Otra entrada de alegre exploradora, de ésas que escribo después de un paseíto por las inmensidades quebequesas.
Mientras cruzamos los bosques boreales de la taiga interminable, yo corrijo páginas de mi tesina interminable. La carretera está rodeada de bosques de abetos negros, uno se da cuenta de que ha entrado en la taiga cuando desaparecen arces, hayas, y otros árboles de hoja caduca, y lo único que le rodea son lagos y coníferas. Las carreteras llevan avisos como: "Atención, carretera aislada durante los próximos 200 km.", que quieren decir que el teléfono móvil no tendrá cobertura, la radio no capta nada, que no hay alma viviente a la redonda (mal sitio para una avería mecánica) y que los próximos halte-pipí serán detrás de un abeto. En esos tramos de distancias enormes (para este país no tanto), se ven zorros rojos y ciervos que siguen el coche con la mirada tranquila del que sabe que está en su territorio.
La escribo exactamente desde Chibougamau, población: 7747, de los cuales una gran parte de origen amerindio. Lugar de nombre imposible al norte-norte de Quebec (en la región Nord du Québec, de lógico nombre), en la pre-tundra, donde se me ha ocurrido venirme de paquete con monsieur M., que va a trabajar por aquí esta semana. Al fin y al cabo, yo puedo estar encadenada al portátil en cualquier sitio, es una de las ventajas de la tecnología de fácil transporte, te permite no ser libre con una gran flexibilidad.
Mientras cruzamos los bosques boreales de la taiga interminable, yo corrijo páginas de mi tesina interminable. La carretera está rodeada de bosques de abetos negros, uno se da cuenta de que ha entrado en la taiga cuando desaparecen arces, hayas, y otros árboles de hoja caduca, y lo único que le rodea son lagos y coníferas. Las carreteras llevan avisos como: "Atención, carretera aislada durante los próximos 200 km.", que quieren decir que el teléfono móvil no tendrá cobertura, la radio no capta nada, que no hay alma viviente a la redonda (mal sitio para una avería mecánica) y que los próximos halte-pipí serán detrás de un abeto. En esos tramos de distancias enormes (para este país no tanto), se ven zorros rojos y ciervos que siguen el coche con la mirada tranquila del que sabe que está en su territorio.
Puente cubierto en la ruta hacia Val-d'Or
En Montreal el otoño aún da los últimos coletazos, mientras que aquí, a apenas 700 kilómetros, estamos ya a cinco grados bajo cero y esta noche nos ha caído la primera nevada del año. Quince centímetros de nieve en pleno otoño.
Rouyn-Noranda, otra de las ciudades de nuestra tournée nórdica, está a orillas del Lago Osisko,
lago aún lleno de patos, a los que la nevada ha pillado por sorpresa.
Estamos más al norte aún que Sept-Îles, aquel agujero nórdico en el que pasamos seis meses, digoo, ciudad de imborrable recuerdo. Mucho más al norte aún de lo que os imagináis. Esto es de un nórdico que acojona. La nordicidad de Chibougamau no tiene tanto que ver con la latitud como con la actitud.
Chibougamau es una ciudad (¡es un decir!) minera, maderera y cazadora, a orillas del lago Gilman, en la que TODO el mundo conduce una camioneta todoterreno, TODO el mundo lleva gorra de béisbol y camisa de cuadros, y en la que es difícil distinguir a los hombres de las mujeres. Todos se visten igual y pesan más o menos lo mismo (ya sé, ya sé, es mi maldad natural, que rezuma).
En sus orígenes, en el siglo XVII, no era más que una parada en la ruta de los tramperos y cazadores, y hoy en día sigue siendo más o menos lo mismo. Es la puerta de la Bahía de James, y como gran parte de las ciudades de esta región y de la región de Abitibi (adonde nos dirigimos mañana) cuenta con una parte importante de población amerindia. Los nombres de los pueblos en los indicadores de la carretera me resultan exóticos y me fascinan: Mistassini, Waconichi, Bougoumou, Waskaganish. En la calle principal veo adolescentes autóctonos (eufemismo quebequés para los amerindios) pertrechados de las obligatorias gorras, bajo las que me miran curiosos y bienhumorados ojos rasgados en una cara de cobre.
