" Meat is murder. Tasty, tasty murder." "Kill a cow, start a fire... The magic begins". "La comida, me gusta muerta. No enferma, ni herida gravemente, sino muerta. Ésa es la razón por la que no como ostras." - Woody Allen
El "hecho en mi cocina" de este mes (HEMC 34), organizado por Kako, propone que cocinemos algo del Magreb o de Oriente Medio. La receta que os propongo viene más bien de Oriente Próximo, pero bueno, es Oriente, al fin y al cabo. Y técnicamente, tampoco la he cocinado yo, sino monsieur M. Pero cuando terminéis de leer este post, estaréis de acuerdo conmigo en que merezco un poco de mérito. Cuando llega el calor a Montreal (y, aunque muchos no crean que en Quebec puede hacer calor, lo hace, y mucho más que en el norte de España, del que soy oriunda), deja de apetecerme cocinar. Es lógico, soy una pastelera-panadera compulsiva, y a 32º y 80% de humedad (casi llueve en la cocina), en un aire espeso como el de la jungla camboyana, lo último que apetece es encender el horno. Sumergerse en una piscina llena de gazpacho frío es más apropiado. Menos mal que en verano se abre la veda de un elemento básico del universo culinario norteamericano: la barbacoa. La barbacoa que todo canadiense y estadounidense tiene aparcada en su balcón-terraza-jardín trasero es más que un instrumento para cocinar. La barbacoa en Norteamérica es cosa de hombres. Es el eslabón que une al hombre norteamericano actual con su yo primitivo, que lo retrotrae a su rol tradicional de cazador-recolector: el ancestro que asaba el diplodocus a la parrilla tras haberlo matado de un garrotazo (ya, ya, sé que no fueron contemporáneos, no me escribáis para decírmelo). Probablemente después se limpiaba la grasa de las manos en su taparrabos de pieles y agarraba a su señora por los pelos, arrastrándola a la caverna y rematando así un agradable sábado noche. Eso en el caso de los más delicados. Los menos, muy posiblemente no se limpiaban la grasa de las manos. Por algo como tanto tofu.
La barbacoa, para el homo americanus, es el equivalente en cocina a lo que el coche representa en la vida. Un símbolo de estatus socioeconómico, de tradición familiar perpetuada, de virilidad. Los hombres las prefieren enormes (la mía es más grande que la tuya), fardonas, brillantes (en acero inoxidable, aún mejor), hablan entre ellos de precios, comparan potencias (en BTU), a veces -pocas- intercambian trucos y recetas. El homo americanus de verdad no cree en patrañas como el colesterol, los problemas cardiovasculares, la obesidad mórbida, y los múltiples estudios que han demostrado lo muy cancerígeno que es comer demasiada carne roja, y aún peor, demasiada carne roja carbonizada. Rumores. Cuentos para asustar mariquitas. Pásame esa vaca. El proceso que conlleva preparar una barbacoa un sábado cualquiera en un hogar cualquiera de Norteamérica, es muy similar, desde nuestra barraquita montrealesa hasta Nueva Orleans, desde Vancouver hasta Tulsa. Os lo describo paso a paso:
BARBACOA PARA HOMBRES DE VERDAD
Todo hombre que se precie de serlo, se ofrece voluntario para cocinar una barbacoa de vez en cuando. El proceso suele seguir siempre la misma sucesión de pasos, que empieza con un par de frases inocentes y muchas buenas intenciones:
Hombre-de-Verdad: -"Ma Petite Chérie, has pasado toda la semana trabajando como una loca en -pongamos, un ejemplo completamente al azar- la tesina. Mereces un descanso. Hoy cocino yo. Invitamos a unos amigos y te relajas, disfrutas de la compañía."
La Chérie en cuestión le dirige una mirada cargada de escepticismo. A continuación, tras ver la hora que es y preguntar al Hombre-de-Verdad lo que va a preparar...
1. Petite Chérie se viste, agarra el bolso, sube al coche y se va al supermercado a comprar todos los ingredientes.
2. Tras descargar sola la compra, Petite Chérie prepara la ensalada, las verduras de acompañamiento y el postre.
3. Petite Chérie procede a preparar la marinada y a cortar la carne, que dejará marinando en un recipiente que situará, junto con los utensilios (pinzas, espátula, mechero, trapo), al lado de la parrilla, al alcance del Hombre-de-Verdad, que está de pie, cervecita en mano, charlando con los amigos invitados.
4. Hombre-de-Verdad pone la carne en la parrilla.
5. Petite Chérie entra de nuevo en casa, saca mantel, platos, cubiertos, vasos, servilletas y lo lleva todo -en varios viajes- al patio, donde pone la mesa. Vuelve a entrar, corta el pan y aliña la ensalada y mira el punto de cocción de las verduras.
6. Petite Chérie sale de nuevo al patio para avisar a Hombre-de-Verdad de que es hora de darle vuelta a la carne.
7. Hombre-de-Verdad le da la vuelta a la carne. Se abre otra cervecita.
8. Petite Chérie pone música y enciende unas velas en la mesa para crear un ambientillo agradable. Limpia los mostradores de la cocina y saca la cabeza por la puerta para avisar a Hombre-de-Verdad de que la carne se está quemando.
9. Hombre-de-Verdad saca la carne el fuego y se la pasa a Petite Chérie.
10. Petite Chérie reparte la carne en los platos, sirve las verduras, la ensalada y hace los honores, diciendo a Hombre-de-Verdad lo bien hecha que está la carne.
11. Todos los comensales alaban sus habilidades cocineriles y le agradecen la estupenda cena.
12. Hombre-de-Verdad abomba el torso ligeramente y sonríe, satisfecho. Afirma, sin falsa modestia, que nadie cocina en la barbacoa tan bien como él, que su padre le pasó el método familiar secreto. Mientras, Petite Chérie va a buscar el postre y lo sirve, y prepara las tazas para el café.
13. Después de comer, Petite Chérie despeja la mesa (porque según la tradición en la casa, "el que cocina no friega") y friega los platos.
14. Hombre-de-Verdad pregunta a Petite Chérie antes de acostarse que "si le ha gustado tener la tarde libre" y, tras ver su reacción enfadada, concluye que a las mujeres no hay quien las entienda.
Brochetas shish taouk acompañadas de taboule casero. Y bíceps de monsieur M.
Estas brochetas de pollo shish taouk (también conocido como shawarma en otros países) no tienen ningún misterio. La marinada que da al pollo ese sabor delicioso es sanota y fácil de preparar:
INGREDIENTES (Para unas 4 personas)
- 4 pechugas de pollo de buen tamaño, cortadas en cubos para brochetas (o unos muslos, según preferencias)
- pinchos para hacer las brochetas (si son de bambú, remojarlos en agua durante un cuarto de hora, para evitar que se chamusquen)
- 3 cucharadas soperas de yogur natural
- 1 cabeza de ajos, pelados y rallados
- el zumo de 1 limón
- un poco de piel de limón rallada
- una pizquita de cayena
- sal y pimienta
Mezclar todos los ingredientes en un recipiente y marinar el pollo durante un mínimo de 4 horas en el frigo (mejor toda la noche). Preparar las brochetas y ponerlas en la parrilla. Para que el pollo no quede seco, hay que hacerlas a fuego vivo, el tiempo justo. Una vez hechas, meterlas dentro de pan de pita y envolverlas en papel de aluminio para que no se enfríen.
Acompañar con taboule, hummus o brochetas de verduras.