues vamos a tener que vender un par de órganos en el mercado negro para poder pagarlas.
Don Juan Navarro: no creo, yo creo que en el fondo Doña Marmota estaba bastante harta de nosotros. En fin, veremos.
Pues yo pagarìa bastante por tu cerebro!!! Hahaha! Suerte ;-)
E
Eim? jajajaja, pobre marmota...enterrada viva...menos mal que la avisaste. Bicos
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