El único restaurante -y billar- local, el del motel setentero donde nos alojamos esta noche, está lleno de indios Cree. La radio sólo sintoniza emisoras de música country, o autóctonas (en cree o en micmac).
Frente a la ventana de nuestra habitación, desde la que tecleo este post, (éste es uno de esos moteles en los que cada habitación tiene su propia puerta que da directamente al aparcamiento), hay un pickup con una cabeza de alce atada a la cabina. Y no es la primera camioneta que he visto cruzar la calle principal con un pedazo (o varios) de un gran mamífero atado al techo o al capó. Lo juro. He salido a sacarle un par de fotos furtivas, antes de que vuelva nuestro vecino de cuarto, el alegre cazador . Y me he dicho: "Tengo que escribir un post con fotos, o no me creerá nadie".
Chibougamau es una ciudad (¡es un decir!) minera, maderera y cazadora, a orillas del lago Gilman, en la que TODO el mundo conduce una camioneta todoterreno, TODO el mundo lleva gorra de béisbol y camisa de cuadros, y en la que es difícil distinguir a los hombres de las mujeres. Todos se visten igual y pesan más o menos lo mismo (ya sé, ya sé, es mi maldad natural, que rezuma).
En sus orígenes, en el siglo XVII, no era más que una parada en la ruta de los tramperos y cazadores, y hoy en día sigue siendo más o menos lo mismo. Es la puerta de la Bahía de James, y como gran parte de las ciudades de esta región y de la región de Abitibi (adonde nos dirigimos mañana) cuenta con una parte importante de población amerindia. Los nombres de los pueblos en los indicadores de la carretera me resultan exóticos y me fascinan: Mistassini, Waconichi, Bougoumou, Waskaganish. En la calle principal veo adolescentes autóctonos (eufemismo quebequés para los amerindios) pertrechados de las obligatorias gorras, bajo las que me miran curiosos y bienhumorados ojos rasgados en una cara de cobre.
El único restaurante -y billar- local, el del motel setentero donde nos alojamos esta noche, está lleno de indios Cree. La radio sólo sintoniza emisoras de música country, o autóctonas (en cree o en micmac).
Frente a la ventana de nuestra habitación, desde la que tecleo este post, (éste es uno de esos moteles en los que cada habitación tiene su propia puerta que da directamente al aparcamiento), hay un pickup con una cabeza de alce atada a la cabina. Y no es la primera camioneta que he visto cruzar la calle principal con un pedazo (o varios) de un gran mamífero atado al techo o al capó. Lo juro. He salido a sacarle un par de fotos furtivas, antes de que vuelva nuestro vecino de cuarto, el alegre cazador . Y me he dicho: "Tengo que escribir un post con fotos, o no me creerá nadie".
Estamos en plena estación de caza, y aquí no hay cine, así que no hay mucho más que hacer aparte de jugar al billar y disparar a cérvidos a diestro y siniestro. En mi opinión, más siniestro que diestro, aunque puede que sea una mala primera impresión producida por el cansancio y mañana todo me parezca mejor.
Este sitio es surrealista, y todos los que me quedan por ver (Val-d'Or, Rouyn-Noranda) parece que lo son aún más. Desde el norte de Quebec, zona minera del oro (un poco como el Yukón quebequés), termino el reportaje. Saludos fresquitos. Y atónitos.
...y no, parece que no toda la carne se compra en bandejitas de poliestireno, al menos no en Chibougamau.
13 comentarios:
Flipo con el pobre bicho! lo que asoma es su lengua, cierto? Ay cachis! Yo soy de esas personas algo cínicas (solo algo) que cuando oigo los tiros y veo los cadáveres descuartizados levanto el hacha de guerra (que apropiado) pero cuando me lo ponen guisadito y acompañado de puré y compota disfruto como una reina mora...
En fin, que las fotos son increíbles. He intentado imaginarme el hormigueo que deben de producirte esos bosques sin fin... diooooos! y con la tesina encima. Va a resultar que la parte de verdad del relato electoral es que de verdad eres una sufrida heroína!
Muchos besos!
Vaya, después de leer tu crónica, el post que estaba preparando sobre una excursión que hice a Urbasa me parece una birria...
Con tu permiso, te tomo prestado lo de "...te permite no ser libre con una gran flexibilidad". Me identifico al 100% con ella. :D
(No voy a decir lo que me ha parecido que salía de la boca del bicho porque estamos en horario infantil...)
Abrazos
Ah pero pobre animalitooo jajaja, yo tampoco suelo comerlos, y de verlo, bueno en parte, con su cabezota rota y la "lengua" o lo que sea, de fuera... Pero prefiero mirar la nieve y los lindos lindos caminos, que a los "country guys" con sus camisas a cuadros con alces en el techo.
Veo que la costumbre del macho de colocar sus trofeos a la vista de todo dios no es exclusiva de los matadores de toros. Estos tipos tendrán esos cuernos en su salón? o solo los ponen en los coches para "fardar"?
un saludo calido
Los paisajes son espectaculares, que gozada! Impresionante. Y que risas con la descripcion de los habitantes del pueblo Chibougamau. Lo que hacen con el Alce me parece un macabro adorno de coche... ay, si hubiera justicia!
¡Qué bien escribes!
Estos post tuyos me encantan. Me transportan a donde estás tú, desde mi cómodo y resguardado asiento.
Me gustaría mucho darme una pasadita por esos recónditos lugares, tan alejados, para sentir el vértigo que tiene que dar estar sin cobertura y sin...nada.
Del pobre bicho no quiero comentar. No sé qué pensarían ellos de nuestro arte del toreo.
Ya sabemos que las luces largas sólo nos deslumbran si son de otro coche. Sin embargo las nuestras...
Desde luego ese alce es de lo que más me ha impresionado también. El dueño del coche se ha puesto los cuernos él solito. Yo lo primero que pensé es si escurriría bien la cabeza antes de "adosarla" o la llevaría chorreando por el parabrisas los primero días (lo sé... he visto demasiados capítulos de True Blood). Me encanta el reportaje Northern Exposure que nos has hecho. ¡Más, más!
Alucinantes los sitios ahí al norte! Espero ver las próximas entregas :D.
No me puedo ni imaginar la sensación que tendrás al ver esos pueblos, la taiga, tundra y demás palabros estudiados hace años! La verdad es que me dan ganas de ver todo eso... Como me dijeron ayer: no se pueden seguir blogs de otros lados del mundo, porque acabas queriendo ir... je,je! Un beso!
Jamía, ya podían haber sido menos chapuceros y haber sujetado al alce con algo menos visible que esas cuerdas amarillas. Y de paso le podían haber quitado eso que le asoma por la boca, que no quiero ni pensar en lo que es porque parece muchas cosas menos una lengua. Nada, nada, son unos catetos.
Hay y yo que pensé que ya nadie mas iba ya por allí... yo fuí el verano del 2008 un poco mas al norte y bauticé uno de esos sitios que llaman ciudad como Waswanipipí, pues era el último chance de un baño tal y como lo conocemos en muchos kilómetros adelante.
Qué mas decir... que aquello de los abetos y pinos negros suena lindo, solo que después de conducir mas de 12 horas y de verlos de forma interminable por todos lados uno empieza a alucinar con el sueño de un arbolito diferente... y los alces!! bueno, nuestros amigos nos contaron tantas historias de horror sobre los accidentes causados cuando estos monstruos cruzan las carreteras que yo acepté como normal esa profilaxis vial que se apoya en esa costumbre ancestral de matar lo que nos estorba... en lugar de conducir a un poco menos de 200 kilómetros la hora.
Espero que te hayan contado las mismas versiones con osos y otros animalitos.
Yo ya no recuerdo el nombre del pueblo en el que estuvimos, pero concuerdo que aquello era solo una línea de casas de lado y lado de una desviación de la carretera, que para acercarnos a esos episodios de la dimensión desconocida que tanto me gustan... era un pueblo fantasma, luego del cierre de casi todas las industrias del sector.
Mil gracias por tu crónica, me ha hecho recordar un delicioso verano con un chom québécois... que se fué como los veranos por acá, rapidito y sin decir nada.
Un abrazo y ánimo en tu tesina... ya somos dos.
ruth desde Québec
Bufff...impresionante!!! suena terriblemente duro, no se yo como me las compondría en un lugar asi...ademas a estas alturas del año luz solar como que poca, no?
Un beso
Maite
Mai, Con Ka, Zarawitta y Gin: Eso que le asoma al pobre animal de la boca es la LENGUA. Panda de ... a ver si dejáis de frecuentar tanto sitio guarrón, que luego se os trastoca la percepción :-)... porque los alegres cazadores serán bárbaros, pero no tanto como para mutilar al pobre alce y ponerse a recomponerlo de forma creativa.
Por cierto, Mai, que justamente me dieron a probar (hace ya mucho) carne de alce, la lengua, ya que hablamos de ella, y está muy rico. Pero sigo sin ser muy partidaria de exhibirlo en plan presa IKEA (some assembly required). Y Ka: los posts no se comparan, que esto no es un concurso. Y Urbasa es una chulada.
Pilar-Lechuza: veo que has captado el rollo primigenio-varonil (por no decir primitivo-viril) del asunto. La cornamenta (panache, en francés) se suele usar para decorar los chalets, que aquí son cabañitas que la gente tiene en pleno bosque para esquiar o cazar el fin de semana.
Sofía: los paisajes eran espectaculares, efectivamente.
Anta: una vez más, tu comentario es sabio y pone las cosas en perspectiva. Efectivamente, esta costumbre de fardar de presa no es peor que la de guardar los cuernos del toro, o lucir la oreja y el rabo ante el respetable. Uy, qué mal suena esto último. Yo también tengo que dejar de visitar ciertos sitios web :-D.
Noema: justamente, la curiosidad me pudo y le pedí explicaciones completas a un amigo que caza, sobre la logística de la cosa una vez que matan al pobre bicho. porque un alce es gigantesco, más alto que un caballo. Y no veía muy bien cómo hacen para sacarlo del bosque. Muy complicado, oyes. Requiere mucho trabajo, y mucho despiece y sangrado gore. Así que cuando la cabeza llega al camión, parece que ya no chorrea. Y creo que tenemos que dejar de ver series sanguinolentas.
Lucía: ya estoy de vuelta en la city, y sin tiempo de escribir gran cosa. Pero seguramente que este viaje no será el último (¡espero!).
Ruth: je, a mí también me han contado esas historias.. especialmente monsiru m., que por haber vivido en el campo mucho tiempo ya ha tenido que comprarse un coche nuevo debido a un "encontronazo" con un alce... parece que cuando atropellas uno, no se sabe muy bien si no es él el que te atropella a tí... oye, ánimo con esa tesina. A mí me queda muy poquito.
Maite: pues en invierno aquí tenemos unos días soleados preciosos... el peor mes es noviembre. Hoy se ha hecho de noche a las cuatro y media.
Arantza hija, tu claridad me abruma; has sintetizados en una frasecilla mis psicopatías más retorcidas a cuenta del lenguetazo del pobre bicho.. bueno, a la que iba. Que ayer me acordé del bicho en cuestión ya que me trague un par de documentales de un tipo que cruza la tundra de costa a costa pasando por Yukon, con una cámara a cuestas, una canoa y un perro por compañía... perdona que sea tan básica a la hora de expresar el concepto pero mi alemán no da para mucho más. Vaya, que todo precioso, idílico aunque este tipo nos hacía creer que la excursión entre osos, alces y demás bichejos era un paseito por el parque...
En fin, que después de este insustancial comentario, me voy a seguir con lo mio. Hala, muchos besos y feliz reencuentro con la urbe ...
Aaadios!
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